Realidad 5.3 PARÁ TI

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Monterville
Mayo 2103
Día 27
(Noche)

—¡Te quiero, papá! —dijo Sam apretándome las piernas.

—¡Y yo a ti, mi princesa! —la alze en brazos y la besé.

—¡Uf, otra vez hueles muy mal!

Reí, la apoye en el suelo y cogí una toalla.

—¿Mi hija llamándome un hediondo? ¡Esto no puedo permitirlo! ¡Me voy a duchar!

—¿Qué es un «hediendo»?

Estába agotado y la energía de Sam podia ser el último clavo en mi ataúd.

—Mary  me lo explica ahora —sentencie y sin esperar respuesta me fui al baño.

UN POCO MÁS TARDE

Sali de la ducha con el cuerpo entumecido y el corazón aletargado. Limpie el vapor del espejo y mis ojos te devuelven la mirada.

Esa barba va creciendo, bien. Estaba inspeccionando una cana rebelde en mi quijada, cuando vi a alguien en el espejo.

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—¡Ale!—dije bajando la rasuradora—. Joder, qué susto me has dado.

—Agradezco que quieras protegerme, Michael —comento  ale obviando mi reacción—, pero no creo que sea justo que me excluyas de estas misiones. Yo soy la que más interés tiene en encontrar a Oliver.

Le regalé una semisonrisa y volvi a mirarme en el espejo
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—¡Ale! Joder, qué susto me has dado.

—Menos mal que nos perdimos ese terremoto hoy, ¿no? —comento Ale obviando mi  reacción—. Aunque me podría haber ahorrado la caminata de regreso.

—Ya, ¿tú también estás muerta de cansancio?

—Pues… la verdad es que… —la mano de Ale encontro un hueco en la toalla—. Estoy llena de energía.

—A... Al…

La toalla cayo silenciosa al suelo. Las manos de Ale recorrían mi torso mientras sus rodillas se flexionaban.

—Ale… —cerre los ojos.

Sus manos estaban en mis muslos; su boca a centímetros de mi.

—Y hambrienta —su aliento me estremeció.

-A... Al…

—Shhh, mi amor.

Su boca se cerro sobre mi, sentí que perdía el equilibrio y me agarre de su cabeza.

—Mmm —gimio ella.

Su lengua dibujába figuras en mi cuerpo y me entregue al placer.

-A… —habia perdido el habla.

—Shhh… mmm…

Al salir de la ducha creía que no podía estar aún más húmedo. Me equivocaba.

UNOS MINUTOS DESPUÉS

Estaba recuperando el aliento, a punto de vestirme, cuando escuché los pasos de Ale saliendo del vestuario, deteniéndose en la entrada y luego entrando una vez más.

—¿Ale? —pregunte.

Mi pareja camino hacia mi y, sin buscar contacto visual, me ofrecio la mano. Algo rojo decoraba su palma.

—¿Qué es eso?

—Una pulsera —te miro al fin—, para ti.

La cogi sonriente.

—¿Para mí?

—Sí, la he hecho yo —puso sus dedos en mi muñeca—. Se pone así… la ajustamos por aquí abajo… un nudo… ¡y ya está!

Me mire la muñeca enrojecida y luego la bese en los labios.

—Gracias, Ale.

—De nada —respondio y se marcho del vestuario, feliz.

Una vez Ale se habia marchado, me vestí, regrese a la habitación y dormi una larga y merecida siesta.

Zombie; ChroniclesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora