Andrómeda Brooks caminaba a la sala de reuniones en el tercer piso del hospital. Hacía tiempo que no había tomado un caso verdaderamente interesante qué, la fascinación se entrecruzaba con sus preocupaciones. La hemolacria era una "extraña enfermedad" que solo había estudiado en libros. Y si era considerada extraña para el mundo exterior—pensó—mucho más extraña era para ellos, los del Proyecto.
Llegó al modesto pero amplio salón y cruzó el portal. Dentro, dispuestos alrededor de una mesa circular, se encontraban los doctores de su equipo de investigaciones médicas: Sol Franklin; sentada al medio y distanciados a cada extremo el médico y el diseñador Encélado Compton y su hermano menor, Titán Compton; ambos hijos de Saturno Compton, un diseñador genetista por abolengo.
Así como las lunas de Saturno, Encélado y Titán eran tan diferentes entre sí, siendo la primera llena de agua congelada y la segunda un lago de mercurio líquido, del mismo modo eran los hermanos Compton: Dos personalidades tan dispares.
Titán, de cabello verde esmeralda, rizado y poblado, era un soltero verriondo de nariz respingona, mentón partido y labios seductoramente gruesos. Encélado, de cabello castaño y alisado, en cambio, se caracterizaba por su discreción que parecía que su graciosa timidez le restaba atractivo, a pesar de tener el mismo perfil que su hermano.
— Doctora Brooks, se ve linda hoy —Saludó Titán como todo galán . —Muchas gracias, doctor —Cortó ella.
Dejó su tableta sobre la mesa, y sin dedicar una mirada a alguien en particular, atravesó el salón hasta llegar al fondo, donde se situaba su pizarra electrónica. Entonces, tomando el marcador de tinta maleable, trazó líneas divisorias. —Muy bien, equipo. He enviado el expediente médico de nuestra paciente, de la habitación 303. Fue ingresada a las siete cuarenta y ocho de esta mañana. —¿Síntomas iniciales? —Preguntó Encélado tomando su tableta.
—Desmayo, un brote repentino y breve de salpullido con motas rojas. Y un episodio de hemolacria.
—¿Hemolacria? —Lagrimeo sanguinolento por los ojos —Informó Encélado. —Sé lo que es, doctor Compton, sólo estoy sorprendido—Respondió Titán fastidiado.
—Todos lo estamos —Cortó Andrómeda tajante —¿Posibles causas? —Preguntó. —¿Una conjuntivitis bacteriana? —Sugirió la doctora Franklin. No era médica, pero había pasado el tiempo suficiente al lado de aquellos doctores que tenía las competencias necesarias para seguirles el paso.
Andrómeda se acercó a la mesa y depositó sobre ella dos tubos de ensayos, sellados, y el frasco con la muestra de sangre extraída por el brazobot.
—Franklin, pida que realicen un frotis con tinción de gram para identificar Haemophilus y Staphylococcus.
—¿No investigaremos Chlamydias también? —Preguntó Encélado. —Esa bacteria es de transmisión sexual—Hizo ver Franklin. —¿Y por eso debemos descartarla? —Preguntó Encélado.
—Qué sea tu hija no significa que sea virgen—Intervino Titán con descaro. Había leído el expediente lo suficiente para saber que se trataba de la hija de la doctora Franklin. —Solo pienso que la bacteria Chlamydias no sea la causa—Replicó ella un tanto incómoda, sin perder los estribos; aún. —Franklin, ordena un análisis de Chlamydias también—Sentenció Brooks —¿Qué hay de los otros síntomas? —Salpullido—Recordó Encélado. —¿Una posible alergia? —Propuso Titán. —Pero el salpullido fue breve. Desapareció cuando los paramédicos le trajeron al hospital—Aclaró Franklin.

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Andrómeda
Science FictionA un día del centenario aniversario del mayor proyecto de eugenesia humana, Andrómeda Brooks, médica farmacogenetista del hospital George Washington, intenta hallar la causa de una extraña enfermedad que provoca que los más jóvenes lloren sangre has...