Silencio

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Akashi Seijurou había limpiado su maquillaje con una toalla húmeda proveída por la chica del grupo, no sería de utilidad guardar su identidad en ése hospital privado, propiedad de Midorima sinior. Entró a la habitación y se sentó en una silla frente al castaño.

Su condición como 'doncel' le era más notoria ahora gracias a la buena luz de la habitación hospitalaria: con caderas ligeramente anchas, cintura pronunciada y su rostro tan delicado que casi lucía femenino, con tales rasgos era sencillo reconocer a los hombres que habían sido bendecidos con la capacidad de procrear, aunque en casos como el suyo, era mas bien una maldición.

Su piel trigueña se veía más luminosa ahora que había sido bañado por las enfermeras, sin rastros de sangre ni suciedad podía apreciar la belleza de aquél joven. Pasó los nudillos por su suave mejilla, entonces lo vio fruncir el ceño y parpadear con pesadez antes de abrir los ojos, de un cálido y profundo tono chocolate.

Miró a todos lados con el cuerpo entumecido, en cuanto vio al pelirrojo se hizo hacia atrás, con sus iris contraídos de miedo.

—Quién..? —dijo con la voz rota.

—Estás a salvo, nadie va a hacerte daño —respondió con una cálida sonrisa y sus iris rojos brillando.

Quiso acercar acariciar al chico pero el otro se alejó como si tuviera una enfermedad contagiosa. Retiró su mano mientras la cerraba en un puño.

—Donde.. Estoy? —musitó. Cada vez que hablaba con la garganta rasposa, una daga se clavaba en el corazón del líder de los ladrones.

—El Hospital Midori. Ya te están tratando y pronto podrás salir.

Su piel estaba tan pálida que casi podría ser transparente. Sus hematomas eran más evidentes bajo la luz fluorescente, como las manchas de un dálmata.

—Salir?

El castaño se despegó del colchón con lentitud, parecía un alma vieja encerrada en un recipiente joven pero roto. Observó la ventana con el firmamento nocturno a espaldas de Akashi. La nostalgia expresada por sus ojos color óxido le cerraron la garganta. Un súbito silencio inundó sus oídos.

El silencio gritaba.

Se lanzó sobre el castaño y lo derribó. Él no gritó de dolor sino de espanto, contrayendo el rostro en horror. Su espalda azotó el piso frío descargando un intenso golpe que le hizo apretar los dientes, forcejeó y logró arañarle una mejilla al pelirrojo.

—Dejame! Sueltame!

Inmovilizado, un ojo oro y otro sangre lo observaban, cada grito hacía que su corazón latiera más pesado en su pecho. El castaño no dejaba de empujarlo, Akashi lo sujetó de los antebrazos e hizo rechinar sus dientes.

...

Sin dudas, el dueño de casa asesinado por Akashi no era el único responsable detrás de ese suceso y el de cabello verde sabía que su líder no descansaría hasta colgar a todos los culpables, aunque no tenía idea de porqué se había puesto tan sensible.

Estaba bebiendo un café en planta baja cuando algo lo rodeó del cuello. Dio un salto y se giró con una mano alzada para defenderse.

—Eh? Shin chan, qué pasa con esos reflejos de gato? —Los ojos grises brillaron divertidos.

—Bakao, no es buen momento.

—Algo malo sucedió? —Su sonrisa se borró de inmediato y se le acercó, Midorima casi quiso sonreír por su repentino cambio de actitud, pero negó con la cabeza.

—Un nuevo caso, —suspiró— Akashi encontró un doncel encarcelado.

El pelinegro contuvo el aliento y cubrió su boca— No puede ser.. Aún hacen esas cosas? Bah, para qué lo pregunto si yo mismo los veo llegar a urgencias.. Donceles abusados y golpeados por sus propios esposos..

Se cruzó de brazos sobre el uniforme de enfermero y se apoyó en la pared, tenía gruesas ojeras bajo sus brillantes ojos.

—Hace cuanto no duermes?

—Como.. 28 horas. Mi suegro me está matando —sonrió de lado mientras se frotaba el cuello.

—No digas estupideces. —Se acomodó los lentes y bebió algo de café.

—Shin chan..? —Se quedó petrificado, girando muy lentamente su mirada plateada a la salida.

Midorima supo que algo iba mal cuando oyó su tono de urgencia. Todos los sonidos cesaron como la calma antes de la tormenta. Dos camionetas blindadas se estacionaron afuera, junto al inconfundible crujir de las armas de fuego.

—Abajo! —gritó y comenzaron los disparos.

Se lanzó sobre el de cabello negro y lo jaló para arrastrarse con él hasta el elevador. Las puertas de vidrio estallaron y le bajó la cabeza con fuerza para que ningún trozo hiriera sus ojos. Consiguieron resguardarse tras una gruesa columna y entonces subieron al elevador, apretando un botón para escapar de allí.

Akashi rechinó sus dientes y los gritos del castaño fueron opacados por los disparos, se sujetó la cabeza y todo su cuerpo comenzó a temblar. Volteó la cama a modo de escudo, mientras todo lo que el castaño hacía era llorar y sujetar su cabello.

—Van a matarme. Lo sabía. Nunca voy a escapar, van a matarme.. Me matarán. No hay salida..

—Calmate!

—No hay escape.. Justo como él dijo, voy a morir —Sus palabras salían rápidamente, como un mantra enfermizo.

Las paredes y muebles volaban en pedazos, un trozo de cristal se hundió en la mano del pelirrojo mientras el castaño continuaba llorando. Iba a entrar en shock si no lo detenía y un golpe no era opción para alguien tan herido.

Tomó con una mano su fina mandíbula y pegó sus labios a los contrarios. Al apartarse lo vio con las mejillas pálidas y los ojos muy abiertos, pero ya no lloraba.

—¡Ahora deja de gritar y muevete!

Asintió varias veces, lo ayudó a ponerse de pie mientras la sala era demolida a balazos. Lo sujetó de la ropa en su espalda para que no se levantara, corriendo medio agachados hasta las escaleras.

Las puertas de metal se abrieron y se encontraron con su compañero y un enfermero.

—Vamos! —les urgió Midorima mientras los disparos se detenían brevemente. Ambos sabían que eso no duraría para siempre. Subieron corriendo al elevador y el doncel se desplomó en el piso.

—Está herido? —preguntó y se agachó el pelinegro a revisarlo, pero detuvo sus manos de pronto, paralizado. El pelirrojo lo miraba con recelo.

—Deja que lo revise, Akashi —dijo el de anteojos mientras veía un mensaje en su celular. El ascensor se sacudió pero continuó descendiendo— Mi padre dice que nos apresuremos, ya avisaron a las autoridades.

El pelirrojo asintió sin dejar de observar cómo Takao revisaba los signos vitales del castaño, sus manos temblaban ligeramente.

—Al parecer está agotado, su piel está deshidratada y tiene..—mencionó mirándolo, con una sonrisa nerviosa.

—Mejor no preguntes, vámonos —Lo cortó Midorima. El pelirrojo levantó al doncel y lo cargó hasta una ambulancia, rápidamente partieron.

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