Irrupción

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La chimenea apagada provocaba un vórtice de oscuridad en el centro de la pared, el jefe estaba de espaldas, agitando una bebida blanca con suma elegancia. Makoto lo observó sonriente, una sonrisa pintada con la inquietud de quien conoce a ese hombre y sabe lo que es capaz de hacer.

—¿Así que huyeron?

—Sí Nash, les advertí que podrían pasar cosas malas pero se fueron de todos modos.

—Comienza con la fase telaraña. Quiero a ese puto doncel besando mis pies. Le mostraré quién manda y cuando se retuerza de dolor..  Me dirá lo que hizo con la información robada.

—Como diga señor.. —sonrió, sacando la lengua sobre su labio inferior.

...

—Nee , Yukiochi.. Bonito escritorio —dijo acariciando la madera. El pelinegro lo miró confuso.

—¿Cada día traes un nuevo apodo más vergonzoso o qué? —inquirió sentándose.

—Entonces sempai te gusta más?

—Pff.. Como digas. A que viniste?

—¿Encontraron más información sobre el ataque? —dijo serio, con las manos apoyadas en la madera y sus ojos miel clavados en el oficial. La luz de la mañana se colaba por una pequeña ventana, Kise estaba muerto de sueño pero había sido enviado de nuevo a investigar los descubrimientos de la policía.. Claro que no se había negado demasiado al saber con quién hablaría.

—Nada útil. Como dije, las patentes son robadas, los autos se perdieron en esa zona residencial..

Toc toc

—Adelante.

—Le traje el café que pidió Kasamatsu san —dijo una bonita castaña de tacones altos. El rubio la miró curioso.

—Ah, gracias. ¿Cómo era tu nombre?

—Maki, oficial.

—Claro, gracias —Ella se retiró y el rubio se la quedó mirando hasta que cerró la puerta con una media sonrisa— como te decía, también las balas..

—¿Hace mucho trabaja aquí? —Lo interrumpió mirando a los ojos azules. Kasamatsu se lo quedó viendo con los labios apretados.

—Mira si vas a coquetear con cada asistente..

—Responde la pregunta. —El pelinegro lo miró más confuso que antes.

—No tengo idea, como verás tengo la nariz metida en documentos desde que llego hasta que me voy.. Así que ni siquiera sabía su nombre, no lo notaste? —Alzó el café vaporoso, dirigiendo sus labios a la caliente bebida.

—No! —Se lanzó sobre el escritorio tirando al oficial, documentos y el café que voló hasta una maceta con un potus.

—¡¿Que demonios?!

Los ojos miel fueron a la planta regada, descubriendo como comenzaba a deteriorarse bajo un tóxico humo sibilante. El pelinegro palideció.

—Maki acaba de intentar matarte. Yo que tú me fijaría en mis asistentes.

—¿Pero qué carajo era eso? ¿Ácido? —espetó iracundo.

—Y del bueno —dijo tendiéndole la mano y lo ayudó a levantar— o bueno, del malo para ti.

El oficial se levantó a dar la alarma, en ese instante el sonido de un arma siendo cargada y la fuerza de unos neumáticos llegaron a los oídos del rubio, volvió a derribar al pelinegro cuando Maki regresó con una metralleta que agujereó la pared que daba al exterior.

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