CAPITULO 10

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—No te atrevas—advertí viendo sus intenciones de hacerme cosquillas.

Odiaba las cosquillas, la pasaba mal, no podía controlar mi risa y comenzaba a patalear para todos lados.

Seré sincera no quería arruinar su lindo rostro con mis patadas, pero si él se atrevía aún siendo advertido no me haría cargo de los daños que pudiera causarle.

Él se abalanzó sobre mí y comenzó a hacerme cosquillas en mi abdomen, al instante comencé a reír y a patear a Alex controlando mi fuerza para no lastimarlo, aún que no era posible que pudiera hacerlo cuando casi no tenía fuerza.

—Por favor deten-te—continúe riendo y al no le importo para nada porque aún así continúo haciéndome cosquillas.

No estoy segura de cuanto tiempo pasó pero él se detuvo y yo agradecí, me faltaba el aire de tanto reír, aún así él no dejaba de sonreír satisfecho.

—Me gusta tu risa.

Quizás no se lo demostraba de una manera tan obvia pero cada vez que de su boca salía algo lindo sobre mi me era inevitable no emocionarme.

Era como si una parte de mí quisiera arriesgarlo todo por él y otra me decía a gritos que no.

Me limite a sonreír, no sabia que responder a eso, mi corazón latía, latía como hace mucho tiempo no lo hacía, hace un largo tiempo no me ponía nerviosa de tal forma con un chico.

Era tan raro volver a sentirlo, por un lado me sentía feliz de que me haya recordado que tenía sentimientos y por otro estaba aterrada de lo que pudiera ocurrir.

No quería lastimarlo y no estaba segura de que si continuaba así lo haría o no.

Alex lograba hacerme sonreír como hace tiempo no lo hacía, me hacía reír a todo lo que mi cuerpo permitía, me hacía sentir hermosa hasta en mis días más malos.

Definitivamente tenía que alejarme de él, no podía adentrarme a algo en lo que inevitablemente saldríamos heridos ambos.

—¿Quieres ir a caminar un rato?—propuso con una sonrisa, trate de no mirarlo mucho, porque si lo hacía no lograría controlarme, si, estaba completamente perdida en sus encantos y ya no estaba segura de poder lograr alejarlo de mi vida.

Primero y principal no era lo que quería.

—Si—quien diría que ese si lo cambiaría todo, quizás estaba jugando con el destino y esta vez no estaba preparada para afrontarlo, por primera vez deseaba que alguien formara parte de mi destino.

No estaba segura si era lo correcto pero deseaba que lo fuera, necesitaba esto porque quizás él podría ser el único que pudiera salvarme.

Y eso me emocionaba, no quería hacerme ilusiones falsas, porque podría terminar haciendo trizas lo que quede de amor en mi, si se supone que queda algo.

—¿No tienes frío?—me pregunto viendo mi remera manga corta con el ceño fruncido.

Me estaba muriendo de frío pero pensé que no tardaríamos mucho en terminar la tarea de Filosofía y acá estamos a las 7 de la tarde hablando sin importar que queda un poco menos de la mitad del trabajo sin resolver.

En mi defensa temprano hacía mucho calor, cómo se suponía que iba a saber que luego el clima cambiaría tan drásticamente.

El inexplicable sentimiento de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora