* ELIZABETH POV *Sobé mi cuello adolorida, caminaba desde la sala hasta mi habitación. Hacía ya poco que terminé de hablar con la doctora Johnson, me regañó por haberme ido del hospital antes de tiempo, también me expresó que había estado muy preocupada por mí y que le alegraba que yo ya estuviera bien. Le agradecí por preocuparse por mí.
Y por haber hecho interrumpido el beso que casi sucede entre el señor Meliodas y yo...
Al recordar aquellos momentos, sentí que mi cuello cosquilleaba, mis mejillas se calentaron al punto de que comencé a sentir que mi abrigo me daba demasiado calor ya.
Estuve entre sus brazos...
A su Merced...
Cayendo en aquel ciclo sin fin de placer...
Palmeé mis mejillas, tratando de quitar aquellos pensamientos tormentosos. Eso fue un error, fue un total fiasco haber permitido que él hiciera eso.
Paré en seco a mitad del pasillo, justo frente a su habitación, recordando que el señor Meliodas había corrido allí después que dejara mi teléfono en la mesa de la cocina.
Tragué duro, no quería crear más momentos incómodos por lo cual a toda velocidad corrí a mi habitación y me encerré allí. Me comparé con un niño temeroso que corrió a toda velocidad a su habitación después de apagar las luces.
Caminé hasta el baño, la hemorragia en mi cuello aún no se había detenido, busqué en mi repisa el botiquín. Lo puse en el lavabo, sacando de él el alcohol y el algodón para desinfectar las heridas, sorprendentemente el señor Meliodas me había mordido justo en mismo lugar donde lo había hecho antes.
Me miré en el espejo, haciendo un lado mi cabello para comenzar a desinfectar las heridas.
Solté una exclamación tan alta que creo que el mismo señor Meliodas me escuchó. Miré mi cuello con pánico, se comenzaban a ver varios moretones muy particulares, recordé la sensación de succión que sentí mientras el señor Meliodas besaba mi cuello. Me sonrojé de inmediato, desviando la mirada del espejo o más bien de las marcas, sólo me concentré en seguir limpiando las heridas.
Puse suficientes bandas cómo para cubrir casi todo mi cuello, el resto lo cubriría mi cabello y la ropa holgada que siempre utilizo. Fue difícil hacerlo lo admito, tener sólo un brazo en buen estado no es algo que te de ventaja, al contrario.
Caminé hasta mi cuarto de nuevo, cambiándome de prendas con mucha dificultad, tuve que quitarme el cabestrillo para poder ponerme el abrigo cuello de tortuga que quería y debo admitir que fue mucho más doloroso que la misma mordida de el señor Meliodas.
Ahora el verdadero problema era poder ponerme el cabestrillo de nuevo, lo cual por más que intenté no pude lograr. Caminé fuera de mi cuarto, directo al pasillo, tal vez el señor Meliodas me ayud-....
Espera... esa no es una buena idea...
Estaba frente a su puerta, a punto de tocar para llamar su atención, poco a poco me resigné, no debía volver más incómoda la situación entre nosotros. Por eso di unos pasos hacia atrás, dispuesta a volver por dónde vine.
- ¿En quieres que te ayude? -escuché su voz decir, di un salto en mi lugar, paralizándome como un cadáver.
- ¿A-ayuda? Yo no dije nada... -dije, tenía ganas de voltearme a verlo, para así entender si el señor Meliodas tenía la habilidad de leer la mente o había pensado en voz alta. Él soltó un "Mm".
- ¿En serio? Juraría que te escuché decirlo... -reuní suficiente valor como para voltearme a observarlo, su mirada estaba posada en el suelo con el ceño ligeramente fruncido. Él levantó la mirada y nuestros ojos se encontraron, pronto su mirada confundida pasó a una totalmente indescriptible, una mirada que escudriñaba mi rostro de centímetro en centímetro, buscando algo misterioso, algo que yo misma no sé que es.
¿Qué quieres de mí Meliodas?
Tan sólo pasaron unos segundos antes de que ambos desviaramos la mirada hacia otro punto.
- Además... Tú-... -al escucharlo cortar su frase tan repentinamente fijé mi mirada en él otra vez, su vista estaba fija en mi brazo colgante el cual apenas puedo mover. Su mirada se enfureció y se posó en la mía con agresividad.
De inmediato supe de que me estaba hablando. Sí lo sé fue estúpido, él me estaba regañando con la mirada por eso. Suspiré avergonzada.
- Lo sé lo sé, pero es que no podía ponerme mi abrigo por esta cosa -agité el cabestrillo, frente a él de forma brusca. Al hacerlo mi brazo herido se removió un poco, lo cual fue muy doloroso. Me petrifiqué en mi lugar, adolorida.
El señor Meliodas soltó un suspiro cansado mientras negaba con la cabeza. Él caminó hacia mí algunos pasos, sabía que era para ayudarme a ponerme el cabestrillo, sabía que él sólo quería ayudar no hacerme nada descabellado. Pero entonces ¿Por qué me alejé la misma cantidad de pasos de él?
El rubio me miró algo sorprendido, pero luego con cara una de determinación se acercó más. Seguí alejándome de él queriendo escapar de su tacto, pero me encontré desafortunadamente con la pared paralela a la puerta de su habitación.
— Eh... Yo... E-está bien, yo puedo hacerlo sola —comencé a tartamudear, quería encontrar una excusa para mí repentina fobia. Él no paró de acercarse, hasta estar peligrosamente cerca de mí.
De nuevo.
Sin quitar su mirada de mis ojos, ni por un segundo, suavemente colocó el cabestrillo en mi cuello, luego poniendo con la misma delicadeza mi brazo en su interior. Durante ese tiempo intenté desviar la mirada en varias ocasiones, pero la del señor Meliodas seguía la mía a donde sea que fuera.
Luego de eso, el señor Meliodas se alejó de mí, yendo directo hacia la sala. Oí la televisión encendida, por lo cual discretamente lo seguí, entré en la cocina para poder disimular mi acoso. Busqué algo inexistente en el refrigerador, la conductora de las noticias comenzó a hablar de una noticia que parecía importante.
— Esta tarde cerca del centro de la capital, tres hombres fueron hallados sin vida en un callejón desolado... —mis ojos se abrieron como platos, corrí hacia la sala y miré el televisor. El señor Meliodas estaba en la misma condición que yo, de pie junto a mí.— Según el reporte que la policía dio después del hallazgo, los hombres parecían haber sido aplastados por varios contenedores de basura. Por la rareza del hecho y la improbabilidad de que una persona podría haber hecho esto, muchos de los policías presentes en la escena del crimen especulan que fue un ataque despiadado de parte del frente enemigo de los vampiros.
Dejé de escuchar lo que decía aquella señora, fijé mi mirada en el señor Meliodas, quien miraba al suelo con el ceño hundido. Se acarició la frente soltando un gruñido de frustración. Posé mi mano en su hombro, mostrando apoyo.
— Está bien, usted hizo eso para salvarme, no se sienta culpable por eso... Ellos buscaron su propia muerte —le dije para poder tranquilizarlo, él levantó la mirada para verme, asintió.
Aunque trataba de tranquilizarlo a él, me sentía inquieta por dentro, comenzaba a preguntarme si este pequeño tropezón haría que todo se eche a perder, que atrapen al señor Meliodas y lo maten.
" ¿Será que este pequeño tropezón, nuble el futuro de Britannia? "
CONTINUARÁ
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Esclavo peligroso MELIZABETH
FanficLos vampiros son considerados en Britannia como ESCORIA, por lo cual estos viven en guerra con los humanos y quienes no están en las filas del ejército lamentablemente son a veces asesinados, torturados o usados como esclavos en las familias de dine...