Betelgeuse Gates, un muchacho de cabellos violetas y complexión sencilla, era el jefe del departamento de seguridad informática de la casa Cinco. Si bien, ser un bicho introvertido de carácter un tanto cohibido y tendencias antisociales no le otorgaban una apariencia de guerrero troyano, pertenecer a la casa Cinco le inflamaba el pecho de un fulgente orgullo que le hacía sentir tal comandante. Uno estratégicamente dotado. Ser parte de la casa Cinco era sinónimo a genialidad. La élite de los intelectuales en su máxima expresión. Ligeramente superada por la casa Cero, la casa Cinco producía numerosos premio nobel cada año y científicos galardonados con medallas a nivel mundial. El sistema educativo que permitía el avance de cada estudiante a su debido ritmo, escogiendo materias según su preferencia, había funcionado de maravilla para los pequeños entusiastas de la casa. Aunque la casa ofrecía una variedad de conocimientos para nutrir las curiosas mentes de los niños, desde la primera vez que Betelgeuse ingresó a las instalaciones supo que la informática sería su nicho. Le fascinaban las figuras holográficas y aquella tecnología de archivar y transferir información desde los implantes táctiles de muñeca le dejaron hechizado. Quería conocer cómo era posible que algo intangible pudiese convertirse en un estímulo visual o sonoro tan real y casi palpable. Aprendió entonces física por su cuenta, luego se decantó por las matemáticas hasta llegar a la criptografía, sorprendiéndose con el sistema de código binario. Era justo ese sistema el corazón del lenguaje de cómputo. Fue así como a los diez años, el niño prodigio obtuvo su titulación en informática. Luego de su graduación ingresó al centro de informática de la casa Cinco; donde, luego de pasar por varios apartamentos, se decidió por dedicarse finalmente a la seguridad informática. En algunas ocasiones, sus servicios eran requeridos por el FBI, pero aquello ocurría en situaciones extraordinarias cuyos delitos eran verdaderos rompecabezas. En cambio, dentro del domo lidiaba con delitos menores y bromas de chavales del mundo exterior que se creían muy listillos como para desafiar a los genios de su casa. Pero la simplicidad al resolver aquellos problemas no molestaba a su orgullo, lo contrario, le proporcionaban el tiempo libre el cual invertía en nuevos programas y aplicaciones virtuales. Y justo en una de sus ideas trabajaba cuando vio a dos señoras asomarse al portal de su oficina. Doblando sus batas blancas, parecían no pertenecer a su casa. Él se levantó del frente de la pantalla y observó alrededor. Al parecer, su compañera de piso no se encontraba allí. Se dirigió entonces hasta la entrada del portal y activó el acceso. —¿Puedo ayudarlos en algo...? —Esperó notar sortijas de matrimonio en las manos de aquellas maduras mujeres, pero sólo encontró el anillo de graduación en el dedo anular de una de las dos —Señoritas—Se decidió finalmente. —Buenos días —Le saludó la mujer de distinto color de ojos, lo que le parecía un inusual y tentadoramente atractivo —¿Usted podría ayudarnos con esto? —La mujer le entregó en sus manos un pequeño saco de terciopelo negro. Betelgeuse abrió la bolsa y en el hueco de su mano se depositó un anillo. —¿Usted podría autentificar ese anillo? Betelgeuse ahogó una risa. <<Podría infiltrarme hasta en los más oscuros secretos informáticos de esta nación>> Pensó con arrogancia. <<Autentificar ese cacharro es un juego de niños>>. —La autentificación es fácil—Se burló el joven—Sólo requiere de colocárselo en el dedo de la persona adecuada. Él cambió su sonrisa burlona a un rostro avergonzado. Los ojos fulgentes de la mujer con heterocromía le indicaban que había sido una broma de mal gusto. Andrómeda no escatimó en reprimir un gesto de fastidio. Betelgeuse sintió una punzante sensación en la frente. No tenía idea que lo ocasionaba, pero al parecer, tenía relación con el impecable enojo poco disimulado de esa mujer.

ESTÁS LEYENDO
Andrómeda
Ciencia FicciónA un día del centenario aniversario del mayor proyecto de eugenesia humana, Andrómeda Brooks, médica farmacogenetista del hospital George Washington, intenta hallar la causa de una extraña enfermedad que provoca que los más jóvenes lloren sangre has...