Tiempo después, el alcohol le había pasado factura a Charlie. Apenas si se podía mantener de pie y a duras penas fue a dar a su habitación. Detrás de ella estaba su querido "acosador" entre las sombras. Tenía tantas cosas que decirle, pero al mismo tiempo sabía que no podía debido a su orgullo. Y el estado actual de Charlie tampoco era de mucha ayuda. La rubia cerró la puerta y se tiró en la cama con los ojos cerrados. En ningún momento se había percatado de la presencia del demonio de la radio. Hasta que su voz la hizo sobresaltarse e incorporarse en su cama de golpe.—Es increíble...te vas por unas cuantas horas y regresas comprometida—Su voz molesta le parecía jodidamente atractiva. Qué locura, ¿no?—¿Qué te sucede, Charlie?—La confrontó con la voz ronca. Una oleada de calor le revolvió el vientre, pero ella se concentra en estar indignada. No debía ceder ante sus impulsos por más ganas que tuviera de tirarlo en la cama y montarlo en ese preciso momento.
—Mi compromiso fue cosa de mis padres, cuestión de negocios. Y...ya no me acuerdo que más me dijiste—Confesó debido a su ebriedad.
—No debiste beber así. Tu ni siquiera tomas alcohol.
—Soy la princesa del infierno. Yo puedo beber lo que quiera, cuando quiera, donde quiera y siempre que quiera. Gracias—Alastor la miró fijamente. Sí, definitivamente estaba muy ebria. No tenía sentido tratar de hablar con ella, no lo recordaría.
—Eres aún más fastidiosa cuando estás ebria—Le espetó, y se dejó caer en el sillón de la habitación.
—¿Ah sí? Pues tú lo eres más. Y, dime...¿Quién te dió permiso de sentarte?—Resopló cruzándose de brazos. El la miró con sus ojos rojos y brillantes. Carajo, se veía realmente atractivo cuando estaba enojado...
—No puedo creer que vayas a casarte.
—No puedo creer que hayas entrado a mi habitación sin permiso—Replicó.
—¿Lo has hecho con él?
—¿¡Qué?! ¿¡Cómo te atreves a preguntarme eso?!—Gritó.
—Responde a mi pregunta.
—No. Por supuesto que no.
—¿Ibas a hacerlo? ¿Quieres tener sexo con él?
—¡¡Cállate, Alastor!! ¡¡Estás loco !!—Exclamó molesta. Odiaba que dudara de ella.
—¿Entonces por qué no hueles a él?
—¡Eso ni siquiera tiene sentido!—Se levantó tambaleándose.—Además, no es asunto tuyo con quien me acuesto o dejo de acostarme. Puede que haya acostado con él, puede que me haya acostado con otro—Las comisuras de sus labios amenazaban con dibujar una sonrisa victoriosa, pero se obligó a permanecer muy seria cuando le dijo lentamente—: Nunca lo sabrás—Sus palabras producen el efecto deseado y a Alastor le cambia el semblante al punto de parecer una bestia.
—¿¡Qué acabas de decir?!—Bramó furioso. Ja. Esto era mucho más divertido de lo que creía. Le encantaba estar ebria, porque se animaba a decir cosas sin pensar, cosas que jamás se animaría a decir estando en sus cinco sentidos, y todo eso le daba mucha gracia.
—Ya me oíste...—Replicó, y se acercó para plantarse delante de él.—A lo mejor dejé que me cogiera. A lo mejor lo hizo aquí mismo, en esta misma cama—Dijo mirando la cama por encima de su hombro.
—Cállate. Cállate Charlie—Le advirtió con la poca paciencia que le quedaba. Pero ella se echó a reír. Se sentía fuerte, segura, poderosa, y quería arrancarle los pantalones.
—¿Qué te pasa, Alastor? ¿No te gusta la idea de imaginarme con otros?—No sabía si era la ira de Alastor, el alcohol, o las ganas que le tenía, pero sin pensarlo dos veces se encaramó en su regazo. Apoyando sus rodillas junto a los muslos del demonio. Lo había sorprendido y, si no se equivocaba, estaba temblando.