12 El final del principio (parte 2)

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Lo único que pensaba en lo ingenuos que eran esos críos si pensaban que escaparían tan fácilmente.

El director observaba detenidamente todas sus acciones. Mentalmente, sin embargo, repasaba su plan una y otra vez. Era sencillo, nada tenía que ir mal. Con suerte, los artistas más Thomas confiarian tanto en su soplón que seguirían ciegamente sus consejos, sin saber que iban directos a una trampa. Entonces él volvería a tener control absoluto sobre su circo, volviendo a tener a los artistas en su sitio y castigando personalmente a Thomas por fastidiarlo todo. Tantos años había tardado en conseguir que los niños que pasaban por La Sala sobrevivieran o no se quitaran la vida después...para que llegara un crío de 13 años a joder el plan entero. No, se dijo. Aquellos niños no escaparían. ¡JAMÁS!

...

Thomas observó el filo del cuchillo y luego a sus amigos. Sin pensarlo más alzó el brazo dispuesto a rajar la lona. Micaela contuvo la respiración y se agarró al brazo de Tex. Anna y Allen se miraron y luego volvieron a mirar a Thomas. La punta del cuchillo ya tocaba la tela cuando una voz le detuvo.

-- Yo que tu no haría eso, Thomasito.

Todos los presentes se giraron hacia el recién llegado.

-- Déjenos libres.

-- Me parece que eso no va a ser posible, Thomas.

-- No hemos hecho nada contra usted.

-- En eso te equivocas, Thomasito, desde que llegaste lo único que has hecho a sido meterte en mis planes y revolucionar mi circo. Y eso no está bien.

-- Tampoco está bien secuestrar niños y convertirlos en bestias caníbales. -- Dijo Tex.

-- O asesinar a sus hermanos y luego torturarlos física y psicológicamente. -- Continuó Micaela.

-- O en vez de asesinar unir físicamente a los hermanos... -- empezó Anna.

-- ...para que acaben completamente locos y transtornados. -- terminó Allen.

Thomas miró a los artistas, que miraban con el ceño fruncido y claramente furiosos. El director ni se inmutó, como si no les tuviera miedo alguno y estuviera seguro de que ellos no podrían hacerle ningún daño. Entonces el director sonrió.

-- ¿Y vuestros padres nunca os enseñaron a no fiaros de los desconocidos?

Micaela entreabrió la boca apretando ligeramente el brazo de Tex. Por otra parte Anna y Allen fruncieron más el ceño y completamente furiosos se abalanzaron contra el director. Este, como si esperara la reacción de los siameses los retuvo entre sus brazos con fuerza, impidiendo  que se movieran. Fue entonces cuando el director sacó del bolsillo interno de su chaqueta un revólver, el cuál puso en la cabeza de Allen.  

--Thomas, yo que tu pensaría lo que harás ahora. Puedo atarle ahora a él, pero ella moriría lenta y dolorosamente horas después. Tu serás el único responsable de su muerte, y no creo que ellos te perdonen fácilmente. -- señalando con la cabeza a Tex y Micaela. -- Lo más sensato sería hacerme caso, ¿no crees? Lo único que tienes que hacer es venir conmigo a mi despacho a conversar de unos pequeños asuntos. A solas.

-- Primero dime de qué quieres hablar.

-- Entiende que no puedo decirte eso, Thomasito, suelta el cuchillo, se buen niño, ven conmigo y no dañaré a tus amigos.

Thomas bajó la mirada al cuchillo, la levantó de nuevo hacia los siameses y soltó el cuchillo. Entonces caminó hacia el director antes de que alguien lo retuviera de la muñeca. Thomas se giró para ver quién era y vio a Tex.

-- ¿Estás seguro? Si vas es muy probable que te mate.

-- Prefiero morir yo a que murais alguno de vosotros. Ya he visto morir a gente que me importa en frente de mis ojos.

Thomas se soltó del agarre de Tex y caminó de nuevo hacia el director.

-- Thomas, no lo hagas. No me da miedo morir. -- Dijo Allen parando sus pasos.

-- No, Allen, moriré yo primero -- Dijo Anna mirando a su hermano.

--Anna, seré yo quien muera primero. Quiero que tu vivas más. Así que si uno de los dos tiene que morir seré yo.

-- Oh callaros -- Dijo el director molesto ya y apuntó con su pistola a Thomas. -- Thomas, camina. AHORA -- gritó.

Thomas caminó con pasos temblorosos pero se empeñaba en ocultarlo. A sus espaldas sentía la mirada de Micaela y Tex, mientras que en frente entaban Anna y Allen frente al director, gritándole que no caminara, que no le hiciera caso al director mientras este, con una sonrisa macabra, le apuntaba con el revólver.

-- ¡¿Queréis callaros de una puta ves?! Ya me habéis jodido mucho los planes. -- disparando al suelo y haciendo que Thomas se sobresaltara.

Los siameses empezaron a revolverse entre los brazos del director y este sin aguantar más aquello volvió a apuntar al pecho de Thomas.

-- Me parece que mi plan de matarte en mi despacho no va a funcionar. -- Dijo antes de apretar el gatillo.

La bala salió del cañón surcando el aire en busca del pecho de Thomas y este cayó al suelo golpeando su cabeza.

...

Thomas estaba en un charco de sangre. ¿Estaría muerto? ¿Acababa de morir? Pensó. No, no podía ser aquello, estaba respirando y juraría que su corazón estaba latiendo. Entonces...¿dónde acabó la bala? De fondo lo único que podía oír era la voz de Micaela, quién, como un ángel en su búsqueda tras la muerte, le llamaba.

No. No le llamaba a él. Tardó en percatarse de que a quien llamaba era a Tex, y que la voz de la chica no era tranquila como le pareciera al principio, si no que estaba gritando, presa del pánico. A duras penas logró abrir los ojos y sentarse en el suelo. Estaba rodeando de un charco de sangre. Pero aquella sangre no era suya, no tenía ningún corte. Entonces fue cuando vio con horror que delante de él estaba Micaela arrodillada en el suelo llorando amargamente mientras intentaba parar la sangre que salía del pecho de Tex, quien era el que había recibido el disparo.

TIENES QUE AYUDARLO. Fue lo único que oyó en ése momento Thomas. Fue algo rápido, pero Thomas estaba seguro de que aquella voz no se correspondía con ninguno de los artistas.

Siguiendo las ordenes de la voz, ayudó a Micaela a parar la hemorragia de Tex, mientras Micaela buscaba vendas o algo que pudiera servir.

-- ¿Por qué lo hiciste? -- Preguntó Thomas sin poder mirarle a los ojos.

-- Prometiste llevarlos a la libertad, y no puedes hacer eso si estás muerto. -- Contestó Tex ahogando un gemido de dolor.

-- Prometí llevaros a todos. Y no puedo llevarte a ti si estás muerto, tonto. -- Reprochó Thomas sintiéndose al borde de las lágrimas por la impotencia que sentía. Tex se rió levemente. -- ¿De qué te ríes?

-- Que aún muriendo me llamas tonto. Me recuerdas mucho a Christian, Thomas.

En ese momento llegaron los siameses, que, por lo que supo entonces Thomas, habían estado pegándole al director pero que había escapado. Micaela intentaba curar a Tex con las lágrimas mojando sus mejillas y apartaron a Thomas de ellos. Thomas comprendió que aquello era muy serio y triste para ellos y que estaban especialmente nerviosos. Llevaban muchos años juntos y, como pensó Thomas, perder a uno de ellos les era insoportable.

Thomas no pudo si no mirar aquello e intentar ayudar como podía sintiendo el corazón a mil por hora. Fue entonces cuando sintió una presencia tras él y cuando se giró para ver quien era, un golpe sordo acertó en su cabeza haciendo que todo a su alrededor se volviera negro de pronto.

El circo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora