Cap.22 ¿Reconciliación?

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*N O R M A L   P O V*

Elizabeth salió disparada de la habitación, buscando por todos lados al vampiro, quien parecía haberse esfumado. Se encontró con Gilthunder en el camino, este preguntó preocupado por la situación al ver que la chica casi lloraba de pánico. Ella no respondió, tan sólo corrió de nuevo hacia el pasillo, entrando ahora a su habitación. Se detuvo, su respiración errática hacía eco en la silenciosa habitación, una fría ráfaga de viento levantaba las cortinas, haciendo que la temperatura del cuarto bajara estrepitosamente, al mismo tiempo que Elizabeth soltaba un suspiro de alivio viendo que, afortunadamente, el vampiro estaba sentado al borde su cama, mirando hacia el exterior de aquella ventana sin siquiera pestañear.

La habitación se teñía de un relajante azul tenue, la poca luz que había apenas se colaba por la ventana, dejando tan sólo algunas partes iluminadas, Elizabeth apenas podía ver la silueta del chico, la cual a veces desaparecía entre las ondulantes cortinas, quiso asegurarse de que no fuese algún tipo un espejismo dando unos pasos hacia delante, acercándose un poco más al rubio.

Sus pasos hicieron que el vampiro se percatara de su presencia, ocasionando que este desviara su mirada hacia ella, obligando a la chica a detenerse en su marcha. Ambos se miraron por unos segundos eternos, cada uno escrudiñando las facciones del otro, buscando un tema de conversación que no sea la riña que sufrieron hace apenas hora y media. Elizabeth en especial estaba avergonzada de haberlo cacheteado hace un rato, pero no del todo arrepentida, al ver todas la opciones en su cabeza vio que era imposible evitar el tema sin hacer el ridículo, por eso decidió hablar.

Pero justo antes de que tomara el aire suficiente para conjugar palabras, Meliodas le interrumpió.

— Lo siento...—dijo en apenas un susurro, mientras que, intentando ocultar su sonrojo de vergüenza, volteaba su rostro hacia la ventana de nuevo, pero esas palabras se oyeron tan claras que Elizabeth ni siquiera sospechó que eso fuese un susurro— No debí haber dicho algo como eso.

Ella sonrió, mientras que dando unos pasos silenciosos la chica se sentó en el lado contrario de la cama, el sonido que ocasionó eso hizo que Meliodas le mirara por un momento, dejando al descubierto sus sonrosadas mejillas.

— Yo también lo siento, no debí haberte golpeado —en eso Meliodas soltó una risilla, haciendo que la chica arrugara el ceño, extrañada— ¿Qué?

— Nada, solo que creo que golpearme fue la mejor respuesta a algo tan ofensivo, tienes una buena izquierda de hecho. —Elizabeth no pudo evitar reír luego de ese comentario, la atmósfera se aligeró en tan sólo unos instantes, ambos se quedaron en sus lugares por varios segundos, estaban seguros de que había otro paso que dar, pero ninguno sabía cuál.

— Creo, que deberemos dormir en la misma habitación esta noche —la chica sintió como la cama se removió de repente, eso hizo que ella volteara, Meliodas estaba levantado de espaldas a ella, mientras movía sus manos de forma nerviosa, la peliblanco soltó una risilla— Lo sé, es incómodo, pero creo que no dejaré que duermas en el suelo y estoy segura de que tampoco dejarás que duerma en otra parte que no sea mi cama. Así que dejemos las conversaciones inútiles de lado y vayamos a dormir, ¿Sí?

Dijo soltando un bostezo, mientras sin dejar mucho para hablar al vampiro, la chica quitaba las sábanas de su cama y se acomodaba bajo ellas. Meliodas tan sólo pudo soltar un suspiro de incomodidad, sabía que la chica tenía razón y que él no podría hacerle cambiar de opinión. Por eso, él tan sólo se resignó a cerrar las ventanas, haciendo que la baja temperatura de la habitación aminorara, aunque sea un poco. El vampiro se acercó a la cama, mirando sin algún disimulo la chica, quien ya dormitaba de espaldas a él. Todo lo que había pasado en tan sólo una noche la había dejado agotada, sólo necesitó poner su cuerpo sobre el colchón y su cabeza en su almohada para caer profundamente dormida.

Meliodas se sonrojó, estaba tan cerca, a sólo centímetros de la mujer a quien había besado apasionadamente hace al menos hora y media. Las ganas de hacerlo de nuevo subían desde su estómago adolorido por los aleteos de las mariposas atrapadas en él, hasta su nuca, causando que cada vello de su espalda y brazos se erizaran. No podía aguantarlo, su deseo era tan atormentante que dolía, algo en especial le dolía.

Tomó todas las almohadas que encontró y las interpuso entre él y la chica, tan sólo cuando estuvo asegurado de que no habría ningún contacto entre ellos pudo acostarse, boca arriba, mirando hacia el techo. Los minutos pasaban, el chico estaba exhausto, pero no podía pegar siquiera un ojo, la tentación de mirar hacia un lado lo carcomía, su cuerpo le pedía a gritos que la mirase, que escrudiñara cada centímetro de su cuerpo hasta quedar satisfecho. Tragó duro, cerró los ojos con fuerza, tratando de controlarse, hacer eso había funcionado muchas veces, pero ahora parecía que no surtía efecto.

Eso ya no funcionaría.

Elizabeth despertó, la posición en la que se había dormido ya no le parecía cómoda, no sabía cuántas horas habían pasado desde que cayó dormida, pero quería pasar las que le quedaban por dormir en una mejor posición. Sin embargo, cuando la chica quiso darse la vuelta entró en conocimiento de lo que estaba pasando, unos brazos fuertes y fríos la abrazaban por la cintura y alguien le respiraba en el cuello. Su respiración era errática, ocasionando un placentero cosquilleo que pasaba desde su nuca hasta su espalda.

Ella soltó un suspiro, el placer ligado con el pánico ocasionó que su corazón comenzara a latir sin control, en un intento por querer ver a su agresor, la chica se dio la vuelta rápidamente para verlo.

Se encontró con sus ojos, aquellos que brillaban en un púrpura oscuro, donde aún en la penumbra podía ver su rostro claramente, sus mejillas se veían un poco sonrosadas y su aliento chocaba con su rostro. Meliodas se veía desesperado, como si estuviese hambriento de algo que tan sólo Elizabeth podría darle. Pero esta vez él buscaba algo más y Elizabeth sabía exactamente que era.

Esta vez no habría escapatoria.

Esclavo peligroso MELIZABETHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora