Realidad 2.8 JUSTO A TIEMPO

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Monterdville
Abril 2102
Día 11

La lluvia de puños continuaban azotando la puerta. Sentía las vibraciones en las suelas de mis zapatillas. Samm es una estatua angelical en tus brazos y Rambo ladra rabioso.

Mis  ojos recorrían cada rincón buscando una escapatoria. Gritos, ladridos, gemidos, vibraciones... «piensa, piensa».

«Bajar por las escaleras es imposible —descarte en mi mente— salir por la ventana también...».

—¡Mierda! —grite— ¡Bajar, tenemos que bajar!

Los rugidos de los reanimados aumentaban mientras Rambo ladraba, mordía y su saliva volaba por los aires.

«Tranquilo —me dije — respira, respira. ¿Cuántas maneras hay para bajar? Las escaleras... y el ascensor. ¡El ascensor! ¿Funcionará? —me preguntaba  apretando a Sam en mis brazos—. Es la única opción».

—Rambo, prepárate.

Me acerque a la puerta de mi habitación. Gemidos moribundos entraban por mis oídos y recorrían cada nervio de mi cuerpo. Otro paso más. Sam no pestañea. Mano sobre el picaporte. Rugidos. Tiré hacia abajo.

El ruido era ensordecedor pero todavía no habían conseguido derribar la puerta; su hedor a muerte, sin embargo, consumía el aire.

Toque el botón del ascensor con todos los dedos de mi mano. La luz se encendió. El motor mecánico volvió a la vida y produje el sonido más bello que hayas oído jamás.

«Y Eu decía que un ascensor en un apartamento de 3 plantas era exagerado e inservible», dije en mis adentros.

¡CRAC! las bisagras de la puerta absorbían la fuerza de los golpes. Los gemidos se escuchaban más cerca. El ascensor no llegaba.

—¡Vamos!- finalmente llego, abrió sus cromadas puertas e ingresamos para intentar escapar por el estacionamiento subterráneo.

Sentía  las vibraciones de sus pisadas y sus gemidos enmudeciendo todo. Relajaba mis músculos. De a poco me iba adentrando en mi mismo; paz. Había olvidado la sensación. El viento me mecía como a una hamaca. «Ya es hora —escuchaba decir a una voz en mi mente—, ya es hora».

—Ya lo sé —susurré—, todo va a estar bien.

Pero de pronto un grito agudo rasga el aire, se adentra por tus oídos y destruye tu estado de ensueño.

Abrí los ojos y te encontré con Sam zarandeándose y gritando en mis brazos. Mire atrás con resignación y vi una decena de rostros hambrientos. Con resignación me  puse de pie. No había más fuerzas en mi. Rambo te miraba con la lengua fuera.

En ese instante lo escuche por encima de los gemidos; el motor de un coche. Busque con los ojos lo que me comunicaban los oídos. Allí estaba, un vehículo rojo a una calle de distancia. Di un paso, mis tendones ardían con el esfuerzo.

—¡No puedo más! —grite avanzando con lágrimas en los ojos— ¡Vamos!

Rambo me seguía igual de agotado. Sam me clavaba aún más sus uñas diminutas.

Aumente el ritmo y el conductor acelero. Los muertos seguían detrás de mi. Los más lentos iban quedando atrás profiriéndome gemidos impotentes, los más rápidos rugían y acortaban la distancia.

—¡Más rápido! —arengaba al conductor.

Era una carrera por la vida. El coche llego entonces acompañado por una ráfaga de viento. La puerta del copiloto se abrió.

—¡Entra!

Lanze a Sam dentro del coche, cogí a Rambo por el collar y salte dentro del vehículo. Cerré la puerta. El coche arranco. Cerré los ojos y abandone mi cuerpo.

—¡Ha estado cerca! —creí oír a lo lejos—. ¿Como has estado Michael?

-No muy bien Alan-

Zombie; ChroniclesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora