Charlie y Alastor habían subido a la habitación de la chica y habían pasado la noche juntos. El primero en despertar fue Alastor. Abrió los ojos y se giró a la derecha para mirar a la hermosa chica que dormía justo a su lado. Era tan hermosa que incluso parecía mentira que fuera una demonio. Soltó un leve suspiro tras apreciar su belleza y la abrazó por la cintura apegándola a él. Pegó su nariz al cabello de la chica, le encantaba el aroma de Charlie. Tan dulce y deliciosa. Con su mano recorrió su mejilla hasta llegar a sus labios; hasta que se detuvo en seco e hizo una mueca de disgusto al recordar lo de la noche anterior.
<<Ese imbécil la había besado...>>
<<Debía pagar...>>
<<Debía sufrir...>>
Después de un par de segundos en completo silencio, se puso de pie y chasqueó sus dedos. Estaba completamente vestido y emprendió camino hacia la puerta. Antes de salir le dirigió una última mirada a Charlie, sonrió levemente y salió de la habitación.
[...]
No fue difícil descubrir dónde vivía. Únicamente tuvo que amenazar de muerte al chofer de Charlie y se lo dijo todo. Harold se encontraba en su residencia mirando el panorama del infierno con una sonrisa complementando su rostro, hasta que una sombra se planteó delante de él y lo hizo sobresaltarse.—¡Vaya, me has sorprendido!—Se tocó el pecho y luego lo miró de pies a cabeza.—¿Qué acaso no eres el demonio radio?—Dijo sorprendido al reconocerlo. Alastor tenía muy mala fama por todo el infierno, nadie se atrevía a meterse con él. El demonio ciervo no decía absolutamente nada. Solo emitía un extraño sonido de interferencia de radio llena de estática y tenía sus ojos fijos en Harold.—¿Qué haces aquí?—Dijo con un extraño tono de voz despreocupado. No se sentía en absoluto amenazado por la presencia de Alastor.
—Te sugiero que no te hagas el tonto. Solo empeorarás las cosas—Harold sonrío de lado sin entender.
—No tengo la menor idea de lo que hablas. Yo no hago tratos con demonios, me temo que te has equivocado de víctima mi querido amigo—Se burló de él con una sonrisa socarrona.
—¿Como fue que te atreviste a hacer eso? ¿tan poco aprecias tu patética vida?
—¿Hacer qué?—Alastor apretó los puños y su sonrisa se esfumó dejando a la vista su apariencia demoníaca.
—A besarla...—La cara de Harold cambió de un momento a otro. Ahora las piezas estaban juntas. ¡El demonio radio era quién había lastimado a Charlie! ¡Él era la barrera que lo separaba de la bella princesa del infierno! ¡Era él!
—Así que eres tú...—Frunció el ceño y cerró sus puños con molestia.
—¿Cómo es que fuiste tan idiota como para meterte con algo que es mío?—Las palabras de Alastor eran como leña y Harold era el fuego. Con cada palabra que decía, el enojo de Harold solo crecía más y más.
—Ella no es tuya. No es una posesión—Lo desafío. Alastor alargó los brazos, lo agarró del cuello y lo estampó con todas sus fuerzas contra la pared. Se escuchó un golpe en seco, así que ya sabía lo que había pasado. Pero cuando Harold levantó la cabeza y gritó: <<¡Me has roto el labio, idiota! >> mientras forcejeaba para liberarse de él, había de admitir que la cantidad de sangre que salía de su boca lo hacía sentirse satisfecho. Había querido hacer eso desde el maldito día que lo vio besar a su querida Charlie.
—No te vuelvas a acercar a Charlie—Se dirigió a la salida con calma. Estaba satisfecho, al fin se había librado de todo ese odio que guardaba dentro de sí.
—¡Me importa un demonio lo que digas!—Rugió yendo a su dirección.—¡Además mira lo que me has hecho, idiota!—No supo cómo. Pero de un momento a otro, Harold ya estaba siendo asfixiado por uno de los tentáculos que Alastor invocaba. Estaba ardiendo en ira. Nunca se había sentido tan furioso en toda su vida. Charlie iba a matarlo cuando se enterara. Debía irse ya. Merecía que lo torturara, pero si lo hacía ella se iba a poner tan furiosa que seguramente lo dejaría, otra vez.