Zombie; Chronicles

Realidad 5.1 ZONA D

Monterville
Mayo 2103
Día 26
(Tarde)

-Hora de ser discretos -un orgasmo nació en mis oídos con la última nota.

Judha guíaba el vehículo por calles soleadas y desiertas. El silencio me rodeaba con sus brazos y comenzaba a extrañar la música. Mis ojos buscaban enemigos por todos sitios y a mi lado sentia Guillén igual de tenso.

Entonces el sargento desaceleró y mi mirada vio más allá del parabrisas. El coche se detuvo.

-No -balbuceo Guillen-, no queda nada.

Las puertas se abrieron y bajamos hipnotizados por el paisaje. A unas cuantas calles de distancia vi lo que quedaba de la ciudad.

Mi memoria disparaba aquellas fotos y vídeos del Berlín de 1945 bombardeado, del Japón después de hiroshima. La semejanza me dejaba sin respiración.

Edificios sin techo, esqueletos sin ventanas, metal retorcido, ladrillos, madera astillada. Irreconocibles, huesos sin cuerpos, cuerpos sin huesos.

Zapatos y ropa sin dueños, construcciones vestidas con muebles calcinados, estructuras colapsadas sobre estructuras, abrazos de yeso y polvo.

Las fachadas ascendian al cielo como dedos huesudos, montañas de escombros se rendían a mis pies. Farolas solitarias zigzagueaban por la zona como los últimos dientes de un anciano. Una columna se alzaba orgullosa, sosteniendo nada.

La plaza estába repleta de ruinas, rocas y destrucción. Algunas ventanas se mantenían en pie por arte de magia pero no había más a su alrededor.

-Estuvimos aquí... -tartamudea Ale.

Busque aquel edificio donde sobrevivi encerrado por tanto tiempo pero no consigui distinguir nada. Una tolvanera se levantaba como fantasma entre los escombros y el viento la arrojaba en mi dirección. Tocia intentando expulsar el polvo de mis pulmones.

Barbara chisto a mi lado y te dijo que guardase silencio.

La mujer te obsequia una mirada ofendida y regresa la vista a las ruinas.

El viento soplaba de nuevo pero esta vez a 2 kilómetros de mi cabeza y un ejército de nubes grises lo ensombrecia todo. El sargento alzó la cabeza con labios fruncidos.

-Creo que no va a llover.

-Eso espero -Guillén se acomodaba la gorra-, este lugar ya es lo suficientemente tétrico.

Romo permanecia callado, su mirada escudriñando cada rincón. Judha dio un paso más hacia los escombros y busco a Bárbara con la mirada.

-¿Y bien? -el sargento giro el cuello en una y otra dirección-. ¿Barbara?

Guillen, Ale y yo escudriñámos los alrededores sin éxito.

-¿Dónde está esta mujer? -mascullo el sargento.

En lo alto del cielo las nubes continúaban su camino y el Sol ilumina la plaza una vez más.

-Allí está -dije señalando la esquina más adelante.

Camine hasta su posición y me la encuentre arrodillada, inspeccionando el suelo.

-¿Qué hace? -pregunto el sargento.

-Shh -chisto Barbara.

Entonces sigui su mirada y las vi, Pisadas en el polvo.

-¿Zombis? -pregunte.

-No -la mujer me señalo la distancia de un pie a otro-, camina recto, no se tambalea, no arrastra los pies. Parecen pisadas humanas.

-Oliver parece humano -dije sin despegar la mirada del suelo.

Judha, Ale y Guillén investigaron los vestigios pero Daniela ya estába un paso por delante.

-Hay dos rastros -comento tras desempolvarse las manos-, uno se dirige al este y el otro a la oeste .

El sargento se rasco la barbilla.

-¿Alguna otra pista?

-No.

-¿Es el mismo individuo? -pregunto Romo

-Eso parece.

El silencio vuelvio a las calles de Adam hasta que otro ataque de tos sacudio mi cuerpo. Mi premio fue un grupo de miradas hostiles.

-¿Bárbara?

-Tendremos que seguir ambos rastros -la mujer se encogio de hombros-, el orden da igual.

-Prosigamos entonces.

-Al lío -añadio Guillén.

Avanzámos con cuidado de no borrar las pisadas. Gravilla y roca crujian bajo nuestros pies y aprete los dientes intentando silenciar mis pasos. Aquí los edificios estában menos dañados, pero aún así encuentraba fachadas derrumbadas y escombros esparcidos por la calle.