Capítulo 22

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Llegando a mi barrio, me doy cuenta que quizá no debí hablarle así a Diana, ella es una niña buena y no merece ser tratada así, menos por alguien como yo. Quisiera poder hacer que no sienta nada por mí, simplemente para que no sufra...

Pasé al lado de la iglesia del barrio y vi que había misa, al parecer alguien falleció. Pobres, supongo que muchas personas la están pasando peor que yo.

Al fin llegué a casa, ya había dejado de llover. Entré a la cocina y ahí estaba mi madre.

Lucía: ¿Cómo te fué?

- Me pudo haber ido mejor... Mínimo ya tengo mi canción

Lucía: ¿Tan rápido?

- Sí, estaba a cargo el novio de Paula y me trabajó bastante rápido

Lucía: ¡Que bueno! Te guardé el desayuno...

Me acerqué a la mesa y me senté mientras ella me servía lo que había preparado en la mañana.

- Oye ¿Tú sabes por qué hay misa hoy?

Lucía: Ah, es que falleció una niña del barrio

- . . . ¿Una niña?

Lucía: Sí, me dijeron que era de allá abajo del barrio y que iba en la secundaria.

- ¡NO..!

Me levanté rápidamente de la mesa y me puse a dar vueltas en la cocina antes de tomar mis cosas y salir corriendo de mi casa.

Corrí lo más rápido que pude, salí de mi calle y me dirigí barrio abajo. Pasé por un lado de la iglesia y volteé a verla, alcancé a ver el ataúd y la gente se escuchaba llorando. Entonces me la imaginé dentro y me asusté mucho.
Empecé a correr más rápido hacia la casa de Jazmín, preso de mi angustia y desesperación.

Por fin llegué y me detuve en la pared, casi estampándome ahí

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Por fin llegué y me detuve en la pared, casi estampándome ahí. Enseguida toqué el timbre dos veces y esperé un par de segundos... Al ver que nadie se asomaba, me desesperé aún más y abrí la reja, subí las escaleras y toqué directamente la puerta del departamento de Jazmín.

Nadie respondía, imaginé lo peor. Agaché la mirada cerrando los ojos mientras me apoyaba en la puerta...
Solo se escuchaban al interior los ladridos de Laica. "Chica... También te extraño" pensé.
Hasta que, de pronto, sentí que se abrió. Dí media vuelta y vi un rostro familiar; asustado pero hermoso, angelical, divino, perfecto. Enseguida sentí un golpe de tranquilidad al ver que se trataba de Jazmín.

Ella me veía confundida y asustada por la manera en que toqué, yo la miraba con brillo en los ojos y una gran felicidad y alivio. Sentí mi corazón palpitar de emoción al verla, nos quedamos cruzando miradas por unos segundos.
No pude más, me acerqué y la abracé muy fuerte.

INVIERNO DE SILENCIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora