#24. Verdades

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—Señor, quería saber si desea que le traigan la cena

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—Señor, quería saber si desea que le traigan la cena...—Pregunta una de las chicas de la casa, al notar que no responde, insiste. —Señor.

—No.. —Me pongo de pie y voy a buscar un nuevo vino, observo la botella. —No quiero cenar.

Ella no se mueve.

—Déjame solo, por favor. —Pido.

Sale si protestar porque seguramente quiere mantener su empleo, cojo la botella y mi mano tiembla.

Ya es demasiado tarde para darse para atrás.

Ya volví a recaer.

Incluso después de todo, mi cuerpo siente la necesidad de tener esto en mi organismo, no puedo combatirlo.

—Señor...

—Te dije que me dejaras solo.

Vuelve a golpear y voy directo hacia desquitarme con la persona detrás de la puerta, sin embargo, lo q me sorprende no es ver a la chica que acabo de pedirle que se fuera, sino a Ellie.

—Es todo, Gia, gracias.

Ella se marcha y Elizabeth ingresa a la oficina, la cierro detrás de mí.

—¿Qué haces aquí...?

—Quiero que hablemos...

¿Solo así?

¿Después de una semana?

—No deberías estar aquí. —Pronuncio luego de llevarme otro vaso a los labios.

—No deberías beber.

No, no debería.

La miro a los ojos luego de acercarme a ella.

Por favor, vete...

La observo tragar, le cuesta, su mirada baja y la vuelve a subir decidida.

—No.

—Elizabeth...

—Y no bebas. —Me ordena quitándome el vaso en un descuido mío. —Sabes que no debes beber.

—¿Se?

Su mirada vuelve a bajar, se mantiene callada y tengo que sacarla de aquí.

—Márchate, Elizabeth.

—¿En el fondo quieres eso?. —Me pregunta en el fondo. —¿Realmente en el fondo no tienes ningún sentimiento por mí, Sebastian?

Nos miramos a los ojos y paso de largo dándole la espalda, en busca de otro vaso en la vitrina.

—No lo tengo.

—Entonces no apartes los ojos y dímelo en la cara.

—Ellie...

—Voy a creerte si lo haces.

Me vuelvo hacia ella, tiene lágrimas en los ojos.

Niego con la cabeza. —No siento nada por ti, Elizabeth.

Solloza, maldición.

—Mentiroso.

—¿Qué se supone que debo hacer para que me creas?

Su labio tiembla. —Dijiste que tu solo me harías daño.

—Sí, eso dije. —Lo recuerdo muy bien.

—Creo que es por eso, porque piensas que puedes dañarme por lo que no quieres admitir lo que sientes, tienes miedo de pasar por lo mismo, ni siquiera por ti, sino por mí.

Trago duro.

—¿Acaso no hay mayor muestra de amor que eso?

Niego con la cabeza. —Buscas cosas donde no las hay, no sabes lo que dices.

—Se más de lo que crees.

Alzo una ceja confundido, sus labios tiemblan.

—Se sobre Olivia.

El corazón se me acelera.

—Se lo que le paso a tu esposa, Sebastian.

Bajo Sus TérminosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora