• 1 •

169 20 7
                                    

La niebla rondaba entre las lápidas de aquel tenebroso cementerio de la mansión Burchette

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La niebla rondaba entre las lápidas de aquel tenebroso cementerio de la mansión Burchette.

El clima se encontraba de luto, así como Ethan y su grupo de amigos quienes estaban arreglados formalmente para ir al velorio del entrenador. El querido señor Burchette, padre de Ethan, entrenador de todos, adinerado y poderoso hombre lobo que solo buscaba unir a un grupo de chicos con diferentes habilidades.

Pero era obvio que en un velorio solo hablaban de lo afortunados y dichosos que fueron a su alrededor, nadie contaba aquellos desvelos, torturas, maltratos, y gritos que causó un hombre como Kentran Burchette, un hombre despiadado y horrible.

Un hombre lobo al que solo podía llamarsele bestia.

Cuando tuvo a su primer —y único— hijo fue diferente, pero después de la muerte de su querida esposa, la bestia no dejo de ser bestia; y aquel grupo de chicos era prueba viviente de ello.

Nadie alrededor sabía como un hombre como Kentran haría pedazos a unos adolescentes, como los manipularía, como los destrozaría; pero la verdad era clara, ellos no eran para nada indefensos.

Fue entonces cuando en ellos, cayó la gloria y la felicidad, como agua de lluvia; inesperada, pero satisfactoria. Cómo si en el fondo de sus despechados corazones existiera la fé de que alguien los escuchó, de que por fin, alguien había escuchado sus gritos, sus alaridos y su sufrimiento. Pero no todos se sentían así, un claro ejemplo de ello, era Ethan.

Todos se encontraban alistándose para aquel ansioso momento de enterrar al demonio en lo más profundo de dicha mansión.

Poco antes de que se hubiera enterrado al señor fallecido, había lágrimas del cielo, feliz por que aquellos chicos fueran libres, mientras que de los ojos de Ethan salían lágrimas de tristeza y un constante sufrimiento de culpa. Días antes, había decidido salir de cacería con sus amigos antes que estar con su espantoso padre jugando ajedrez o seguro torturandolo un poco. Decidió ser feliz y libre, pero ello le costó la vida de su padre. A la media noche que regresaron totalmente felices y satisfechos por un poco de libertad, Ethan encontró en la destrozada y mal olienta habitación de su padre, sus cosas tiradas y regadas por todos lados, justo como si alguien hubiera rebuscado entre sus artilugios algo que al parecer np había encontrado. O eso creía él.

Entre las cuatro paredes de aquella habitación rondaba un olor no común a quemado, sin razón alguna los instintos caninos de Ethan se encendieron dejando claro que no era para nada común que el rastro de su padre fuese combinado con un olor fuerte a azufre. Cuando entró en su habitación el olor se intensificó, eso solo dejo claro que algo había sucedido, pero al ver dicha escena como de película de terror se quedó mudo y con ganas de quitarse la nariz. Su padre yacía dentro de su clóset con las tablas del suelo perforado, con unas cadenas a su alrededor que lo sujetaban, marcas de quemaduras y gotas de sangre que sabía a la perfección de donde provenían. Ethan no logró disntiguir el cuerpo de su padre, dado que quien lo hizo lo degolló de una forma casi perfecta. Una pequeña cadena de oro que estaba tirada en el piso le hizo saber a Ethan que dicho hombre recostado entre las maderas rotas del suelo y con el cuerpo totalmente quemado y sin cabeza, era su padre.

La maldición Burchette©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora