El llanto y los sollozos de Elizabeth retumbaron por toda la habitación. Continuó así por un rato hasta que Charlie gruñó en respuesta a las protestas de su hija. Se incorporó en la cama al mismo tiempo que trataba de despertar de poco a poco. Abrió los ojos con pesadez mientras bostezaba con cansancio. Puesto que desde que su pequeña había nacido hasta la actualidad no había tenido ni un solo momento de descanso. Siempre se la pasaba despierta para atender las necesidades de su bebé. Estaba exhausta. Siempre estaba dando su mejor esfuerzo y aún así parecía no ser suficiente. Soltó un suspiro de derrota y miró a su derecha; para después fruncir el ceño al descubrir a Alastor cubriéndose las orejas con la almohada para aislar el llanto de su hija. Con el paso del tiempo, Charlie había descubierto que Alastor no tenía ni una sola pizca de sentido paternal en su cuerpo. Parecía que su cabeza no podía asimilar el hecho de ser padre. Puesto que el tema le era completamente ajeno e incluso molesto. Y esto la enloquecía.—¿Qué pasa contigo, Alastor? ¿No estás escuchando a tu hija?—Gruñó mientras le arrebataba la almohada y la ponía detrás suyo haciendo que le demonio se incorporara de mala gana.
—Quisiera no hacerlo, querida—Contestó arrebatándosela de un movimiento sumamente rápido para después volver a ponérsela en el mismo lugar, mientras que volvía a acomodarse en la cama. Charlie soltó un bufido de molestia y se puso de pie para después tomar a su hija en brazos. Se dirigió a la puerta y esta crujió al abrirse haciendo que el demonio radio se alertara y fijara su mirada de golpe en ella.—¿Qué haces?—Preguntó volviendo a incorporarse en la cama.
—Elizabeth tiene hambre—Respondió.—Aunque no es como si te importara, ¿verdad?
El demonio rodó los ojos y se volvió a echar en la cama mientras decía con pesar en su voz:—No me agradan los niños.
Charlie fruncío el ceño. Lo amaba. Pero era un idiota, un imbécil, un egoísta, un egocentrico y encima de todo eso...un mal padre. Alastor era la definición de todos y cada uno de los adjetivos negativos que se le pudieran ocurrir.—Pues esta niña es tu hija. Y ya es hora que te hagas a la idea—Frunció el ceño y salió de la habitación echando humo por las orejas. Odiaba que Alastor fuera tan mal padre.<<¡¿Qué tan insensible podría llegar a ser con ella?!>> No entendía como podía ser tan indiferente con su propia hija. Se suponía que su nacimiento lo alentaría a cambiar y a dejar de ser tan desgraciado todo el tiempo. Pero no, incluso estaba peor que antes. Estaba tan perdida en sus pensamientos que ni siquiera notó que su querido amigo peliblanco también se había levantado temprano y estaba en la cocina. La miró de pies a cabeza con una sonrisa burlona en su cara. Sí, aún estaba en pijama. Pero no estaba de buen humor, así que respondió con hostilidad:—¿Qué?—Gruñó.
—Caray, parece que alguien amaneció de mal humor—Dijo burlándose un poco de ella, para después posar su mirada en la pequeña pelirroja que Charlie traía en brazos.—¡Hola, Elizabeth!—Dijo con un tono de voz demasiado agudo. Siempre le hablaba así, Charlie pensaba que ese debía ser su intento de adoptar un lenguaje infantil, aunque era más que obvio que la niña no le respondería. En fin, cosas de Angel Dust. La pequeña lo miraba fijamente con sus grandes ojos escarlata mientras que sus orejitas se movían levemente de lado a lado. Ese gesto lo había sacado de su padre. Pero nadie más que Charlie lo sabía, puesto que Alastor jamás permitiría que nadie lo viera hacer algo tan humillante como eso.
—Ella no es muy habladora, Angel.—Dijo Charlie con una sonrisa de lado burlándose del demonio araña al ver su expresión apenada.
—Ja-Ja. Muy graciosa.Ya lo sé—Le quitó a la bebé de los brazos y comenzó a hacerle mimos en las orejas.—¡Eres la cosita más adorable de todo el infierno! ¡Me encantan tus orejas, dulzura!—Seguía acariciando sus orejitas mientras que la bebé hacia gestos de incomodidad. La rubia sabía gracias a Alastor que sus orejas y cola eran muy sensibles. Pero Angel no tenía idea de esto, puesto que el demonio ciervo jamás le permitía a nadie que no fuera su esposa que lo tocara. Mucho menos permitiría que se acercaran a sus orejas o cola. Sin embargo siguió haciéndole mimos. Sonrió maliciosamente al ver su pequeña colita esponjosa sobresalir de su pañal y tuvo la genial idea de acariciarla. Charlie contuvo las risas al ver como la pequeña demonio ciervo mordió la mano del peliblanco al momento de tocar su punto más sensible. Angel soltó un chillido de dolor y Charlie la volvió a tomar en brazos con una sonrisa imborrable de su cara.—¡Ay, pero que le pasa!—Agitó su mano con dolor. Pese a ser apenas una bebé de un año, sus colmillos ya le habían empezado a salir y solía morder cuando la hostigaban demasiado. Tenía el carácter de su padre.
—No le gusta que la toquen—Dijo Charlie entre risas.—Ya deberías saberlo a estas alturas, Angel.
—No cabe duda quién es su padre...—Vociferó mirando con recelo a la rubia. Charlie soltó una pequeña carcajada. Y negó con la cabeza. Alastor jamás aceptaría que su hija fuera idéntica a él. No le interesaba. Nada que tuviera que ver con ser padre le interesaba en lo más mínimo.
—Pues le vendría bien que alguien se lo dijera—Dijo sorprendiendo al chico.
—¿Aún sigue siendo un idiota al respecto?
—¿Alguna vez ha dejado de serlo?—Preguntó con sarcasmo mientras arqueaba una ceja.
—Buen punto—Le dijo a la rubia y luego miró a la pequeña pelirroja con ternura. No podía enojarse con ella, le sonrió inconscientemente.—Sólo es cuestión de tiempo para que lo haga. Te lo aseguro.
—¿El qué?—Dijo confundida.
—Admitir que la quiere—Dijo con una sonrisa de oreja a oreja.—Todos aman a Elizabeth.
—Todos menos él—Corrigió.
—Es su padre, Charlie.
—Como si eso le importara—El silencio se apoderó de la cocina hasta que la cafetera soltó un pitido y Angel se adentró en ella para después volver con dos tazas. Le extendió una a Charlie.
—¿Quieres un poco de café?—Le preguntó con media sonrisa.—Algo me dice que nadie lo necesita tanto como tú—La rubia asintió con la cabeza.
—¿Están desayunando sin mi?—Una voz femenina se hace presente. Charlie se sorprendió de la velocidad en la que el peliblanco había corrido hacia Vaggie. Para después estrecharla en sus brazos. No podía evitar sentir celos al ver aquella muestra de afecto. Se alegraba por ellos, de verdad. Sin embargo, por mucho que lo hiciera, le resultaba difícil ver como ellos gozaban de la felicidad que ella tanto añoraba.—Ya fue suficiente. Suéltame ya—Lo alejó con un sonrojo en sus mejillas y se dirigió donde Charlie, pero no sin antes acariciar la cabeza de la pequeña demonio ciervo.—Hola, Elizabeth.—Le sonrió. Vaggie quería mucho a la hija de Charlie. Se había apegado mucho a ella desde que había nacido, la cuidaba como si también fuera su hija.—¿Cómo va todo, Charlie?—Levantó la vista y no pudo evitar soltar unas risas burlonas al ver a la rubia con unas enormes ojeras alrededor de sus ojos y su pijama.—Alguien se levantó de mal humor esta mañana...—Bromeó.
[...]
El día seguía con normalidad en el hotel. Desde hace mucho tiempo era muy concurrido y siempre estaba lleno en horas laborales. Charlie siempre estaba entusiasmada e iba de arriba a abajo todos los días. Sólo que ahora con la pequeña Elizabeth cargada en los brazos. Cada quien tenía su función en el hotel. La de Alastor era muy sencilla, simplemente se encargaba de mantener todo en orden y administrar el hotel. Siempre miraba a su esposa. A cada minuto de cada día. Siempre tenía sus ojos puestos en ella, pero siempre se mantenía a la distancia para no hostigarla. De vez en cuando bajaba la mirada y veía a la pequeña pelirroja que Charlie tenía en brazos. Le parecía una criatura extraña. Tan parecida a él que parecía una especie de clon. Y sin embargo tan diferente. Era cierto que no le gustaban los niños. Nada. Ni siquiera un poco.
—¡Alastor!—Una voz femenina lo llamó. Era su esposa.
—¿Sí, querida?—Preguntó levantando una ceja e inclinándose a ella.
—¿Podrías cuidar a Elizabeth mientras ayudo a Vaggie con las pláticas motivacionales de hoy?—Preguntó con la esperanza de obtener una respuesta positiva de él. Le extendió a la bebé y le sonrió. Alastor se quedó quieto mirándola como si fuese un artefacto extraño. No le gustaba tomarla en brazos. Le daba una sensación de debilidad que odiaba.
—Ese es tu trabajo, cariño...—Fue lo único que alcanzó a decir. No sabía que hacer.
—Y también el tuyo—Le puso a la bebé en los brazos sin preguntar.—Ya es hora que te hagas responsable de tu hija, Alastor—El demonio radio se quedó parado sin emitir ni un solo sonido mientras Charlie se iba corriendo junto a Vaggie para hacer su labor en el hotel. Siempre daban pláticas motivacionales para que los pecadores no se sintieran vacíos y no cayeran en la tentación otra vez. Miró hacia abajo e hizo una mueca al ver a la pequeña Elizabeth sonriendo mostrando sus pequeños colmillos en desarrollo. ¿Cómo debería sentirse respecto a eso?