Una flecha encendida es la señal del caos que se aproxima, un simple objeto atravesando el cielo tranquilo que aquellas inocentes personas contemplan, algunos ingenuos y otros consientes del peligro que corre cada uno.
Los minutos se vuelven escasos, el aire se vuelve pesado y el caos se maximiza junto al sonido de los pasos de guerra acercándose.
Todo inició con una pequeña llama pero ahora todo se consume en medio del fuego abrazador, aquellos invasores luchan por un propósito inquebrantable, no importa quienes sean, la orden de un rey no se puede cuestionar.
En medio del caos, una madre corre con su pequeña en brazos, intentando no hacer inútil el sacrificio de su esposo pero no importa cuán rápido sus pies vayan, el futuro de su nación se vuelve cenizas detrás de ella.
Una nueva flecha encendida cae cerca de la mujer, sus atacantes ya han avanzado demasiado, en el fondo de su corazón sabe que no hay escapatoria. La niña en sus brazos pregunta por su padre, ella no puede entender lo que está pasando a sus espaldas pero pronto lo hará.
Su madre cae de rodillas sin poder responder, la herida es profunda pero su fuerza no será apagada hasta que su corazón se detenga.
-Mikasa... no olvides quien eres, no olvides tu nombre. Ahora tienes que luchar por ti misma.
Su piel pierde su brillo, en la comisura de sus labios la sangre se derrama y sus latidos se vuelven lentos pero en sus brazos resguarda a la niña que comienza a llorar.
-Sobrevive... por favor.
La niña es atrapada por el peso del cuerpo sin vida de su madre, llora y grita pero eso sólo es una señal para el enemigo que viene tras ella.
Tres soldados esconden sus espadas cubiertas de sangre y se acercan a la niña, uno de ellos retira el cuerpo de la madre y ella sale corriendo hacia el bosque por instinto, tal como un conejo asustado se esconde entre la hierba del depredador que la acecha.
¿Por qué?
En su corta vida jamás vio algo igual, ese sentimiento de terror es nuevo para ella. Tan sólo es una niña, no puede entender la magnitud de la guerra y tampoco puede comprender que su madre jamás volverá a despertar.
El frío de la noche, el hambre y la esperanza de encontrar a su padre la hacen salir de su escondite después de varias horas.
Una pequeña niña recorre ese camino sangriento de su aldea, lo que solía ser su hogar ahora son simplemente escombros, un lugar más ha sido consumido por las llamas de la guerra.
-¿Por qué todos... están ahí?
Se pregunta al ver la montaña de cadáveres en el medio de la aldea.
-Mamá... sal de ahí.
La niña tira del frío brazo de su madre con toda su fuerza pero es inútil, está estancada entre el resto de cuerpos.
-¿Por qué? - sus lágrimas caen - ¿Por qué no vienes conmigo?
Un niño no puede comprender la muerte, mucho menos si nunca tuvo que enfrentarse a algo tan desafortunado.
-¡Hey niña!
Mikasa suelta la mano de su madre y trata de huir nuevamente pero está vez es alcanzada. Un hombre la toma de sus mechones oscuros y la somete en el suelo.
-Corta su cabeza para que deje de sufrir.
-Esperen, déjenme verla.El hombre levanta su rostro sucio y observa detalladamente cada razgo de la pequeña. Piel blanca, ojos grises y pelo tan negro como la misma noche.