El demonio radio se había visto obligado a adquirir esa costumbre. A causa de la indiferencia y constante rechazo de su esposa con el paso de los días. Sólo podía gozar de su compañía mientras esta dormía. Así que, cada noche irrumpía en la habitación de la mujer que le robaba el sueño para pasar tiempo con ella y con la pequeña pelirroja que siempre lo recibía con una enorme sonrisa. Elizabeth era la única que realmente disfrutaba las visitas de su padre. No paraba de sonreír y revolver su cola cada vez que lo veía aparecerse por las noches. Diez días. Llevaba diez días sin hablar con Charlie. Parecían eternos, cada maldita hora era peor que la anterior. Cuando lo había dejado la primera noche siguió esperando a que llegara a su antigua habitación. Esperó y esperó. Pero no volvió. Se sentó en el suelo a esperar. Esperó y esperó. Y el resultado fue el mismo. Bajó y se bebió una botella entera de alcohol del bar, regresó a su habitación y aún no había vuelto. Gruñó con exasperación y estrelló la botella contra la pared. Su vida era decepción tras decepción. Noche tras noche. La misma maldita rutina.
[...]
—Alastor—Lo llamó tomándolo por sorpresa. El aclamado demonio ciervo levantó las orejas de golpe al escuchar la voz de su amada pronunciando su nombre. Dejo de hacer lo que hacía y en menos de un parpadeo, se encontraba justo frente a ella. Mientras que tratando de ocultar su entusiasmo se limitó a ensanchar su sonrisa y posar sus manos detrás de su espalda para no ponerse en evidencia.
—¿Sí, querida?—Respondió a la brevedad con impaciencia y emoción en su voz.
—Llega temprano esta noche, tengo que hablar contigo—Estas fueron las únicas palabras de la rubia para después darse la vuelta y seguir con sus labores en el hotel.
Alastor tenía los ojos abiertos de par en par. ¿Había escuchado bien? ¿Llegar temprano? Sintió como sus orejas se movían de lado a lado con nerviosismo. Su sonrisa comenzó a perder su forma hasta transformarse en una mueca de desconcierto puro. <<Charlie sabía que la veía por las noches...>>—Palideció consternado y sorprendido. Se suponía que ella estaba dormida y no era consciente de lo que ocurría en su habitación cuando el hacía acto de presencia.—<<Aguarda un momento...>>—Pensó sin despegar su mirada escarlata de la rubia que se alejaba meneando las caderas a su paso. ¿Eso quería decir que...le daría otra oportunidad?
[...]
Sus sospechas estaban al limite. No sabía si quiera que debería pensar. Soltó un leve suspiro y abrió la puerta de golpe. Charlie estaba sentada en la cama con los brazos cruzados y con la mirada perdida en el suelo. El aroma a lavanda y canela inundó sus fosas nasales haciéndolo desvariar por unos segundos. Sintió como sus piernas amenazaron con flaquear en cualquier momento. Estaba a punto de dejarse llevar por su ensoñación, hasta que notó que no había rastros de la pequeña demonio ciervo que siempre lo recibía con tanto entusiasmo por ninguna parte.—¿Dónde...?—Había comenzado a hablar, pero Charlie lo interrumpió.
—Con Vaggie—Respondió a la brevedad mientras se despojaba de su saco. Alastor cerró la puerta detrás suyo y se aclaró la garganta con incomodidad. Charlie era como una especie de imán y él un pedazo de metal. No hacía falta que ella se esforzara si quiera y él ya estaba ansioso por unirse a ella. Todos sus rechazos habían destrozado su ego. Se sentía patético. Estaba rogando por una simple muestra de su afecto. Por más mínima que fuera, él la aceptaría gustoso. Pero Charlie pareciera no darse cuenta de su malestar.—Alastor...—Lo llamó. El demonio radio levantó la cabeza de golpe y la miró directo a sus grandes ojos ónix mientras apretaba sus garras contra la palma de sus manos.—¿Estás familiarizado con la función de un súcubo?—Preguntó haciendo que las pupilas del demonio radio se dilataran.<<¿A qué venía esa pregunta?>>—Pensó aturdido. Claro que estaba familiarizado con los súcubos y con lo que hacían. Su mujer había sido una súcubo durante un mes entero. Ella lo había hecho su "victima" con anterioridad. Se limitó a asentir con la cabeza haciendo que Charlie procediera a seguir hablando.—No he sido de todo honesta contigo—Admitió tomándolo por sorpresa.—Te he estado ocultando algo desde hace mucho tiempo y...dadas las circunstancias, creo que ya es tiempo de hacértelo saber.