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Tres meses habían pasado, tres meses que habían sido como un sueño para Jimin y una tortura para Yoongi. Quizás uno lo estaba pasando mejor que el otro, pero ambos se extrañaban a pesar de negarlo.

Jimin se dejó caer en su cama, cerró sus ojos y sonrío. En tres meses había logrado muchísimas cosas, había adelgazado gracias al baile y al constante ejercicio que realizaba. Incluso, salía con amigos. Sí, amigos, Jimin hizo amigos por su cuenta en aquel lugar. Su ingles cada día mejoraba más al igual que su talento innato en la danza.

- Lo estás haciendo increíble Jimin, sigue así. - se abrazo a sí mismo y soltó una dulce risa. Su autoestima podía no ser la mejor, pero de a poco iba subiendo.

Desde la ventana de su habitación escuchaba el ruido de la ciudad de Toronto. Se levantó de la cama, se acercó a su parlante y colocó música. Tarareo la canción que se reproducía y movió su cadera al ritmo de la música sin una coreografía en específico.

Se sentía de maravilla, sobretodo por el hecho de que sabía que al regresar a Corea dejaría a todos con la boca por el suelo.

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Dejó caer su cabeza en el libro de biología que se encontraba sobre la mesa, estaba harto de todo. No se podía concentrar en nada, nada le sacaba una sonrisa.

- Dios, soy tan patético. - se dio unos leves cabezazos y suspiro. - Mierda Min, deja de lloriquear y concéntrate. Al menos debes sacar buenas calificaciones.

Suspiro una vez más y levantó su cabeza, comenzando a responder las preguntas en su libro. Pero luego de veinte minutos cerró el libro frustrado, por más que tratara, a su mente solo llegaban imágenes de Jimin.

Cubrió su rostro con sus manos y grito.

- Maldito corazón, maldito yo, maldito Jimin...No, él no tiene la culpa de nada. - descubrió su rostro y miró el techo de su habitación. - Por favor, dame una segunda oportunidad.

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Jimin se miró al espejo, de pesar ciento treinta y siete kilos a pesar ochenta kilos sí que había un cambio. De cierta forma no pudo evitar sonreír, de a poco iba consiguiendo una de las cosas que más había querido desde hace tanto tiempo y todo era gracias, no solo a su perseverancia, sino que también de los profesionales a los que había acudido. Y por supuesto, al baile.

Se colocó una de sus antiguas playeras, que aunque le quedaba grande le seguía gustando. Entre sus cajones busco unos pantalones que había comprado hace poco, pues los que tenía ahora le quedaban gigante.

Entró en su baño y se maquillo un poco, nada exagerado, solo un poco de sombra para ojos y un brillo labial que le quedaba hermoso. Miró fijamente su reflejo, recordando a su antiguo yo, se sentía orgulloso de sí mismo, se sentía orgulloso de ser Park Jimin.

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Miró su reflejo en el espejo sucio de su baño, vaya mierda que veía. Su piel pálida ahora era de un tono grisáceo, tenía unas ojeras gigantes y sus ojos rojos.

- Ni un drogadicto tiene los ojos como yo. - lavo su rostro con agua fría, tratando de despertar de la pesadilla que traía por vida.

Su celular vibró indicando que lo llamaban, supuso inmediatamente que era Hoseok, pues era el único que lo llamaba y que seguía insistiendo en caso de que no le respondiera a la primera.

-¿Qué mierda quieres, Hoseok?

- Mocoso insolente, ¿así le hablas a tu amado padre? No soy tu amiguito Hosok o cómo mierda se llame.

Yoongi frunció el ceño y apretó su mandíbula, odiaba a su padre. Lo odiaba desde que tenía uso de razón.

-Di rápido lo que quieres, viejo.

- Tienes mi mismo carácter, mocoso. - el hombre de la otra línea hizo una pausa y trago saliva. - Un pajarito me dijo qué tu y tú madre tienen las deudas hasta el cuello. Así que, esta es mi oferta. Todos los días, ya sea después de tu mierda de escuela o fin de semana, vendrás a trabajar a mi empresa.

Aguanto las ganas de gritarle que se fuera a la parte íntima de su abuela, soltó el aire que tenía guardado y habló.

- ¿Qué tal si me niego?

- Pues te pudres, así de fácil.

Se quedó callado unos minutos, su decisión podía hacer que su vida tomara un giro de 180 grados, ya sea para bien o para mal.

- Bien, tu ganas. - sin decir nada más colgó. Miro su reflejo en el espejo y en un arrebato de enojo, estampó su puño contra el vidrio del espejo.

Gritó, no sabía bien si de dolor o de enojo. Sintió la sangre correr por su mano, miro su reflejo que por alguna razón sentía que esta vez si le mostraba lo que realmente era. Estaba trizado, roto.

- Creo que después de todo, yo te necesito.

Quizás ahora sus realidades si eran distintas, uno sonriendo y disfrutando del baile mientras que el otro se hundía cada día más en su propio abismo.

Pero ambos estaban destinados el uno al otro, si bien, el tiempo los podía separar, el destino siempre los volvería a juntar.

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El tiempo pasó más rápido de lo que Jimin creía, ya había completado su año en Canadá. Su matricula en la academia de baile ya había llegado a su final. Había bajado de peso, dándole una imagen completamente diferente a la que tenía.

¿Hubo algún cambio en Jimin? Oh sí, claro que sí. Ahora tenía una cintura marcada y algo pequeña, su cara tenía los rasgos más finos que antes, era bastante delgado pero sin exagerar. También se había teñido su cabello, pasó de un color castaño a un color rosa suave que lo hacía lucir más tierno que antes.

Ahora sus pantalones eran ajustados, sus playeras podían ser de tonos suaves e incluso tener lentejuelas. Algunas veces usaba crop tops que hacían resaltar aún más su hermosa figura.

Miró su alrededor, aquella habitación que había sido suya por un año donde había cantado a todo pulmón y bailado con toda su alma. Metió las últimas cosas en su maleta y suspiro, salió de la habitación encontrándose con su padre parado al medio del comedor.

- ¿De verdad debes irte hijo? Te he dicho que esta es tu casa también, si quieres te puedes quedar. - Jimin sonrío por las palabras de su padre, si fuera por él, se quedaría en esa casa y en ese país por siempre. Pero debía volver a Corea, volver a su casa, volver y arreglar muchísimas cosas.

- Sabes que debo volver papá, no quiero que mamá se enoje y tome un vuelo hasta acá. - ambos rieron, Jimin no aguanto más y fue corriendo hasta su padre para abrazarlo con todo su amor.

- Está bien, pero sabes que siempre serás recibido aquí. - susurro un suave 'sí', rompió el abrazo alejándose de su padre. - Bueno, vamos, no quiero que pierdas tu vuelo.

Jimin tomó su maleta y siguiendo a su papá por detrás, salieron del departamento para ir hasta el aeropuerto.

Era hora de volver, hora de demostrarle a todos que él cambió y que ahora era más fuerte que antes.

- Cambié...y espero que tu también lo hayas hecho.

- ¿Dijiste algo Jimin?

- No, nada papá. Vamos, creo qué esa es mi puerta.

𓆩𝑪𝒂𝒎𝒃𝒊𝒂𝒔𝒕𝒆 𓆪꒱࿐ [윤민]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora