• 5 •

28 5 5
                                    

Harén

Las tablas que antes habían sido los asientos estaban hechas trizas, gracias a que Brenda nos había agarrado como dardos de tiro al blanco.

Justo ahora me encontraba limpiando los rastros de quemado que Brenda había dejado por todo el suelo con ayuda de un trapeador.

—¿Qué no piensas ayudar?— pregunté cansado de tallar en dirección a Scott quien estaba plácidamente sentado en una silla fumando un porro. Scott soltó el humo de su boca diciendo «NO».

—Tienes que ayudar estúpido, todos lo hacemos—anunció Bianca de mala gana mientras reparaba una pared junto con Jackson.

—Si, excepto la loca y el lobito— reprimió calando nuevamente de su porro.

—¿Se puede saber por qué carajos estás fumando dentro de mí casa? — inquirió un muy molesto Ethan quitándole el porro de la boca a Scott.

—¿Por qué no ayudas a los demás?— preguntó Ana detrás de Ethan.

—¿Por qué no ayudas tú?

—Eso hago, cara de culo. Ayudé a mí amiga, ¿Y tú qué hiciste?— enfrentó Ana a Scott.

—Les heche porras desde aquí — bromeó sacando otro porro de dentro de su chaqueta.

—Dame esa chaqueta—anunció Ethan al ver de donde sacaba más porros.

—Ni madres —defendió él.

—No te pregunté —sonó amenzante. Scott hizo un puchero mientras se la quitaba para después dársela a Ethan de mala gana.

—Es de Gucci, y es de marca. Cuesta más que tú vida, más te vale que la cuides —amenazó Scott. Ethan le hizo caso omiso y se la llevó consigo. En cuanto Ethan se alejó, Scott sacó otro porro de su pantalón y lo encendió soltando una cantidad de humo excesiva. Vi de reojo como Ana me miraba para después acercarse lentamente a mí.

—Estoy bien, ¿De acuerdo?— no dejé que Ana dijera una palabra. Sabía por su expresión que estaba preocupada, pero me enojaba aquello, que me tratara como un bebé, no era mí madre para cuidarme, sabía cuidarme sólo, al igual que podía controlar mis dones por mí mismo.

Había trabajado con Ana por un muy largo tiempo, ambos pasábamos la mayoría de entrenamientos juntos, por lo que éramos muy unidos en cuanto a habilidades. Juntos podíamos ser una bomba de tiempo para cualquiera, suponiendo que lo hiciéramos bien.

Ana me miró de reojo para luego darse la vuelta y dirigirse hacía Jackson y Bianca.

~No me digas que estás celoso ~ se burló Darren, un tipo que había muerto tiempo atrás en esta casa por culpa de su esposa, quien lo apuñaló 62 veces.

—¿Debería estarlo?— fruncí el ceño en su dirección. Darren solo comenzó a reír para luego alejarse.

Los mismos tipos de siempre comenzaron a rondar a mí alrededor al ver que el peligro se había ido. Podía ver espíritus en forma humana, casi siempre podía confundirlos con humanos, pero un espíritu siempre tenía alguna anormalidad, entre ellas podría tener la marca donde fueron asesinado, solían salirles extremidades fuera de lo común, como dos manos, tres cabezas o cinco pies, variaba en muchas ocasiones.

Podía ver las almas en pena que buscaban el perdón de sus familiares o amigos, y podía ver a simples muertos que aún no podían irse hasta cumplir una serie de “requisitos” para ser juzgados en el gran tribunal y poder ascender o descender. Incluso para morir debías hacer tu propio papeleo.

Darren no era la excepción, tenía prendas desgarradas y una gran mancha en todo su abdomen donde se mostraban levemente sus heridas. Me era tan común todo esto, que siempre veía a los mismos muertos. Últimamente había visto una extraña mujer vestida de negro que parecía demasiado normal para ser un fantasma, no tenía extremidades extras o alguna marca de herida -no alguna que yo pudiera ver- pero siempre caminaba por los pasillos y desaparecía en dirección a los bunkers, otras veces caminaba en dirección al sótano, e incluso, paraba frente a la puerta de la oficina del padre de Ethan. Era extraño, no recordaba haberla visto antes, hasta hace apenas unos días, antes de la muerte del coach.

La maldición Burchette©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora