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Ana

Mi preocupación iba en aumento. No podía quitar aquella imagen de las piernas de mi mejor amigo podridas de mí cabeza.

No podía suponer nada, por qué no tenía ni idea de que era lo que sucedía, tanto como él como con lo demás. Todos eran problemas sin solución que poco a poco se iban dando.

Nos encontrábamos fuera de la enfermería, Harén, Ethan y yo esperando que Jackson se controlará, pero los gritos de coraje, los golpes que podían escucharse desde afuera y como él lloraba, solo me hacía sentir peor. Estábamos en silencio, escuchando los despiadados gritos de Jackson mientras que yo solo limpiaba las lágrimas de dolor por escuchar su sufrimiento.

Jackson era una persona increíble, era mi mejor amigo, habíamos pasado incontables cosas juntos, y vaya, que si éramos unos torpes, pero mientras que yo era pura lógica y estudios, Jackson era risas y sonrisas por todos lados, era de esas personas las cuales podías sentir su buena vibra, podías sentír su alegría, incluso en días malos, él podía estar de lo peor, pero siempre te regalaba una sonrisa y siempre te contagiaba la felicidad. Por eso, de tan solo escuchar como agonizaba aterrado por sus piernas, hizo que mi corazón se estrujara.

Él no tenía familia, su única familia era Bianca, su hermana; ambos iban de casa en casa esperando que alguien los acogiera, y a pesar de que jamás fueron adoptados por su edad, siempre mantuvieron la esperanza en alto, y la fé más arriba que el sol. Jackson era a una persona tan humilde y brillante, que no hacía falta que le colocarás una lámpara para brillar. Todo él brillaba.

Era un ser humano tan maravilloso, que no comprendía por qué le había pasado esto a él.

—Bueno... —susurró Ethan sin más —Ana, necesitamos de tú ayuda... — habló soltando un fuerte suspiro. Yo lo miré con el ceño fruncido.

—¿Qué?...

—Necesitamos tú ayuda —volvió a repetir obvio. Yo fruncí aún más el ceño.

—Ethan, tú mejor amigo está ahí dentro, sufriendo...—señalé en dirección a la enfermería.

—Justamente por qué quiero ayudarlo es que necesito tú ayuda —aclaró molesto.

—Si crees que vas a conseguir que te ayude solo por te crees alfa, estás en lo incorrecto —exclamé al ver su tono de voz conmigo. Primera, no estaba para alejarme de Jackson solo por que Ethan quería que yo fuese su esclava, y segunda, él me había gritado y hablado mal.

—Corrección, soy el alfa. Y necesito tú ayuda —masculló altanero.

—Pues, adivina qué lobito. Yo no soy parte de tu escuadrón peludo de perros, ni de tú grupito “alfa buena onda maravilla”, ni de ninguna de esas cosas...— exclamé molesta por su altanería.

—Harén, puedes explicarle a tu amiga que necesitamos su ayuda — yo reí irónica.

—¿“Necesitamos”? ¿Ahora involucras a inocentes en tus berrinches?

—De acuerdo, de acuerdo...—interrumpió Harén colocándose entre ambos. Harén soltó un fuerte suspiro — Ana, necesitamos tú ayuda para poder hablar con Brenda...— aclaró él. Lo miré confundida.

—¿Brenda?, Pero Brenda...

—Esta muerta, si, pero...Espera— interrumpió Harén sus propias palabras dándose cuenta de un pequeño detalle —¿Eres alfa? —inquirió en dirección a Ethan.

—Creo que es más que lógico, mí padre murió

—Si, si, pero... recuerda que tú padre no tenía cabeza — Ethan guardó silencio unos segundos hasta que ambos se miraron entre sí, como si hubieran conectado sus mentes y hubieran acertado en la misma pregunta. Ambos me dejaron ahí y caminaron deprisa por el pasillo.

La maldición Burchette©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora