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Racia

Algo dentro de mí lloraba por todo lo que estaba pasando, me sentía tan mal por todo lo que ocurría, que simplemente quería morir y no saber nada.

Mis manos temblaban, mis lágrimas llegaban hasta mi barbilla y mi nariz moqueaba.

Estába cansada de ser tan débil, de ser la rechazada y de ser la patética.

Después de haber matado a mí abuela y a mis hermanos mayores electrocutados mientras jugaban en el río, solo veía a mí hermana y a mí abuela molestas por todo lo que había hecho. Al principio veía un bien común para todos, vivíamos en la pobreza y en la miseria, los había sacado de pobres, y eso me hizo sentir bien; pero después llegaron las pesadillas y las noches de desvelos donde solo veía a mí abuela culpandome por todo lo que había ocurrido, eran imágenes que solo me mataban.

La soga ancha y gruesa rodeaba mis manos que sujetaban un libro al que creía haber ocultado. Era un libro antiguo que nadie podía tocar, al menos nadie digno de él. Estába de pie frente al gran árbol rojo esperando a que aquella gran figura ahora convertida en humano comenzará su tortura.

—¿Dónde está, Racia?— habló esa voz. La voz maldita que había escuchado los últimos días, la voz  con tono de robot endemoniado que solo buscaba la verdad. Más lágrimas salieron de mis ojos en cuanto escuché como la voz de Jackson era mezclada con la voz de aquél terrorífico fantasma.

—No lo sé...—susurré casi inaudible. Jackson tomó nuevamente el cuchillo pasando la delgada capa por su brazo sin sentir dolor alguno. Hice un gesto de dolor al ver como la sangre corría por su brazo.

—¿Dónde está? —volvió a preguntar, está vez más insistente. La sangre salía a borbotones del brazo de Jackson, por lo que comencé a preocuparme.

—No-no lo sé...—volví a decir temblorosa. La sangre corría por el brazo de Jackson, era una cantidad increíble de sangre, podía notar su rostro cada vez más pálido mientras que el sudor corría por su frente. Sus ojos estaban fijos en mí, aquellos ojos amarillos que me habían atormentado tantas veces, tenía una leve sonrisa en los labios, era claro que disfrutaba la situación.

Estábamos bajo el gran árbol rojo, le decían el árbol de sangre, y ahora comprendía por que. Siempre que cabavas o arrancabas una hoja, sangre salía de sus raíces; no solo era por qué daba frutos rojos. Sin contar que siempre llevaba a efectuar torturas a las personas. Lo había leído en un libro.

Jackson comenzó a soltar algunas carcajadas de la nada mientras que me miraba. Estaba claro que aquel espíritu estaba loco.

Miré a mí alrededor buscando alguna forma de salida, pero nos encontrábamos en lo alto, la única forma de huir era saltando mientras que la caída te dañaba. El pánico había hecho efecto en mí desde que Jackson me había sacado a rastras de la mansión, me había agarrado como rehén.

Podía simplemente lanzarle un rayo o hacer que recibiera una carga eléctrica, pero era un demonio, los demonios solo tomaban esa energía y la convertían en magia, solo ayudaría a la destrucción de Jackson.

Jackson dejó de reír de pronto y sostuvo el arma filosa sobre su cuello amenazadoramente.

—¡¿Dónde está?!—gritó pasando con lentitud el filo sobre su cuello, desgarrando su piel mientras que la sangre hacía presencia. Jackson no pudo seguir cuando el sonido de una bala resonó en mis oídos, tirando el cuchillo lejos. Jackson giró rápidamente.

Una Bianca totalmente pálida con un arma entre sus manos se encontraba parada en la distancia. Su rostro se veía pálido, cansado y con un gesto de dolor. A su lado, yacía otro Jackson totalmente igual. Miré al Jackson que tenía frente a mí y una gran confusión invadió mi cabeza.

¿Ese no era Jackson?

—Esto no ha terminado, querida Racia— exclamó aquél espíritu antes de sonreír y estampar el rostro de Jackson contra el gran árbol, al punto de dejarlo desmayado. Jackson cayó al suelo repentinamente mientras que yo, con lágrimas en los ojos sostenía el libro color vino.

—¡Jackson! —gritó Bianca quien se acercó a él con rapidez para ayudarlo. La confusión aún estába presente, no entendía por qué este demonio había tomado a Jackson, era algo confuso.

—¿Cómo es que Jackson está allá...—señalé al Jackson que estába de pie —...y acá al mismo tiempo? —señalé al Jackson que estaba desmayado en el suelo.

—No es Jackson, es Scott — repuso Bianca refiriéndose al Jackson que estaba de pie que rápidamente cambió a un Scott.
Scott se acercó a mí mientras quitaba la soga que Jackson había armado para que no me moviera.

—¿Estás bien? ¿Qué es esto? —inquirió Scott observando el libro detenidamente. Yo se lo quite de las manos.

—Solo basura —repuse rápidamente lanzando el libro lejos entre los arbustos. Scott no dijo nada y se dirigió a dónde Bianca estaba intentando despertar a su hermano.

—Bianca, debemos llevarlo a la enfermería de la mansión. Está muy débil —espetó Scott angustiado. Bianca miró por unos segundos a su hermano.

—De acuerdo, hay que llevarlo

Un gran lobo con pelaje oscuro y de tamaño impresionante se acercó a nosotros. El lobo pasó de ser un gran animal a un Ethan con pantalones y de pecho desnudo.

—¿Qué pasó? ¿Dónde está la cabeza? —inquirió Ethan exaltado.

Eso me alertó.

Si todos estaban aquí, no era exactamente por Jackson, estaban aquí por la cabeza del entrenador.

—Si, imbécil. Mi hermano está muy bien, gracias por preguntar— Exclamó Bianca con sarcasmo.

—¿Racia? ¿Qué haces aquí?— preguntó Ethan en mi dirección. Abrí la boca, pero ninguna explicación coherente salió.

—Estaba como rehén, idiota. No quieras molestarla a ella también —gritó Bianca mientras subía a Jackson en el lomo de Scott, quien se había convertido en un lobo.

—Lleva a Jackson a la enfermería —gritó Ethan dándole indicaciones a Bianca.

—No sigo órdenes de perros presumidos —exclamó Bianca mientras se trepaba en el lomo de Scott — Racia, ¿Vienes? —preguntó Bianca en mi dirección.

Tenía la oportunidad de ir a descansar y no involucrarme en esto, era algo muy peligroso.

—Me quedaré con Ethan un rato — si iba a hacer algo, debía hacerlo bien. Bianca se encogió de hombros. Finalmente se fueron, mientras que Ethan y yo nos quedábamos solos.

Ethan había sido mi mejor amigo por un largo tiempo, lo quería mucho, y aúnque sentía que a veces me menospreciaba, jamás quitaba el hecho de que él siempre hacía cosas lindas por mí.

—Y... ¿Qué buscas? —pregunté mientras que él olfateaba por el área.

—Nada importante...—repuso sin más mientras buscaba entre algunos arbustos. Me acerqué al arbusto donde había tirado el libro y lo empujé con el pie.

—¿Entonces por qué olfateas? ¿Qué estás buscando? Tal vez yo pueda ayudarte —agregué de forma sincera mientras me asomaba en algunos arbustos.

—Racia, apreció tú ayuda. Pero en serio, no estoy buscando nada—espetó exasperado.

—Entonces, ¿Por qué buscas la cabeza del entrenador?— Ethan frunció el ceño y me miró fijamente.

—Yo jamás dije de quien era la cabeza.

La maldición Burchette©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora