C A P I T U L O. XXVII

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Cuando Arthur le dijo que dejara Ciudad Gótica, Travis supo que era la decisión correcta. La más segura.

Pensó en ello... conducir hacia alguna ciudad del siguiente estado, hacia algún lugar donde pudiera trabajar y ahorrar dinero. Y luego, una vez que tuviera un lugar donde vivir, podrían ponerse en contacto. Volver a encontrarse. Con suerte, para ese  entonces, todo esto con Penny se habría solucionado, de una forma u otra.

Sólo vete. Eso sería lo más inteligente.

Pero él no hizo eso.

* * *

Travis ha estado dando vueltas en su taxi por mucho tiempo.

No podía volver a su departamento. No con los policías buscándolo. Es demasiado arriesgado.

Así que después de dejar a Arthur en el aparcamiento del hospital, empezó a conducir por la ciudad. Y siguió conduciendo. Y conduciendo y conduciendo un poco más. Cuando el agotamiento se hizo abrumador, aparcaba en un callejón y dormía en el asiento trasero durante una hora, luego siguió conduciendo.

Intentó llamarlo para saber cómo estaba. Algunas veces, tomaba un teléfono público y marcaba al antiguo departamento de Arthur, el que compartió con Penny. Pero en cada ocasión, sólo respondía el contestador automático. Tal vez, Arthur aún estaba en el hospital con ella.

No se atrevía a dejar un mensaje. Porque un mensaje es evidencia. ¿Qué pasaría si la policía registra la casa de Arthur y escuchara sus mensajes? No puede arriesgarse a eso. Travis no quería nada tangible que lo conecte con Arthur. Si atrapan a Arthur...

No.Travis no podía permitir que lo lleven a la cárcel. Allí le harán cosas terribles.

Él seguía conduciendo. Dando vueltas por el hospital y luego por el apartamento de Arthur, persiguiéndolo como un fantasma. Muerto de hambre por echarle un vistazo.

No lo ha visto en ninguna ocasión. Pero seguia volviendo una y otra vez. Dando vueltas y vueltas por los mismos lugares porque no sabia qué más hacer, adónde ir. No podia quedarse quieto y no podía dejar la ciudad, no podía darse el lujo de dar ese paso, así que siguió moviéndose con los mismos patrones.

Travis recordó haber leído sobre un experimento de laboratorio con ratas. Los científicos conectaron electrodos a los sistemas de recompensa de sus cerebros y luego les dieron una palanca para empujar, esta estimularía esos lugares. Las ratas siguieron empujando la palanca una y otra vez, descuidando la comida y el sueño. Atrapadas en un bucle sin fin hasta que se desplomaron y murieron por autodescuido. Después de tiempo, Travis pensó que probablemente ni siquiera obtuvieron ningún placer al presionar la palanca. Pero no podían parar. Adictos. Obsesivos. Esclavos de un hambre que no entendían.

Dando vueltas y vueltas.

Llamo a Arthur otra vez, tarde en la noche. Sigue sin responder.

Debe estar pasando la noche en el hospital. O tal vez…

Ya no te quiere, le dijo una pequeña y fría voz interior. Ha descubierto que está mejor sin ti.

Habia escuchado esa voz antes.

Hace años, cuando Travis llegó a Ciudad Gótica, antes de conocer a Arthur, pasó unas cuantas noches muy malas. Escuchó esa voz (su propia voz, en realidad) susurrando, Sólo tienes que tirarte por la ventana. ¿De qué te estás aferrando? ¿Quién te va a extrañar?

Pensó en llamar a sus padres. Pero no había hablado con ellos en casi ocho años. Y las últimas cartas que les envió estaban llenas de mentiras sobre lo bien que le iba la vida. Ni siquiera sabía qué demonios les diría, si los tuviera al teléfono.

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⏰ Última actualización: Sep 20, 2020 ⏰

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