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Antares Hershey había estado revisado los nuevos procedimientos recibidos de la comitiva de salud moral de la casa Nueve cuando las imágenes en el diminuto monitor holográfico hicieron despertarle el interés. Sintonizaba el canal de noticias, y aunque los tediosos archivos del hospital lograban absorber por completo su concentración, las novedades transmitidas por el reportero lo despegaron de sus labores. Aquella noticia era de tal impacto que no podía permitirse una actitud indiferente.

Sin perder el tiempo, pensó en comunicárselo a la doctora Brooks, la difícil farmacogenetista que por suerte para ella y para el hospital, era la mejor de Washington; de lo contrario, con ese indomable carácter, y si fuese decisión solamente de él, ya estuviese despedida. Pensó en llamarla, pero mejor la buscaría personalmente. Entonces, al salir de su despacho, se vio envuelto en un inusual ambiente de incertidumbre. Allí se encontraba Brooks, ante dos distinguidas personas, las que menos esperaría que llegasen al hospital esa mañana, sin previo aviso. Si el señor ministro había enfermado ¿Cuántos más corrían peligro? Así fue como ahora, junto al presidente y la Almagesto de la Federación, se devolvía a su despacho para notificar lo que podría cambiar por completo el rumbo de la investigación. ―Por favor, pueden tomar asiento ―Ofreció Hershey tomando un suspiro para organizar sus pensamientos y saber por dónde comenzar. ―Prudente Almagesto, señor presidente, soy Antares Hershey, director general de este hospital. ―De la casa Nueve ―Musitó Andrómeda en tono de menosprecio.

―Sí, efectivamente, de la casa Nueve ―Replicó Antares con mueca de imponer autoridad ―Porque estamos capacitados para tomar decisiones morales y éticas de estas instalaciones.

―Desde la última legislación de la casa Cero, la casa Nueve está autorizada para ocupar puestos como estos ―Explicó Calisto, presintiendo cierta incomodidad entre el pelirosa y la doctora de peculiares ojos. ―Sé que se encuentra a cargo de la paciente de lágrimas de sangre, supongo que también investigará al excelentísimo ministro ―Continúo Hershey. ―Por los detalles que me proporcionó el ciberbot paramédico me parece que los síntomas iniciales asemejan a los dos casos anteriores, internados esta mañana. ―Muy bien, necesito que todos ustedes vean esto ―A punto de encender la pantalla, se detuvo ―Pienso que sería muy bueno si su equipo también presenciara esto ―Sugirió a Andrómeda. ―Los doctores Compton fueron al centro de educación de la conducta. La doctora Franklin está regresando del laboratorio de hematología. Pero puedo hacer una llamada holográfica.

―Por favor, Brooks, hágala.

Andrómeda procedió a marcar el número de localización de cada uno de los miembros de su equipo y en pocos segundos los fantasmas de Sol, Titán y Encélado estaban materializados a la par de ella, como si realmente estuviesen presentes en la habitación. Entonces, Hershey encendió un diminuto monitor y todos observaron el canal nacional de noticias.

—Una desconcertante enfermedad ha surgido en la ciudad de los Ángeles, California. Esta tarde, en el hospital nacional ha sido ingresado el joven asiático estadounidense, cantante y actor, Akiriho Sagari. Se ha reportado que luego de un temporal desmayo durante un ensayo de música, comenzó a sangrar por los ojos. Tal y como lo escuchaan: lágrimas de sangre. Sus representantes, preocupados, llamaron a emergencias.

La escena cambió a las declaraciones del representante.

—Cuando le vimos el rostro realmente nos asustamos, pensamos que se había lastimado.

AndrómedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora