XVII-Cuatro no, cinco sí.

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Cinco años después. 

El matrimonio bien dicen que es una constante obra de dos personas, y se añaden personitas que van evolucionando y trastocando vidas, en esa travesía se vienen problemas, experiencias, momentos, satisfacciones, amenazas. 

A lo largo de cinco años se logran muchas cosas. El amor de Alexander y Mía nunca se rendía, siempre iba por más experiencias, lograron viajar a cantidad de países, conocer tradiciones, culturas y personalidades. Una familia de cuatro era maravillosa, aunque los niños habían crecido y cambiado un montón, eran tan iguales y distintos a la vez. 

Lía, era una niña de cabello rizado, se estiró y es los ojos de la belleza de una mujer. Una niña inteligente, estudiosa, valerosa, aventurera, se preocupa por la naturaleza, se volvió Scout, le encanta proteger a los más necesitados, ama viajar y es una confidente de aventuras, secretos e ilusiones. 

Liam, un niño de ojos radiantes, misteriosos. Su personalidad emociona a cualquier persona, aplicado con sus hobbies: leer, fútbol y coleccionar hojas, tiene un albúm de cosas que se encuentra, algo maravilloso.

Mía se dedicó a crear su propio negocio de la mano de la carrera que estudió y amaba con todo su ser, la Psicología. Empezó a trabajar dos días a la semana en una institución de niños necesitados, hizo una especialización en terapia familiar, de pareja y personal, era una excelente mujer. 

Los padres de Mía se acercaron a sus nietos, no lograron una buena relación, sin embargo, luchaban todos los días por hacer de sus vidas una mucho mejor. 

Alexander empezó a trabajar desde la casa, atendiendo a clientes por teléfono, de vez en cuando iba a la empresa, lo que más anhelaba era estar rodeado de sus dos retoños, el amor que se profesaban era inmenso, intento y perfecto.

La familia de cuatro como bien había pensado era maravillosa, pero... Mía quería otro retoño y al fin cerrar la fábrica, nunca Alexander había hablado de tener más hijos, él amaba a sus hijos y los educaba con amor todos los días. 

Se sabe bien que sexo sin protección, hijo que puede procrearse muy fácil. Mía tenía su chequeo constantemente, tomaba pastillas anticonceptivas, pero... su cuerpo estaba cambiando, su edad cada vez le permitiría menos tener más hijos y sólo quería uno más, así que confrontaría a Alexander con la noticia inesperada. 

-¿Amor, te sientes bien? -Expresó Alexander. 

Un fin de semana de vacaciones a Canadá surgió el futuro bebé, el miembro nuevo de la familia se manifestó allí. Empezaron los vómitos, las náuseas, los cambios en el humor, el cuerpo y el alma incluso cambió. 

Me fui a vomitar todo lo que había comido y de paso con un frío, me quedé acostada en la cama. Tuvimos que esperar dos días para volver a casa, mi hija estuvo preocupada por mí, me brindó apoyo y su ayuda, fuimos a comprar una prueba de embarazo juntas, ella me miró preocupada, pero no sabía que decirme, aunque ya habíamos tenido una charla sexual dónde le expliqué cómo nacían los bebés y que ella pronto cambiaría para ser una mujer, los cuidados. 

-Mami... ¿Le has dicho a mi papá? -Preguntó cuando estuvimos en el auto, ella y yo, sin nadie más. 

-No, recién debo hacerme la prueba, tal vez son otras cosas que siento. Aunque hace bastante tiempo que no tomo pastillas. -Respondí. 

-¡Mamáaaaaaaaaaa! -Gritó Lía. Me reí. 

Llegamos a casa, estábamos de vacaciones, así que había aprovechado para salir con Lía, nos comimos un helado y compramos varias pruebas de embarazo, me debía hacer esas pruebas en la mañana, por el tema de la orina y todo. 

Me costó dormir esa noche, me moví en la cama muchas veces y Alexander se dió cuenta, me percibió intranquila, vimos una película y me quedé dormida más rápido. La mañana siguiente me levanté bien rápido, hice el desayuno y me encerré en el baño, mientras todos desayunaban, me senté en el retrete a esperar el resultado, mis probabilidades no debían fallar, me estaba sintiendo terrible, esos síntomas fueron iguales a los experimentados con el embarazo de los mellizos y también podrían coincidir las fechas, ya hacía tiempo que no se cuidaba, por el tema nuevo bebé. 

La prueba de embarazo marcó.... 

Un positivo que cambiaría la vida de toda la familia, definitivamente esa era la respuesta que quería ver y leer Mía. Buscó una cajita pequeña de regalo y guardó la prueba, bajó las escaleras con el regalo y encontró a sus hijos con su padre hablando mientras transcurría el desayuno. 

-¿Ésto es para mí? -Preguntó desentendido, Alexander. 

-Sí, amor. ¡Buenos días, hijos! -Expresó como pudo de los nervios ante la reacción de Alexander. Abrió la caja, Mía abrazó a su hija y le guiñó el ojo, gracias a Dios captó lo quiso decir su madre, estaban sincronizadas en ese momento, cosa de mujeres, quizá. Lía grabó el momento en que Alexander abrió el regalo, no tardó mucho en comprenderlo, sólo tomó la prueba de embarazo y leyó Embarazada +3, supo que estaban esperando un bebé pronto. 

-¡Estamos embarazados! -Gritó haciendo que todos los que estaban se alertarán. Se levantó de la mesa, dejó la comida y alzó entre sus brazos a su esposa, madre de sus hijos y futura madre del tercer retoño. 

-¡Felicidades, mamá y papá! -Felicitó Liam. 

-¡Gracias, amor! -Expresó emocionado, Alexander. 


. P r i m e r a Eco del Tercer Bebé. 

Alexander lucía realmente emocionado. No había presenciado ninguna ecografía de sus primeros hijos, no vivió el momento del embarazo de Mía, no estuvo en los vómitos, náuseas, ni en sus antojos de madrugada, mucho menos en sus cambios de humor, sólo vivió una etapa con sus hijos de bebé. Le hicieron montón de preguntas a Lía, ella respondió todo con normalidad, como si fuese una experta, aunque estaba un poco apenada porque no sabía cómo sería, ni estaría su bebé. 

Nueve meses debían esperar para el nuevo retoño ver nacer. ¡Mucha alegría, emoción y buena vibra estaba en la Familia Wends Lawrense! 

Observar a su bebé a través de una ecografía le hizo a Alexander escapar unas lágrimas y cuando escuchan el latido del corazón del bebé se le encogió el corazón. El bebé lucía bien, venía grande, muy grande, producto normal. Cada día faltaba menos, pero lo disfrutaban más. 

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. Diseñaron toda la familia la habitación para el bebé sorpresa. ¿Porque bebé sorpresa? Pues, porque se decidió que el futuro hijo o hija sería una sorpresa, no se sabría el sexo hasta el parto, ya que tenían la pareja, como quien dice. Decorar la habitación en color amarillo, verde y blanco fue lo más adecuado, les regalaron ropa, pañaleras, mamelucos, muchos apostaban sería una niña y otros un varón. Mía pensaba un varón, quería un nene para consentir, y Alexander un varón. Los mellizos querían una niña, decían que jodería menos. 

. N A C I M I EN TO del Baby Surprise. 

12 de Febrero, 6 años de casados, dos hijos hermosos, uno próximo a nacer con ocho meses de embarazo que sentaban de maravilla. Lo que no se esperaron era que el bebé sorpresa se adelantaría, un día normal fuera de la ciudad, explorando como familia unida, de pronto... las contracciones empezaron, expulsó el tapón mucoso y empezaría el trabajo de parto, Alexander manejó a una clínica cercana, y... empezó el trabajo de parto. Mía, dió dos empujoncitos y nació la criatura bendecida. ¡Un varón! Pesó 3,280 gramos. Midió 42 cm. Lloró al instante de nacer, lo pusieron al pecho de su padre, pues... debían hacerme la operación de cerrarme la fábrica, ya no más bebés. 

El hombrecito que nació se llamó: Noah Alexander Wends Lawrense, nuestro segundo y último varón. Teníamos mucho amor para el en casa, brazos sobraban para cargarlo, era tranquilo, muy pacífico, más bien ni protestaba. 

Su crecimiento fue muy bonito, creció rodeado de muchas mascotas en casa, pues tuvo perros, gatos, loros, peces, y sus hermanos lo amaban y consentían un montón. 





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