Titán y Encélado Compton caminaban por la amplia explanada de arboledas decoradas para la celebración del aniversario mientras se dirigían hasta el puerto central del domo donde los nueve diferentes caminos se ramificaban para conducir cada uno a una casa en específico. La casa uno era la casa al que pertenecían las personas que dedicarían su vida a la política y la diplomacia. Sus miembros, con talento innato para la oratoria y dotados de una tolerancia génica extraordinaria, eran instruidos en las leyes del gobierno estadounidense, en los sistemas políticos, sociales y económicos de países extranjeros. Enseñados en el respeto y cumplimiento del reglamento. Además, su educación incluía el dominio de varias lenguas extranjeras; algo que realmente no les era difícil cuando se tenía la instrucción genética para ello. Todo el gabinete del senado, la mayoría de los integrantes del pentágono y los dirigentes de la casa blanca eran egresado de la casa uno.
Padres ambiciosos, cuyo orgullo era ver de smoking y gabardina a sus crías, en puestos de los altos mandos gobernantes, invertían en los genes diplomáticos para que sus hijos pertenecieran a la casa uno. Sin embargo, así como el tamaño del supuesto éxito así también era la inversión. Por lo que pertenecer a la casa uno suponía un estatus social y sobre todo económico de prestigio. El proyecto, situado justo en Washington, la capital de los Estados Unidos era de esperar que los genes de la diplomacia fueran los más codiciados en el domo.
En contraste de esta ambición se encontraba la casa Dos, cuyo orgullo era el carácter altruista que irradiaba la misma casa. Profesores de diferentes disciplinas y estrategas, planificadores de proyectos educativos egresaban de la casa Dos. Su principal objetivo era el trabajo por amor, recibiendo satisfacción por laborar con pasión, sin necesidad de que la remuneración monetaria les hiciera sentirse realizados. Ser profesor era considerado como la profesión más noble de todo el Proyecto. Titán a veces creía que sus padres, en secreto, habían insertado genes de esta casa al genoma de su hermano, al menos eso explicaría mejor porqué prefería su modesto sueldo de catedrático que seguir los pasos de su familia. La casa tres estaba conformada por miembros elegantes y en extremo extrovertidos, que dedicaban su vida a la divulgación de los diferentes medios de comunicación. Reporteros, presentadores de televisión, comunicadores, publicistas y estrategas del marketing eran formados por la casa tres. Aquellos nacían con dote natural para relacionarse con las personas, para el trabajo cooperativo y esa necesidad por comunicar. Y entre esa gama de dotes génicos incluía un increíble egocentrismo, extraordinaria manipulación despiadada y una autoestima elevada. No era sorprendente, siendo consciente de las características de quienes estaban detrás de los medios de comunicación, porqué el capitalismo seguía funcionando también bien como lo hacía, ahora en la era genómica. La publicidad sobre fármacos, alimentos exóticos modificados, la promoción de nuevas patentes y en especial el incentivo de tener hijos diseñados era manipulado con éxito por los miembros de la casa tres.
Era verdaderamente irónico que, mientras los de la casa uno eran educados en las normas éticas de una sociedad civilizada, a la casa tres le faltara escrúpulos para conseguir sus fines: el consumismo.
Los diseñadores habían creado a sus propios publicistas, quienes narraban maravillas de los beneficios de invertir en el diseño de sus futuros hijos. Aunque aquella inversión sería el equivalente de pagar una hipoteca por años. Aquello había funcionado muy bien desde un principio, pues supieron explotar la vulnerabilidad del humano, ese deseo intrínseco de cada persona por formar una familia.
Si el éxito publicitario de la casa tres se media por el consumo de las excentricidades, entonces había logrado un increíble éxito con la casa cuatro. La casa Cuatro era la exclusiva mansión a la que pertenecían todos los artistas. Pintores, escultores, dibujantes, cantantes, músicos, escritores, poetas, actores, bailarines y cualquier otra incursión en el arte que se pudiese imaginar dentro del proyecto formaba parte de la casa cuatro. En realidad, como proyecto, habían decidido resguardar las cualidades artísticas como una valiosa joya del espíritu humano, y puesto en una sola casa: la casa cuatro. Esta una casa era exclusiva pues, al igual que la casa uno, se suponía un estatus social elevado dentro del domo. En otras palabras, los genes artísticos eran excesivamente costosos; por lo que era un verdadero lujo hacer que estos genes se insertaran en el genoma de un niño sin predisposición al arte. Esta casa era casi pura pues la mayoría de los artistas se reproducían entre sí para preservar esos escurridizos genes que no seguían un patrón mendeliano normal. Algunos otros magnates se daban el capricho de diseñar a artistas a su placer. Mientras otros, casos muy raros; que siendo de padres no artistas heredaban los dotes de quizá algún vestigio de familia.

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Andrómeda
Science FictionA un día del centenario aniversario del mayor proyecto de eugenesia humana, Andrómeda Brooks, médica farmacogenetista del hospital George Washington, intenta hallar la causa de una extraña enfermedad que provoca que los más jóvenes lloren sangre has...