Capítulo 34

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La primera vez que estuvo a solas con ella supo que las cosas no marcharían a su favor como él pensaba. Creía que podría controlarlo todo, estaba convencido. Se sintió asfixiado durante su primer acercamiento, pero conforme pasaban los días, empezó a sentir algo creciendo dentro suyo, algo que sin saberlo, iba a cambiarlo todo. Un fuerte sentimiento de apego hacia ella. Alastor estaba acostumbrado a vivir en una soledad plenamente estructurada, nunca contó con que Charlie lo cambiaría todo. Ella sería quien acabaría con sus ideales en busca de soledad.

[...]

Se despertó. Al darse la vuelta, se la encontró junto a él. Y por alguna razón, no quería moverse o apartarla. Quería seguir en esa posición, junto a ella. Nunca había sentido nada parecido, era una sensación sumamente extraña. Sorprendentemente, no sentía repulsión ante su tacto. Ni nada por el estilo. Por el contrario, el calor de Charlie le parecía de lo más reconfortante. Finalmente lo había hecho. Se había acostado con ella. Había tenido sexo con la hija de Lucifer. ¿Cuántas personas tenían la dicha de alardear de un merito como ese?—<<Ninguna...>>—Se respondió a sí mismo con autosuficiencia. Él había sido quien le había arrebatado la pureza a aquella rubia hiperactiva. Charlie era virgen; él mismo lo había comprado hace poco. Aunque ya lo había deducido desde mucho antes de esa noche, él tenía un olfato excelente y podía detectar cualquier aroma externo a ella. La idea de haber sido el primero en poseerla lo estaba poniendo tenso, y más porque no se arrepentía en lo absoluto de haberlo hecho. Por el contrario, le había encantado. Y esto lo tenía completamente desconcertado. No se suponía que debería gustarle. Sin embargo, lo hacía. Lo sintió desde el momento en el que los labios de Charlie rozaron los suyos por primera vez. Sintió que algo se revolvía en su interior, en un lugar profundo y recóndito. No recordaba que nadie hubiera llegado nunca hasta él, probablemente porque nunca había pasado. Ella había logrado despertar algo en él. Supo que desde ese momento nada volvería a ser igual. Su vida estaba cambiando a tal velocidad que apenas si podía seguirle el ritmo. Era feliz...Por fin había descubierto el verdadero significado de esa palabra. Los días pasaban volando, demasiado deprisa como para darse cuenta de que le estaba ocurriendo. Cuando ella se abrió a él, entró sin dudarlo y se hizo un hogar en su interior. Ella le regaló lo más profundo de su inocencia y él lo había tomado sabiendo que no le pertenecía, pero mentiría si dijera que no deseaba que ella jamás se enterara de esto. La quería y la estaba utilizando al mismo tiempo. Empezaba a preguntarse si Charlie era su perdición o su salvación. La había hecho suya, a toda ella, pero se le escurría de entre los dedos como los granos de un reloj de arena.

[...]

Con el tiempo, ambos habían llegado a un acuerdo. Era muy simple en realidad. Lo que pasaba en la habitación, se quedaba en la habitación. Nadie podía enterarse de sus actos indecorosos. Dicha regla impuesta por Charlie, puesto que ella estaba en una relación con Vaggie y no quería lastimarla. La atracción que había comenzado a sentir por el demonio radio la sorprendía cada vez más y más. Nunca pensó que lo suyo duraría más de una noche, no podía estar más equivocada al respecto. Por su parte, Alastor había comenzado a experimentar cambios significativos en su persona. Sus actos habían dejado de considerarse "normales" desde que había comenzado a presentar un montón de conductas extrañas hacia la rubia. Se la pasaba pensando en ella todo el tiempo, al grado que había dejado completamente de lado su propósito original. Sus pensamientos hacia Charlie se basaban principalmente en la preocupación que le generaba el imaginar que en algún momento ella se aburriría de su "compañía". El insomnio era otro de los efectos secundarios y extraños que había comenzado a desarrollar. No podía dormir, su cabeza siempre estaba ocupada pensando en como sería su próximo encuentro y en lo bien que se la pasaría con ella. Charlie lo estaba engullendo por completo, centímetro a centímetro, llevándose todo a su paso. Odiaba su sentir, detestaba que su mundo girara al rededor de la demonio de mejillas rosadas que siempre lograba sacarlo de quicio...Siempre se había creído el más fuerte, el amo y señor de todo, hasta que aquella mujer llegó a su vida cual terremoto y le arrebató su corona.
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—Detente...—Comenzó a decir con sus mejillas sonrojadas mientras echaba la cabeza hacia atrás. Quería apartarse de él, pero Alastor le estaba besando el cuello de una manera tan placentera que le parecía imposible apartarse sin más.—Ya fue suficiente por esta ocasión—Dijo armándose de valor y alejándose de él. Alastor por su parte la miraba con una ceja arqueada y con su característica sonrisa galante.

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