La inocente Ellizabeth Pullman ha sus veinte años paso la mayor tormenta de su vida cuando su hermana menor y única familia falleció.
Lo que le queda ahora es esa espinilla que se niega a sanar y una enorme deuda con el banco producto de los gastos...
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No me siento bien, no sentimentalmente.
Además de eso, realmente me siento mal
—Prefiero quedarme en cama. —Le respondo a Sebastian cuando me pregunta porque no he ido a clases. —No me siento muy bien.
Sus ojos me examinan, llega hasta mí y me toma la temperatura con la mano, enseguida la quita.
—Llamare al doctor.
—No es necesario, Sebastian. —Intento levantarme. —Realmente estoy bien.
—Claro que es necesario. —Me contradice.
Enseguida comienza a llamar y queda en un cita con el doctor, luego le pregunta que hacer para bajarme la fiebre de la que ni tenía idea que tengo, Sebastian cuelga la llamada y lo veo desvestirse, en realidad, quitarse el saco, flexiona los brazos dándome vista a sus bíceps y se dobla las mangas.
Él le pide a Geogia, quien también estaba en la habitación, a que traiga paños para colocarme sobre la frente, alcohol y agua de hiervas.
Me pide que me acueste otra vez y estoy tan débil que solo quiera mantenerme en cama, Georgia regresa con cada una de las cosas que Sebastian le pidió, le pide que se marcha y el mismo moja los paños en el agua medicinal para ponerlos sobre mi frente.
—¿El doctor te dijo que hicieras esto?
—No. —Responde y apoya su palma en mi mejilla, probando otra vez mi temperatura. —Esto me lo enseño otra persona y funciona.
—¿Otra persona?
Me mira, pero no entra en detalles, Sebastian se queda a mi lado incluso cuando estoy a punto de quedarme dormida.
Si no quieres que me enamore de ti.
No hagas cosas como estas.
Aunque ya es algo tarde para eso...
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