C A P I T U L O. VII

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Cuarenta y ocho horas, piensa Travis.  Dos días desde que tuvo noticias de Arthur.

Travis trabaja hasta tarde.  Conduce y conduce, perdiéndose en la maraña laberintosa de las calles de Ciudad Gotica.  Basura por todas partes, amontonándose en los bordillos, formando montañas tambaleantes.  La huelga aún continúa.

Jodidos huelguistas. Son como niños que hacen berrinches hasta que obtienen el juguete que quieren, y joden al mundo entero en el proceso.

Él reconoce que estos son pensamientos amargos y desagradables, el tipo de pensamientos de los que ha estado tratando de escapar.  Pero los pensamientos lo siguen.  Se hinchan y llenan su cabeza como tumores.

Él pasa una pared salpicada de graffiti.  Un montón de «vete a la mierda», insultos raciales, una gran polla goteando esbozada en pinceladas de pintura en aerosol color rosa fuerte.

A veces, cuando maneja por estas calles lúgubres y llenas de basura, siente que está manejando por su propia cabeza. Como si la ciudad fuera una reproducción a gran escala de su cerebro, su corazón.  No puede escapar de sí mismo.  Está encerrado en una jaula detrás de sus propios ojos.

En la parte trasera de su taxi, un par de hombres de negocios con trajes de quinientos dólares están riéndose, intercambiando chistes sucios y comentarios obscenos sobre la secretaria de su banco o empresa o lo que sea, hablando de sus grandes tetas, hablando de su trasero, hablando  sobre lo que quieren hacerle.  Travis mira por el espejo retrovisor.  Ve una mancha de polvo blanco, cocaína, debajo de la nariz de un hombre.  Sonríen y se burlan como simios, como niñitos grandes que pegan mocos en sus escritorios y escriben palabras sucias en las paredes del baño.  Chicos sucios olisqueando las bragas de las chicas, con la lengua colgando como serpientes.

Basura, piensa.  Estos tipos de Wall Street son basura, no mejor que los ladrones, los narcotraficantes y las ratas de alcantarilla, excepto que son peores, porque piensan que son mejores.

Travis también es basura.  Pero al menos él lo sabe.  ¿Eso lo hace mejor?  Probablemente no.

El ácido, ácido y oscuro ardor en su estómago se agita, hunde sus raíces más profundamente en él.

Sus pensamientos se desvían de nuevo hacia Arthur.  A la noche de anteayer.

Él deja a los hombres de negocios en su parada de metro.  Mientras se aleja, vislumbra un grupo de figuras en una esquina oscura, bajo una farola apagada.  Hay una muchacha.  Menos de dieciocho años, probablemente. Escasa ropa, demasiado maquillaje.  Un par de hombres riendo.  Uno de ellos agarra su muñeca, que es tan huesuda y frágil que parece que podría romperse bajo la presión.

Su voz flota sobre el rugido del tráfico:

—¡Déjame ir, bastardo!— intenta liberarse, su tono se vuelve estridente en pánico —¡Dije que me dejes!

—Vamos, nena, no seas fría— más risas—. Dijiste que te gustaba un poco rudo, ¿no?

—¡Quiero irme a casa!— las lágrimas manchan su cargado maquillaje.

Travis se queda quieto adentro.  Él detiene el taxi.  Sale.

Los hombres se vuelven hacia él.  

—¿Qué mierda estás mirando, taxista?— pregunta uno, todavía agarrando la muñeca de la muchacha que forcejea.

—Metete en tus asuntos— dice el otro.

Travis pone una sonrisa en su rostro. 

—Oigan, lamento molestarlos— él camina hacia ellos, con la mano extendida, sonriendo.  Los hombres lo miran como animales aturdidos—.  Estaba por el vecindario y quería saber...

People Like Us [Traducción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora