#31. Dilema

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—¿Qué sucede?

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—¿Qué sucede?.—Le pregunto cuando estaciona el coche frente a mi casa.

Así nos hemos repartido, Sebastian se queda en casa de mis padres algunos días y los fines de semana regularmente me quedo con él en su casa.

En su cama.

—Estas callado desde que salimos del restaurante.

Sebastian quita las llaves del coche y se vuelve hacia mí.

Trago saliva.

—Uhmm... —Chasqueo los dientes.—Creí que no habías oído.

—Lo hice.

—Sebastian...

—¿Por qué estás tan tranquila?

Mis labios se separan.

—Por mi culpa.

¿Su culpa?

Mi ceño se frunce con fastidio.—¿Por qué te preocupa la edad ahora?

—¿Por qué a ti no?

Me quedo callada.

El dirige su mirada al frente.

—¿Te has puesto a pensar que va a pasar en 10 o 20 años?

—No y no quiero pensar en eso.

—Tendré 60.

—57.—Le corrijo.—Sebastian..

—Y tú tendrás 31.—Me recuerda.

Trago saliva y mis ojos arden.

—¿Por qué haces esto?

Me observa confundido.

—Justo cuando acabamos de solucionar un problema, buscas la manera desesperada de buscarte otro solo para apartarme de ti.

Se me queda viendo en silencio.

—Las parejas tienen problemas y obstáculos, tal vez pienses que el nuestro es la edad y siendo sincera me resulta muy absurdo y estúpido, sin embargo, como cualquier obstáculo, solo hay que superarlo y vivir con ello.

—Ellie...

—Yo estoy dispuesta a hacerlo.—Prosigo.—Te amo, Sebastian... te amo mucho.—Lo señalo con ambas manos.—Te amo a ti, no a tu dinero, ni a tu edad, eres tú, tu eres lo que amo.

Me muerdo el labio y me sorprende ver lágrimas en sus ojos, estoy tan sorprendida que no me doy cuenta cuando me coge del rostro y estampa sus labios contra los míos.

Su beso es duro y apasionado y medio de eso, me quito el cinturón de seguridad, le quito el suyo y le desabrocho los pantalones de vestir liberando su erección.

Mierda, estamos frente a mi casa, en el coche y alrededor de varios condominios.

Pero no me importa, solo espero que no llamen a alguna estación.

Me subo el vestido y Sebastian rompe mis bragas blancas dejándolas sobre el asiento de copiloto, sus labios van a mi cuello y me pego contra su cuerpo, mis labios se separan cuando me besa ahí y me acomodo encima, las manos de Sebastian bajan por mi cintura y se ubican en mi trasero.

Me levanta y me hace sentarme, su polla entra en mí y el hace un movimiento con las manos apretando mis glúteos, las sujeta con fuerza mientras comienzo a moverme, su erección no sale, se frota en mi interior y el gruñe, apretando cada vez mi trasero, provocando que su polla entra más y más hasta donde debe.

Brinco mientras su rostro se entierra en mis pechos y el comienza a moverse también, todo el tiempo sin retirar las manos de mi trasero y tampoco quiero que lo haga, esta fricción que hemos alcanzado es exquisita, me hace alucinar y no lo quiero fuera tan pronto, hemos encontrado el encaje perfecto y sin perderlo, me muevo de atrás hacia adelante, jalando, provocando que su erección vibre de felicidad dentro de mi vagina, cierro los ojos y grito su nombre, me muevo tanto que me daría vergüenza ver el coche moverse desde afuera.

Antes jamás creí que haría algo así, ni siquiera con Victor, el sexo siempre fue bueno, pero hacer cosas como estas que me excitan, jamás me había atrevido.

De cierta forma, Sebastian lleva el sexo desconocido para mí en una línea perfecta, tan perfecta que me he vuelto adicta a ella.

Me gusta cómo me toca, ya sea el lugar correcto o no, solo lo quiero sobre mi o yo encima, con su polla enterrada en mí, él es tan perfecto.. el sexo es tan perfecto e increíble cuando estoy con él.

—¡Ah...!—Gimo una y otra.—¡Ah...¡Ah.. Sebastian!

Aprieta mis glúteos y jadeo.

—Me encanta verte así.—Pronuncia con la voz agitada.—Tan excitada, tan caliente y sexy.

Oh no, palabras sucias.

—No te corras, baby..—Me pide, ya no suena como una orden.

Continúo brincando y el lleva sus labios a los míos, me da una nalgada y gimo.

—Hagámoslo juntos.

Me muerdo el labio y asiento con la cabeza, terminamos juntos, calientes y llenos de sudor, mi interior se llena con su semen y siento las piernas húmedas y entumecidas.

Le rodeo el cuello con los brazos y sonríe, me coge de la nuca y me besa, su lengua toca la mía y nos besamos hasta que nuestros pulmones exigen aire.

Nos miramos a los ojos y sonrio.

—Te amo, Daddy.

El enarca una ceja.—Creí que ya no era tu Daddy.

—Suena más sexy, Daddy que novio.

Él se ríe, me muerdo el labio al ver las ventanas del coche, los vidrios están empañados, orgullosa de nuestro caliente encuentro, me vuelvo hacia él.

—Quiero más de ti.—Confieso.

—Apenas es temprano.—Me recuerda.

Me rio.

—Entonces deberíamos entrar a la casa.

—Sí, deberíamos.—Me da razón y hace una pausa.—Sobre lo que dije...

Lo callo con mis dedos.

—Si no vas a decir que me amas, no lo hagas...

No quiero hablar de eso, lo único que me fastidia es recordar el problema de la edad todo el tiempo.

Bajo los dedos y él se me queda viendo.

—Te amo, Elizabeth.

Sonrio.

Por favor, que esta felicidad sea eterna.

Bajo Sus TérminosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora