《He bad》 kookmin.
Él lo tiene cuando quiere, lo tiene cómo quiere, lo tiene porque quiere.
Él es tan malo.
Muy malo.
Él es el malo.
Él es el mal.
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/Narrador/
El día comenzaba temprano para la familia, era un lunes, sus padres trabajaban y el castaño menor estaba preparado para ir a clases. Jimin solía despertar un poco más tarde aquellos días de la semana, era una costumbre que tenía desde hace mucho tiempo en verdad, por lo que el resto de la familia no solía molestarle mientras este dormía unas horas más en esas aburridas mañanas, pero aquel día, aquella rutina exquisitamente cuidada se rompió, un par de ojos lo miraban con curiosidad mientras escudriñaban por su espacio en el que ha vivido, claro, agradecía que alboroto del exterior de su cuarto fuera mayor al que sucedía dentro del mismo.
Jungkook no había dormido en absoluto, se dedicó a muchas cosas mientras el rubio estaba vulnerablemente rendido al sueño, y Yoongi, bueno, él se preocupaba de no gastar energía, por lo que tomó algunos libros y comenzó a leerlos sin querer dejar el espacio que le habían dado en el suelo.
-Podrías explicarme esto primero -Habló Jimin mientras se miraba sus brazos, la pálida piel estaba finamente delineada con dibujos, el artista reposaba a su costado sosteniendo el bolígrafo con el que le tatuó precariamente la noche anterior, la luz no le ayudaba mucho, por lo que algunos diseños no quedaron de la mejor manera. No como lo hubiera deseado él.
-Parecían gustarte los míos -Aclaró el pelinegro alegre, pero se pudo escuchar un bufido divertido del otro que estaba tendido en el suelo -No como otros, tú disfrutas del arte.
Jimin cubrió su rostro y suspiró algo abrumado, ¿acaso era un niño? -Ahí vamos otra vez...
-Me gustan los de Hobi -Le aclaró esta vez el nuevo herido al pelinegro -No los tuyos, que quede claro aquí y ahora.
Jungkook miró atónito al rubio que parecía perderse en las infantiles disputas del par de amigos, por lo que simplemente optó por mirarle de la misma manera. El primogénito de aquella familia de granjeros se percató de la hora y suspiró, faltaban pocos minutos para que dieran las nueve de la mañana, el clima se repetía con una puntualidad espantosa. Las nubes estaban cargadas con aquel líquido que daba vida y que ensuciaba calzados.
-Prepararé el desayuno -Dijo el rubio mientras estiraba su cuerpo con ansias de tocar el claro techo del cuarto, aquel que se había vuelto un poco más pequeño en un abrir y cerrar de ojos.
-¿Podremos comer también? -Preguntó el ávido lector sin dejar desatendidas las páginas del libro en sus manos.
El rubio se giró divertido y asintió -Lo harás, ambos comerán -Aclaró antes de caminar en búsqueda de una suave bata.
Jungkook miró con cuidado como el cuerpo de Jimin se cubría de forma perezosa con una de esas batas que ocuparía un anciano. Yoongi parecía no notar lo que pasaba, pero no se interpuso de todas formas. Las manos del rubio buscaron ropa para su nuevo invitado, tomó unas cuantas cosas y las dejó a los pies de la cama, con cuidado caminó hasta Yoongi y lo miró hasta que este le devolviera el gesto.