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Andrómeda Brooks se encontraba rodeada de flores de lavanda y el sonido de las olas del mar irrumpía en sus oídos. Todo parecía tranquilo, terriblemente tranquilo. Un silencio atroz y escalofriante. Aunque el instinto le sugería que disfrutara de las sensaciones, parecía estar sumergida en la mente de otra persona, dentro de un sueño que no le pertenecía.

Siguió caminando sobre un prado frondoso mientras el cielo comenzaba a oscurecerse.

Resbaló. Cuando alzó la vista observó, horrorizada, que una laguna de sangre yacía bajo sus pies. Cráneos de cuencas vacías emergían a la superficie. Se levantó lentamente. El corazón le palpitaba como un torbellino. Conmocionada, intentó recuperar el equilibrio en sus pasos. Cuando se disponía a correr, resbaló nuevamente. Un brazo esquelético le había tomado por el talón. Con una voz suplicante, aquello le susurró: Ayúdanos <<Ayúdanos>> De repente, una luz azul penetró en sus retinas y sus pupilas se dilataron con una intensidad que solo podría significar una cosa: Era hora de despertar.

Abrió lentamente ambos párpados mientras sus ojos se habituaban al amanecer. "El baño de luz azul" le llamaban los instructores. Un método estimulante de las células para iniciar los procesos cognitivos. Respiró profundo y miró a un costado: 7:15 AM.

Se incorporó sobre la cama y observó a su alrededor. Su apartamento consistía en un reducido espacio con una mesa metálica como escritorio. A un costado se encontraba el guardarropa de gavetas electrónicas deslizables.

Bajó de su cápsula para ir directo al baño. Tomó la botella de limpieza de la marqueza y comenzó aplicarso suavemente por su rostro. El agua escaseaba, por lo que ese tratamiento gelatinoso era lo único opcional, además servía de tratamiento rejuvenecedor. Luego, cogiendo su cepillo, aplicó el láser ultravieleta a sus dientes. Aquello mataba las bacterias en cuestión de segundos. Por último, se enjuaguó el rostro y se vio atenta al espejo. A pesar de estar por cumplir los treinta años, su apariencia era de unos veinte.

Intentó sonreír, pero como siempre, esa mancha violeta seguía allí, en el iris de su ojo izquierdo. <<Llevas una galaxia en tus ojos>> Le recordaba su padre a menudo. Pero ella aún no lograba comprender porqué sus progenitores habían decidido añadir la heterocromía parcial a su diseño.

Introdujo el código binario sobre la marmoleada superficie táctil de la marquesa y por debajo, un compartimento electrónico se abrió. Tomó la plantilla de maquillaje que allí guardaba, entre otras cosas, y cogiendo un lápiz de soplete, comenzó a dar color a ambos párpados. Aplicó un tanto de jugo labial que se adhirió a sus voluminosos y carnosos labios como pintura de látex y salió del baño para situarse frente al guardarropas. Desplegando su mano derecha sobre el identificador táctil de la primera gaveta; el ropero se abrió en par. Cogió un vestido azul termorregulador de franjas, luego se vistió de un par de medias que se ajustaron a sus torneadas piernas. Lucía un cuerpo hermosamente esbelto, de cintura estrecha y caderas anchas. Finalmente aplicó crema de queratina para definir sus cabellos ondulados de color castaño, y los peinó al estilo abombado, colocando una diadema de titanio por en medio.

Las luces azules de las numerosas diminutas lámparas incrustadas en el techo comenzaron a apagarse, dando paso a una luz blanca de led. Se dispuso a marchar. El arremolinado portal azul le abria paso al momento que ella introducía su brazo derecho al otro lado. Aquello daba la sensación de pasar por una sustancia gelatinosa.

El interior de su recámara ahora quedaba oculto a la vista y ella estaba frente a un largo pasillo estrecho. Caminó al lado de los abigarrados portales que ocultaban a la vista los apartamentos de los demás habitantes del domo; hasta que llegó al inicio de una escalera en caracol cuyos peldaños estaban estampados con las letras A y G, las iniciales de las bases nitrogenadas de la genética: Adenina y Guanina, respectivamente. Comenzó a descender. A través de las enormes paredes transparentes se podía observar las demás cúpulas del complejo siendo, cada una, una de las nueve casas del Proyecto; en conjunto todo aquello consistituía el domo de Washington. Llegó al punto donde una segunda escalera se interceptaba con la primera en una elaborada danza helicoidal. Los escalones de esta segunda escalera también se encontraban estampados, esta vez con las letras T y C, el resto de los nucleótidos del genoma: Timina y Citocina. Así, cada escalón A coincidía con un escalón estampado con la letra T, y cada escalón C con una grada G.

AndrómedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora