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Ethan

Las cosas se habían salido de control, justo en el centro, se encontraba Brenda confundida de lo que había sucedido.

Me sentí culpable en el momento en el que Brenda me miró a mí tratando de comprender lo que había pasado, como si buscara ayuda por mí parte, a lo que yo, solo agaché la mirada.

—¿Yo hice esto? —cuestionó con la voz cortada al mirar como todo estaba destrozado a su alrededor. Hubo un largo silencio donde nadie habló, donde todo estuvo quieto por segundos. Brenda sin poder resistir un segundo más, comenzó a derramar lágrimas mientras que corría en dirección a lo que creía era su habitación.

Ana rápidamente le siguió, llamándola por su nombre. Me sentí culpable por no haber dicho nada, al menos un: “No fuiste tú, fueron tus dones”, pero nada de eso serviría. Segundos después, el comedor quedó en total silencio con el resto de los chicos mirándome espectantes de mí reacción y lo que hacía.

—Limpien todo esto —fue lo único que pude decir antes de salir en dirección por donde Brenda había ido.

Después de la muerte de mí padre las cosas no habían mejorado, la sensación de soledad y una opresión en el pecho eran incómodas, sabía que no estaba sólo; pero justo ahora, me sentía así. Las cosas dentro de la mansión habían cambiado, la tensión entre algunos integrantes podía sentirse, más que nada por mí; sentía que no podía confiar del todo en estos chicos, tenía la sensación de que mi padre había sido asesinado por alguno de ellos, y créanme, no era una sensación agradable.

Había estado la mayor parte de mí vida con ellos, es decir, los conocí en secundaria cuando tenía cerca de unos 16 años, teníamos muchísimos años de amistad, y ver cómo ahora uno de ellos era el culpable por la muerte de mí padre, no era algo de lo que estaba muy feliz.

Subí las escaleras y caminé por el largo pasillo donde lo único que habían eran puertas y más puertas; mi habitación estába del lado contrario al pasillo, en el descanso de las escaleras, donde había un pequeño corredor; ahí se encontraba mí habitación, la de Bianca y la de Jackson. Al fondo del pasillo podía verse a Ana insistiendo al otro lado de la puerta a Brenda para que abriera.

—¿Te ha dicho algo? —me acerqué a Ana. Ella negó.

—Solo se encerró, no quiere hablar con nadie. Cree que nos hará daño —susurró ella preocupada por la actitud de su amiga.

Aquí entre los dos, Ana ya presentía que algo ocurría, pero yo sabía que esto estába relacionado con la muerte de mí padre. Saqué de entre los bolsillos de mi pantalón, el llavero donde guardaba todas las llaves de la mansión.

—¿En serio llevas eso contigo todo el tiempo? —inquirió Ana incrédula.

—Nunca sabes cuando las vas a necesitar y tampoco cuando alguien intentará arrebatartelas — hice referencia a que tal vez, en algún momento, ellos intentaría robarme las llaves de la mansión. Ana solo hizo un gesto quitándole importancia.

Abrí la puerta de la habitación de Brenda, el aire frío golpeó de lleno mi rostro y supe que el cambio brusco entre temperaturas harían me que enfermará. En cuanto entré Ana se quedó fuera esperando pacientemente mientras que yo intentaba hablar con Brenda. La oscuridad reinaba en aquellas cuatro paredes, pero el frío, era un frío que te helaba por completo; apenas y podía verse la silueta de Brenda recostada en su cama y dándome la espalda. Me acerqué a ella lentamente mientras tomaba asiento en una de las esquinas de la cama esperando que Brenda notara mi presencia, pero resultó en vano; me ignoró.

—Bren...—llamé en su dirección esperando que me respondiera. No lo hizo —Nada de esto es tú culpa, muchas cosas extrañas están sucediendo...—susurré mientras acariciaba su mano. Quería decirle que yo confiaba en ella, que creía absolutamente todo, que yo también creía que algo extraño ocurría dentro de la mansión; pero entonces ella alejó su mano.

La maldición Burchette©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora