#37. Rumores

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Elizabeth todavía está dormida cuando despierto, le sonrio y acaricio su rostro, retiro el cabello que incomoda y la miro una vez más antes de salir de la cama

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Elizabeth todavía está dormida cuando despierto, le sonrio y acaricio su rostro, retiro el cabello que incomoda y la miro una vez más antes de salir de la cama.

Cuando empiezo a vestirme, ella se despierta, se sienta sobre la cama y rasca sus ojos.

—Buenos días.

—Buenos días, Baby.—Le respondo.

Ella bosteza.

—¿Quieres que desayunes juntos?

No hay otra cosa que quiera, pero hoy no.

Beso su cabeza.—Descansa, anoche llegaste exhausta.

Elizabeth vuelve a bosteza, se deja caer en la cama.

—Te amo, Sebastian, pero quiero dormir.

Sin protestar, dejo que lo haga, el regreso fue largo y aun después de anoche, debe estar mucho más agotada.

Salgo de la habitación cuando ya he acabado de vestirme, tomo el desayuno en la oficina mientras reviso algunos papeles y salgo de la casa directo a la empresa.










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—¿Qué están diciendo?.—Pregunto cuando uno de los socios viene a mi oficina solo a arruinar mi día.

—Ellos creen que no te encuentras apto para mantenerte al frente de la empresa.

¿Qué no estoy apto?

—¿Qué tonterías son esas?

Guarda silencio unos segundos, pero finalmente lo dice.

—Llegaron rumores.

¿Rumores? Claro.

Aparece una sonrisa en mi rostro.

—¿Rumores? Mejor dime que Jennifer Settman te fue con el chisme... ¿Qué es esto? ¿Vas a creerle a ella? ¿Por qué? ¿Te ha ofrecido algo a cambio?

—Sebastian...

—Ambos sabemos lo único que busca ella.

—Independientemente de que este tramando, la verdad es la que tengo frente a mi.—Señala.—Amigo... Si tanto deseas eso, creo que debes dejar a cargo a alguien más.

—¿Eso es lo que quieren, no?

Se rasca la nuca.—Tal vez... tal vez necesites jubilarte.

¿Jubilarme?

—Mierda.. ¿Tienes idea de lo que me ofreces? ¿Me veo como alguien que debe juvilarse?

—Solo estoy buscando la forma de ayudarte.—Señala la puerta.—Porque si ellos se lo propones sabes que lo último que tendrás será una jubilación.

—¿Amenaza?

Separa los brazos y niega con la cabeza.

—Lo siento, Sebastian...—Se disculpa.—Pero cumplí con advertirte, puedes jubilarte o volver las cosas como antes.

—¿Y si no las vuelvo, qué? esta es mi empresa, fui yo quien la levante.

—Tú la levantes, lo sabemos, pero deja de pensar que eres intocable, Sebastian, no estás solo y hay muchos hombres de poder sentados en esas silla.—Vuelve a señalar la puerta.—Que pueden quitarte de tu puesto con tan solo un voto.

Maldigo.

—Amigo, ellos solo no quieren que la empresa se llene de rumores que la desprestigien, si no cambias esto..

Lo observo frunciendo el ceño, el suspira.

—Como presidente de la junta directiva y con los votos que tienes en tu contra, me veré obligado a destituirte de tu cargo, Sebastian.

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