Caminaba a paso lento, parecía cansada y su postura te llevaba a pensar que cargaba un peso de 20 kilos a su espalda. Caminaba decidida, sabía a dónde iba pero algo muy obvio era que iba agotada.
Acababa de salir de la tienda de discos que visitaba siempre que sus artistas favoritos sacaban música nueva. Era una tiendecita en el barrio más pequeño de la ciudad cuyo jefe era un amable señor de alrededor de 50 años que siempre llevaba una sonrisa en la cara.
Siguió caminando bastante rato por calles oscuras. Ya eran las 19:00 y a esa hora comenzaba a oscurecer en aquella época del año. Llegó a su cafetería habitual, donde la camarera de todos los días le ofrecía la misma sonrisa de todos los días mientras ella una vez más hacía el pedido de cada día. Un capuccino, calentito, pero tampoco mucho y se marchaba directamente a su casa, que afortunadamente se encontraba solo a unos pocos metros y esto no daría tiempo al café para que se enfriase.
Subiendo por el ascensor se miró al espejo y no quedó para nada asombrada de lo que vió, pues era la misma figura de todos los días. Abrió la puerta de su casa y anunció su llegada en voz alta para que pocos segundos después una efusiva bienvenida la recibiera. Vivía sola, junto a su perro al que un día decidió adoptar y llamarlo Nugget por el color de su pelaje. Podría decirse que ahora vivía sola ya que quienes antes compartían piso con ella se habían esfumado de la noche a la mañana. Sus pasiones desaparecieron de un dia para otro, su guitarra llevaba meses cogiento polvo en la esquina del salon y el ordenador en el que escribía apasionantes historias seguramente se sentía abandonado ya que ella ni siquiera se había parado a intentar recordar dónde lo dejó por última vez. Se quitó la chaqueta colgándola en el perchero de la entrada y se sentó en el sillón que tenía delante de la ventana, donde tantas veces se había sentado a imaginar maravillosos universos pero en el que ahora se sentía completamente perdida.
"¿Tienes hambre gordito?" Le preguntó a su compañero que le miraba sentado en el suelo, éste solo se levantó y caminó hacia donde ya sabía que estaría su comida en unos instantes.
Levantándose del sillón vió la bolsa con su nuevo disco que había dejado en el recibidor nada más entrar y lo colocó en la estantería donde estaría con el resto, al lado de aquel tocadiscos que le regaló su madre las navidades pasadas.
Fue a la cocina y agarró el saco de comida de perro echando una cantidad considerada y diciendo "esto, es un extra por haberte dejado un poquito abandonado hoy, ¿vale?" antes de ponerse a comer, el perro se le acercó pidiendo caricias, a veces Nora se cuestionaba si este le entendía, por que realmente muchas veces parecía que podía llegar a leer su mente.
Se fue a poner su pijama y una vez más se sentó en el sillón, pensativa, con el café ya tibio en la mesita de al lado y así se quedó dormida.
A la mañana siguiente la alarma del móvil la despertó dejándola un poco aturdida quizás por el alto volumen que la alarma tenía. Ya era lunes, otra vez. Se vistió y fue a trabajar mientras se concienciaba de los seis días que tendría que ir a trabajar antes de tener el día libre otra vez. En el metro llevaba los audífonos puestos mientras observaba a la gente de su alrededor. Casualmente había ciertas personas a las que se cruzaba todas las mañanas, personas que probablemente tuvieran una vida tan rutinaria como la suya. A veces se preguntaba si se sentirían tan perdidos como ella con respecto a lo monótono. Llegó veinte minutos después a su trabajo tan puntual como siempre, con quince minutos de margen solo por si acaso. Trabajaba en una editorial pequeñita, que llevaba unos años en funcionamiento pero que a pesar de llevar tan poco tiempo iba bastante bien. El director de la empresa la contrató el día que pudo leer uno de sus relatos en el periódico local pero últimamente se mostraba algo decepcionado con ella al ver que la escritura se había apartado de su vida. Su trabajo básicamente consistía en revisar algunos libros por última vez antes de publicarlos para asegurarse de corregir hasta el más mínimo fallo gramático, aunque otras veces le encargaban traducciones para las que le dejaban un margen de un mes pero que ella siempre solía acabar en la mitad de tiempo. Le gustaba demostrar que era buena en su trabajo ya que esto seguramente le daría una mayor permanencia en la empresa.
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The loving
RomanceUna historia sobre cómo una chica consigue reencontrarse con sigo misma tras conocer a alguien que le haga ver que el mundo también tiene una cara bonita. Historia actualizada cada semana.