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Advertencia: El siguiente capítulo tiene escenas para adultos NO consentidas, leer bajo su propia responsabilidad.

Lo empujaron por un espacio amplio pero oscuro, obligándolo a andar por una pasarela delineada por pequeñas luces en el piso. Podía sentir el aire correr libre a su alrededor, también era consciente de los varios pares de ojos que lo estarían observando tras vidrios polarizados.

Iba vestido con un desagradable atuendo revelador, mostrándose como un trozo de carne ofrecido al mejor postor. Con unos tacones altos que lo hacían tropezar y arrastrar los pies, sus manos iban juntas por delante, intentando cubrir algo de la piel desnuda. Miró atrás y vio al enorme guardia calvo que lo había llevado hasta allí luego de manosearlo con descaro, el tipo lo amenazó con un gesto, así que se puso a caminar ida y vuelta, sabiendo que no era el primero ni el último en ese degradante andar, preso de lujuriosos ojos y manos podridas que anhelaban hacerse de su cuerpo.

Se mordió los labios intentando acallar un gemido de horror, la nariz le hizo cosquillas y se secó de inmediato los ojos con el dorso de una mano.

Él sintió que fueron horas allí caminando, siendo observado, pero cuando el guardia lo tomó con violencia del brazo para llevarlo de nuevo, dijo algo que lo pasmó.

—Te compraron en segundos, empieza a dilatar si no quieres que te rompan, niño —Sonrió de lado, haciéndolo estremecer.

Otro mafioso pasó por el pasillo tras aquella pasarela y le tocó los glúteos sin pena, metiéndole un dedo en lo más profundo de su cuerpo con la ropa aún puesta. Kouki gritó y lo empujó, como resultado acabó arrinconado contra una pared, recibiendo un brutal beso que le otorgó un sabor a sangre.. La suya.

Tan pronto como llegó es hombre se fue, dejándolo con el primero, sonriente.

—¿Cuando voy a irme de aquí? —dijo limpiándose la boca.

—De inmediato —respondió el guardia calvo, se acercó sonriendo con sadismo y le mordió el labio inferior, lo estiró cual chicle hasta robarle un grito dolorido— podrás despedirte de las rameras e ir a vivir la buena vida. Todo hoy mismo.

Kouki lloró cuando abrazó a su único amigo y confidente en aquél lugar. Nunca hablaron de cómo habían llegado allí, eran temas demasiado sensibles para ambos. Ese doncel siempre fue su hombro donde llorar y resguardarse mientras que Kouki había sido su cuidador cuando llegaba cansado y herido luego de atender clientes violentos.

—Un día vamos a acabar con esta vida. Te lo prometo —Le dijo y acarició su mejilla— feliz cumpleaños, por cierto.

—Pero falta mucho para eso..

—Ya no sé si volveremos a vernos, Kouki, sólo deseo que cuando vuelva a verte seas alguien feliz y libre —Unió sus labios con los del castaño, con tanta suavidad y delicadeza que lo hizo sonrojar.

Ambos sabían que no era un beso sexual ni romántico, sino el de dos almas perdidas en el mismo laberinto sin salida, dos corazones que habían aprendido a quererse con honestidad y sin maldad en medio de ese infierno. Un beso de amor entre tanta oscuridad.

Ése sería el último beso sincero y puro que recibiría hasta conocer a Akashi.

—Cuidate —dijo con una sonrisa, aún cuando en su ojo grisáceo adornado con un lunar debajo, se notaba que ni él creía en esta petición. El castaño quiso decir algo pero la lágrimas resbalaron y le cerraron la garganta— anda ve, vete.

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