1̷8̷: "t̷i̷e̷m̷p̷o̷ c̷o̷m̷p̷l̷e̷t̷o̷"

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Debía de estar loco. No, definitivamente estaba loco para llegar a esas horas a la casa de la familia Jeon y tocar desesperadamente el timbre. Sí, era consciente de que probablemente estaban durmiendo y a eso se debía que tardaran tanto en responder. Pero los nervios no dejaban que se detuviera de presionar aquel botón con urgencia.

—¿Quién es? —preguntó con notorio enfado a través de un comunicador una voz femenina que Soobin no conocía.

Debía ser la madre.

—Soy Choi Soobin —soltó enorgulleciéndose de que su voz sonará estable—, supongo que ya sabe sobre mí.

Sintió la puerta ser abierta y una mujer de cabellos marrones a la altura del hombro, ojos castaños claros y del tamaño del de Rena salió a recibirlo. Usaba una bata encima de la pijama para taparse del frío y tenía sus brazos cruzados uno sobre el otro mientras lo miraba con el ceño fruncido. Podía haberse despertado recién, mas su cabello estaba casi perfectamente ordenado.

Soobin pudo decir que Rena físicamente se parecía mucho a esa señora.

—¿Qué haces aquí? —sentía su mirada asesinarle.

—Y-yo vengo para hablar con Rena.

La señora soltó una risa sarcástica y lo miró con una ceja alzada.

—¿Quién es, cariño? —preguntó un señor de igual manera con una bata sobre su pijama y colocándose al lado de la madre de Rena.

El anillo que ambos poseían hacia obvio que él era su esposo.

—El niño que cree que nosotros dejaremos a alguien como él pisar nuestra casa para hablar con Rena. ¿Buen chiste, verdad? —ironizó ella. Poco después su esposo la acompañó en su risa.

Soobin repentinamente se sintió intimidado por la altura del hombre de cabellos del mismo color al de Rena, pese a que este solo era unos centímetros más alto que él. Ni hablar de la mirada retadora de la que era la esposa.

Pero ellos querían humillarlo. No iba a permitirlo.

—No le veo la gracia. Ustedes y yo no somos muy diferentes; somos personas, tenemos dos ojos, dos brazos, un corazón y el mismo deseo de sacar adelante a los que más queremos. Lo único que nos diferencia son las facilidades con las que nacimos —cerró los ojos tomando aire y los abrió sintiéndose menos tenso—. Ustedes son una familia con poder y seguramente prohibieron a Rena el estar conmigo, lo que significaría que me han investigado. Sabrán que tengo dos hermanas menores, que mi padre nos abandonó, mi madre está internada en un psiquiátrico y sin embargo yo no me he rendido; he hecho todo lo posible para cuidar de mis hermanas. Puedo no ser el candidato perfecto que ustedes desean para su hija, pero al menos mala opción no soy. Sé que ella está comprometida, lo vi en las noticias y cometí un gran error. Quisiera arreglar las cosas con Rena, no me importa que tenga prometido porque sé que no es lo que ella quiere. Así que si me disculpan, incluso si hoy no me dejan verla voy a hablar con ella de una u otra forma, quieran o no.

Los esposos lo miraron en silencio por unos momentos. Soobin sonrió creyendo que los había logrado convencer, pero entonces la señora sonrió aterradoramente y sus comisuras decayeron en una línea recta. Tenía un mal presentimiento.

—¿Que harás qué? —rió—. Tú mismo lo has dicho, tu padre los abandonó y tu madre está en un psiquiatra. Tienes todas las de ser igual de loco como ellos. ¿Crees que siempre estarás con tus hermanas? Algún día las dejarás como ese hombre hizo o por el contrario, ellas te dejarán a ti —la de ojos rasgados comenzó a caminar a su alrededor. Soobin miró el suelo presionando sus manos en dos puños. Ella quería jugar con su mente, no debía creerle. No debía—. En algún momento se darán cuenta de la vida miserable que les estás dando y entonces buscarán una mejor oportunidad. Te quedarás solo y todo será en vano. ¿Qué harás entonces? ¿Podrás salir adelante? Ahora mismo no tienes un empleo. ¿Cómo cuidarás de mi hija si ni siquiera puedes cuidar de ti mismo?

p̷a̷r̷t̷-t̷i̷m̷e̷ b̷o̷y̷f̷r̷i̷e̷n̷d̷ - c̷h̷o̷i̷ s̷o̷o̷b̷i̷n̷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora