Descubrimiento

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—No sé de qué hablas. Devuelveme mi celular.

El rubio se lo tendió pero no lo soltó hasta después de forcejar un poco. Lo observó seriamente, escrutandolo. Ése momento le recordaba al día en que asaltaron una comisaria. Todos los policías habían sido corruptos, tenían un arsenal de armas de alto calibre guardadas para la mafia local, sin numeración ni datos de su procedencia. Además, cuando los delincuentes apresados tenían algo que ver con la mafia de Nash Gold jr, ellos los liberaban en minutos. Por otro lado, encerraban y plantaban pruebas falsas en aquellos pobres ingenuos que creían que podían enfrentarlos, así fue para un reportero que cumplió cinco años en la cárcel por verse implicado en medio de un tiroteo, inculpado.

Al menos la historia había acabado bien: Aomine presentó varias pruebas frente al juez Nijimura, encargado de delitos de asociaciones ilícitas y todos habían perdido su cargo, además de liberar a muchos inocentes en la cárcel. Ese juez era de los más incorruptibles del país, y por esa misma razón había recibido muchas amenazas e intentos de asesinato.

Kise temía que el de ojos azules fuera de la misma manera que aquellos policías corruptos. Había leído los mensajes que tuvo con Takao, el enfermero que se colgaba del cuello de Midorima con una sonrisa. Pensar en lo que aquellos podrían tramar al acercarse a su grupo le hervía la sangre.

—Siempre investigo a las personas con las que voy a trabajar en mis casos, por eso nunca tengo errores, por mi previsión, además de mi carisma y mi facilidad para camuflarme, pero la verdad eres el primero en engañarme de esta manera a mi o a uno de mis amigos más listos, Midorima. Así que dime la verdad ahora o le diré de inmediato que ese lindo enfermero es un farsante. ¿De donde conoces a Furihata?

Vio su labio temblar, dejó el café a un lado y suspiró.

—Es mi amigo.

...

Cuando Kouki escuchó las llantas de un auto estacionar afuera y su motor siendo apagado, dio un respingo, se alejó del pelirrojo y estiró el cuello para ver temeroso de quién se trataba.

—Descuida —dijo Akashi poniéndose de pie— debe ser Midorima.

Abrió la puerta y tal como dijo se trataba del alto de cabello verde y Takao, el último empujó a Akashi y entró corriendo.

—¿Estás bien? ¿Te estuviste hidratando adecuadamente? ¿Que comiste? —Kouki lo miró con los ojos muy abiertos. Entonces el pelinegro soltó una risa— vaya, esto de ser enfermero me está convirtiendo en una mamá gallina.

Ninguno se tragó su excusa, el castaño pudo verlo en sus miradas. Si antes tenían una ínfima sospecha ahora debía tener el tamaño de una pelota de ping pong, atascada en sus cuellos de tal manera que no pudieran olvidarse de ella.

—Bien! Veo que cambiaste tu vendaje —dijo Takao sacando sus instrumentos para tomarle la presión.

—Yo lo hice —dijo el pelirrojo, Midorima a su lado parecía estupefacto.

—Akashi, hay detalles que decidir antes de irnos —mencionó acomodándose los lentes, el más bajo asintió.

—Cuida de él, Kazunari.

Kouki notó que uno de sus ojos se tornaba dorado antes de salir y cerrar la puerta tras ellos. Respondió escueto cada pregunta del enfermero, intrigado al ver a ambos discutir con severidad a través de la ventana. Akashi lo miró un segundo antes de continuar, al castaño se le estrujó el corazón.

—Takao kun.. ¿A dónde vamos a ir? Creí que estábamos seguros aquí.

—No nosotros, Kou chan, ellos —dijo con un gesto de la cabeza, sus ojos se veían preocupados— van a arreglar asuntos con.. Ejem.. Ya sabes.

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