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Titán Compton tenía la vista clavada en el infograma puesto en la insípida pared blanca mientras tomaba otro sorbo de café en cápsulas humeantes.

Si se le prestaba la suficiente atención a aquella figura, que en un principio parecía el símbolo de algún culto francmasónico, se podría entender toda la filosofía del Proyecto resumida a la perfección en una sola imagen.

Se trata de una serie de números del uno al nueve dispuestos alrededor de una circunferencia. Cada número estaría conectado con dos números más, conocidos como flechas. Los números adyacentes a cada dígito consistían en las alas.

En un principio, deseando dotar a los individuos con uno de los rasgos distintivos del amplio espectro del talento humano, el Proyecto tuvo que lidiar con la mejor manera para clasificar a sus habitantes. Aquello lo consiguieron basándose en un legendario sistema de clasificación de personalidades conocido como eneagrama, el cual distinguía nueve tipos de personalidades, cada una con una cualidad dominante. De este modo, se construyeron nueve casas distintas, más una añadida, la casa Cero, la casa de origen, la creadora de todas las demás casas. —Doctor Compton, la cita de las ocho ha llegado. —Anunció la atractiva y surreal figura holográfica de Amelia, una interfaz interactiva diseñada para asistir como secretaria al doctor. Siendo un soltero codiciado sin compromisos relevantes, tenía suficiente dinero de sobra para satisfacer sus dos más lujuriosos deseos: la contratación de los programas digitales automatizados de uso personal que le otorgaban una notoria autoridad y el servicio sexual personalizado de ciberbots.

Titán se levantó y siguiendo los fantasmales pasos de ese espectro de pixeles de escalofriante apariencia humana que le condujo hasta la sala de diseño genético. Un letrero de las legendarias palabras del eugenetista Francis Galton flotaba por encima de la puerta.

<<Mejoremos nosotros la raza de nuestra propia especie del mismo modo que hemos mejorado la de otros. Reproduzcámonos a partir de los mejores ejemplares de la humanidad>>

Atravesó la puerta y al centro, en el sofá, se encontraba una impaciente pareja ansiosa. Se trataba de una recatada joven pelirosa tomada de la mano de un fornido hombre cuya apariencia recordaba a un corpulento toro. —La pareja Huygens —Presentó Amelia para luego esfumarse en un teatral humo.

El doctor Compton, un caballero de increíble estatura, cabello agraciadamente poblado de risos verdes y ojos violetas, tomó asiento en el sofá al frente de la pareja. Cogió su tableta de cristal líquido transparente y abrió el archivo. —¿Primerizos?

La pareja, con un silencio expectante, afirmó, pero fue la mujer quien le dedicó una especial sonrisa. Al parecer, Titán tenía ese radiante atractivo que hasta la más pulcra y recatada dama no podía resistirse a sus refinados encantos. Él es diabólicamente guapo.

Cogió el expediente mientras esquivaba las celosas pupilas de su cliente. Aunque le encantaba la atención de las mujeres, evitaba siempre involucrarse con las futuras madres de su consultorio. Al menos, él las deseaba solteras y sin embriones en su interior. Concentró su atención en las notas del archivo. La chica pertenecía a la casa Seis mientras que el muchacho de cabellera chillante de amarillo limón claramente pertenecía a la casa Ocho. Era un experimentado soldado de la armada estadounidense. Cuando la casa Nueve, casa dedicada a los trámites administrativos, disciplinarios y éticos del Proyecto, evaluaba la petición de diseño para la procreación de descendencia de dos solicitantes, emitía un veredicto, que normalmente siempre resultaba en una aprobación satisfactoria. Entonces, la pareja solicitante, era transferida a un diseñador quién se encargaría de la parte más tediosa pero fascinante de tener un hijo. Todo el proceso de concepción de un futuro bebé consistía en seis fases, primero sería la estimulación ovárica, necesaria para aumentar las posibilidades de éxito. Esta primera fase, desde su inicio, tendría lugar alrededor de doce a trece días, tiempo en el que, por medio de radiografías láser, se observaría el crecimiento de los folículos esperando que se alcance el número y tamaño adecuado para proseguir a la siguiente fase, que sería la punción; una operación en el quirófano donde se procede, en menos de quince minutos, a extraer los óvulos necesarios de los ovarios de la mujer. Luego de obtener la muestra de éstos, se le pide al esposo una muestra de semen que es sometido a un espermiograma donde se evalúa las características aptas en función del tamaño de la muestra, la movilidad de los espermas y la densidad del líquido. Habiendo obtenidos ambos gametos, estos serían evaluados por una lectura completa de sus respectivos genomas para descartar aquellos que podrían heredar enfermedades malignas, esto mediante el test TCG 600. Luego que los factores de riesgo hubiesen sido eliminados, se procedía a la parte más estética y moderna que deslumbraba a los futuros padres, y se trataba del diseño genético a gustos y caprichos., y justo en esa fase se encontraban los Huygens. Utilizando la técnica de ADN recombinante, mediante el método de corta y pega de genes, los diseñadores como Titán podían reprogramar el genoma de los gametos para seleccionar aquellos genes que se quisieran heredar y los que no. Asistidos por un programa de computación de recreación holográfica, el diseñador podía presentar a los entusiastas padres el aspecto que tendría su futuro bebé. Si los padres quedaban satisfechos con lo que veían, entonces seguiría la fecundación in vitro. En esta habría dos métodos tradicionales a utilizar, que quedaba a discreción de los progenitores. El primer método podría ser la técnica convencional del FIV, Fecundación In Vitro, que consiste en colocar dentro de una placa de cultivo un óvulo rodeado por espermatozoides, o la técnica de ICSI, Intra Cytoplasmic Sperm Injection, qué en lugar de esperar que un esperma penetre el óvulo, el diseñador introducía un espermatozoide vivo en específico dentro del óvulo mediante punción, con la ayuda de una pipeta; es decir, con una microinyección que contenía al esperma. Tras la fecundación, los embriones permanecerían de tres a cinco días antes de su transferencia. Durante este tiempo se utiliza el programa EmbryoScope, una máquina que permitiría grabar una película continua sobre el desarrollo a tiempo real de estos embriones. Finalmente, se seleccionaba el embrión que se implantaría en el endometrio de la madre, dentro de su útero, donde crecería saludable, ayudado con inyecciones estimulantes para disminuir el riesgo de aborto, desarrollándose hasta su alumbramiento. Los embriones sobrantes de buena calidad serían congelados; a modo que los padres pudiesen disponer de ellos al momento que lo desearan. Además, eran un seguro de vida en caso el primer hijo no pudiese sobrevivir hasta la edad adulta, un reembolso que el domo ofrecía por daño o pérdida de sus diseños, mostrándose así comprometidos tanto de la seguridad como del bienestar de los miembros de su Proyecto eugenésico. De este tedioso y largo proceso luego de la transferencia, los futuros padres, en poco tiempo (nueve meses para ser exactos) tendrían en sus manos el milagro de la ingeniería genética. El hombre había descubierto por fin el secreto de la vida. Lo que la naturaleza había forjado a través de eones de años de accidentada evolución, él ahora lo perfeccionaba en pocas horas dentro de un modesto laboratorio. —Veo que por ahora quieren diseñar solamente a un hijo —Señaló Titán —¿Están seguros? Porque les ofrecemos el método de la diapausa embrionaria para gestar a dos embriones al mismo tiempo. Nacerían con dos o tres meses de diferencia. Nuestros planes de financiamiento son cómodos y accesibles. La pareja se vio por un momento en una consulta silenciosa, pero negaron con la cabeza. —Creo que, por ahora, queremos solo un hijo—Dijo el señor Huygens. Titán acentuó simulando comprensión. La pareja deseaba pasar por el proceso de paternidad dos veces, algo que él aún se le antojaba estrafalario. El régimen de control de natalidad dictaba que cada persona del Proyecto tenía el derecho de diseñar únicamente dos bebes consensuados con el conyugue durante un único matrimonio. Pobre de aquellos divorciados que habían desperdiciado el derecho de conebir más hijos. —Aquí han solicitado un varón. ¿Sigue en pie con la decisión? —Preguntó para cerciorarse. Algunas parejas, muchas veces, cambiaban de idea, pero al parecer, no era el caso de los Huygens.

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