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Irene

Los fríos momentos de una parte inexistente de tú vida eran momentos que solo cesaban y rondaban por tú cabeza como una hoja de otoño que era llevada por el viento, sin destino o algún guía que la llevara, solo el aire que la impulsaba, hasta llegar a su caída final.

Mi cerebro había suprimido por años los recuerdos que rondaban por mí cabeza, podía verlos volar dentro, pero jamás buscaba alcanzarlos o sacarlos a la luz, solo dejaba que volaran y se fueran uno tras otro. Eran momentos dolorosos, pero también momentos casi felices.

Momentos muy desgarradores, como la inevitable muerte de mí padre, a causa de un paro cardíaco. Momentos casi felices, como la muerte del hermano de mí padre, quien había abusado de mí incontables veces después de la muerte de su hermano.

No lo sé, eran momentos en los cuales solo querías terminar con todo, para poder pasar a un siguiente capítulo, para poder pasar a un segundo plano en tu vida y tratar de solucionar aquellas discordias.

Aún recuerdo en algunos momentos, como la cama rechinaba derramando dolor sobre mí, no quería nada, no quería eso, no lo quería a él. En ese instante recordé las palabras exactas del entrenador.

"Solo tú, puedes controlar lo incontrolable"

Para mí no tenía mucho sentido, es decir, ¿Qué era el control? Y, ¿Qué era lo incontrolable? No lo supe hasta aquel momento en que tomé entre mis manos una botella de licor especial que mí padre había comprado con sus últimas monedas y se la estrellé en la cabeza al ser inhumano que solo buscaba su propio placer.

No habrá que aclarar la paliza que recibí en cuanto dicho hombre resucitó después de haberse desmayado dos días seguidos, pero no lo voy a negar, fue algo que supe que volvería a hacer, sin lugar a duda.

¿Habría controlado al ser incontrolable?

Tal vez, por que después de eso, no quiso volver a tocarme. Claro que no pasó tanto para que sus extraños placeres regresaran, está vez me amarró a la cama. Una parte de mí sabía que podía librarme de aquel poco profesional amarre, pero también temía por lo que me pudiese pasar.

Si yo no controlaba lo incontrolable, entonces ¿Quién lo haría?.

En cuanto mí tortura terminó, la de él apenas empezaba. Dejé que su gordo y feo cuerpo reposara dormido en mí cama, al fin y al cabo, la que iba a disfrutar era yo y no él. Amarré sus muñecas y tobillos a la cama deforme, y satisfecha, comencé el perfecto plan. Al principio me había retractado, pero nuevamente, sabía que lo haría, incluso podía escuchar sus gritos. Tomé el afilado machete largo que había pasado alisando con una roca por días, lo sostuve por unos segundos en lo alto, sintiéndome gloriosa y muy poderosa, para luego, dejar caer la punta con toda la fuerza posible que mis brazos me brindaban, sobre aquella parte innecesaria del hombre que solo me causó daño perpetuo.

—Rene...— llamó Scott sacándome de mis recuerdos.

—¿Qué? —cuestioné regresando a la actualidad.

—Ya terminé, vamos —Scott caminó en dirección a la entrada de la mansión dispuesto a salir, yo le seguí deprisa.

La muerte de Brenda había sorprendido a muchos, más bien a todos; y las actitudes que todos habían tomado de irresponsabilidad no había hecho que la situación mejorará. Scott era muy cercano a Brenda, nadie lo notaba más que yo. Anteriormente había visto su cercanía en el futuro, es decir, en la actualidad, pero jamás había predicho el hecho de que Brenda fuera a morir, ¡Veo el futuro!, Y no ver este, fue algo que me descolocó por completo. De ahí comprendí que algo me sucedía, que algo ocurría dentro de mí cabeza.

Pero, cada quien tenía su propio infierno interno, mientras el mío era la innegable explicación de algún error en el pasado o en el futuro, Scott sufría por la perdida de dicha amiga.
De hecho, había salido justamente de arreglar el cuerpo fallecido de Brenda, listo para su velorio; ya que su querido novio, Ethan, no se encontraba en las mejores condiciones para siquiera lidiar con su vida.

Era comprensible, digo, lidiar con la muerte de tú padre y luego con la de tú novia en el mismo día, no me imaginaba el infierno que Ethan sentía. Pero ahora, lo más importante, era poder sepultar a Brenda como debía ser. Fue mi amiga, no hablábamos todos los días o nos contábamos nuestros mayores secretos, pero si nos llevábamos muy bien.

Scott se sentía mal, jamás lo había visto tan callado, sumido en sus pensamientos y un poco alejado de mí. La sensación de que no quería verme en estos momentos era más que evidente, me había rogado por qué lo dejara solo unos minutos, algo a lo que yo había negado. Estaba bien que tuviera su espacio, pero sino leyera el futuro diría que pedir espacio en un momento de soledad y tristeza era el peor error. Lo conocía tan bien, que sabía que haría una locura, así que decidí quedarme en todo momento a su lado.

Cuando me acerqué a él, se encontraba en una banca fuera de la mansión admirando la gran reja encantada que nos protegía de las afueras y el césped verde brillante, como si no supiera que era un encantamiento lo único que te hacía pisarlo. Se encontraba solo, decaído y en silencio. Sin dudar, me senté a su lado tomando distancia entre los dos, no quería incomodarlo o distraerlo, solo quería que sintiera mi presencia de apoyo.

—¿Quieres hablar?—preguntó Scott cortando el silencio.

—Solo si tú quieres— aclaré encogiendome de hombros.

—Quiero distracción, estoy cansado de pensar en Brenda y...— su voz se cortó de pronto y no pudo evitar soltar algunas lágrimas. Rápidamente me acerqué a él y rodeé su cuerpo con mis brazos uniendonos en un abrazo lleno de tristeza. Scott no pudo evitar llorar soltando fuertes suspiros y con su cuerpo levemente temblando, podía sentir lo mal que estaba. Acaricié su cabeza con suavidad mientras que susurraba palabras de aliento para él.

—Ella era mí mejor amiga...—susurro con tristeza —ella no debía haber muerto... No debía — sollozó Scott con la respiración acelerada —...ella no merecía nada de esto.

Los sollozos y las lágrimas siguieron por unos minutos más, hasta que Scott finalmente terminó de desahogarse. Se limpió todo rastro de lágrimas, mientras que yo acomodaba algunas mechones de cabello que se le habían amontonado en el rostro.

—Lamento mucho su muerte— dije desde lo más profundo de todo mi corazón. Brenda había sido una buena amiga, no tenía duda de eso, pero no fuimos las más cercanas; y Scott era una persona muy especial para mí, alguien a quien yo añoraba y estimaba mucho, y verlo de esa forma, solo hacía que me sintiera muy mal.

—Quisiera poder abrazarla una última vez...— susurró Scott.

Una punzada intensa de dolor llegó a mi cabeza haciendo retorcerme, era como si alguien pinchara mi cerebro con un pica hielo repetidas ocasiones, cerré los ojos tratando de aliviar aquel terrible dolor y sujeté mi cabeza con ambas manos.

Ese dolor, intenso e incesante eran malas señales, muy malas.

Podía escuchar a lo lejos como Scott gritaba mí nombre tratando de regresarme a la realidad para saber que sucedía, pero nada funcionaba. Un eco enorme se instaló en mi cerebro y cada vez oía menos a Scott.

De pronto la imágen viva de Ana corriendo a través de un extraño bosque desconocido con árboles que se esfumaban y rastros del paisaje que poco a poco se iban despegando como en un rompecabezas nublaron por completo mí vista, mientras que un Harén lastimado y muy asustado sujetaba con ambos brazos algo que no sabía con exactitud que era. Ambos se veían frenéticos, atemorizados y con terror en los ojos. Ana corría como loca, desesperada, como si alguien la siguiera. Mientras que Harén solo veía con terror a un lado de él algo, algo que realmente le daba miedo.

Mí mente salió de aquella extraña imagen que pude deducir fácilmente como algo malo.

Era el futuro, ví el futuro de Ana y Harén. Aquel dolor era extraño, más suponiendo que antes no sucedía eso, pero si había ocurrido justamente antes de una premonición, era un destino manipulado.

Un destino fatal y que no había sido dictado.

No sabía con mucha exactitud de que se trataba, pero el final de aquella premonición comprendí que algo malo iba a ocurrir y que ninguno de los dos iba a sobrevivir.

La maldición Burchette©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora