Cap.26 Los que rigen El Destino

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* E L I Z A B E T H P O V *

Quise detenerme en ese segundo, Jericho traía en sus brazos aquella caja de pollo, pero detrás de eso pude ver un bulto reconocible en su bolsillo derecho. Ahí estaba, el preciado objeto, aquel que me daría el poder de doblegar al ejército y a todos sus allegados con solo un movimiento.

Tanto poder, dentro de esa memoria USB había demasiado poder, tanto que me sentí abrumada. Pero luego de unos momentos en ese estado me recompuse, tomando la caja y agradeciendo por el pedido. Tomé el dinero y lo puse en sus manos, Jericho metió la mano en su bolsillo y luego tomó el fajo.

— Buen provecho... —musitó en un tono bajo y risueño, alejándose de la puerta y dejando que yo la cerrara. Sin despedidas, apenas con palabras dirigidas, así fue como aquella chica peligris dejó aquella memoria en mis manos.

Me di la vuelta, encarando a los presentes, Meliodas tenía una mirada preocupada, mientras que los demás sólo tenían una de molestia, el aire era pesado, aún con las ventanas del balcón abiertas, se sentía como si no fuese respirable, todos allí nos sentimos como los villanos de la película ese momento.

Al menos yo lo hice.

— Bien creo que es hora de planear todo, les recomendaría que mañana no vayan al hospital, por favor —todos temblaron ante mis palabras, incluso el vampiro rubio un poco alejado de la multitud, soltó un respingo.

Qué incómodo.

*******

— Eso es todo, ¿preguntas...? —Meliodas a mi lado terminó de hablar, dejando boquiabiertos a los demás. Estaban asustados de lo bien planeado que estaba todo, antes parecía tener algunas fisuras, pero todo parecía arreglado ahora.

Tal vez los sucesos de antes nos haya motivado a ambos a seguir con todo eso y seguir adelante.

Los sucesos de antes...

Mi cara en medio de toda su conversación, se volvió roja.

Todos dejaron de hablar y me prestaron atención, Meliodas me miró unos segundos, sólo tuve que dirigirle la mirada unas céntimas para que se diera cuenta todo, volteó la mirada.

— ¿Estás bien Elizabeth? —preguntó Ban, extrañado por mí repentino comportamiento. En eso reaccioné y aún más sonrojada quise soltarme de aquella situación.

— ¡Sí! Estoy bien, sólo que hace un poco de calor es todo.

En ese momento, estábamos a mitad de otoño, y hacía tanto frío que las calles a veces se congelaban. Maldita sea, Elizabeth. No podía cagarla de mejor forma, ¿cierto?

Pero todo aquel desastre pareció dar frutos, pues los chicos comenzaron reír enérgicamente, aminorando la atmósfera. Yo también reí, un poco avergonzada. Pero Meliodas no reía, al menos no tan escandalosamente. Seguía mirando hacia otro lado, evitando mi rostro. Justo en ese momento dejé de pensar, o de reír, pues me había dado cuenta de algo.

Sus orejas, antes pálidas y blancas, ahora estaban bellamente enrojecidas.

* N O R M A L   P O V *

Elizabeth soltó otra disimulada risa antes de volver al tema. Los chicos aclaraban sus dudas, y se ponían pautas de comportamiento, debían actuar natural en lo que les quedara posible. Ahí, con todo puesto en orden, terminó aquella reunión y todos regresaron a sus respectivas casas.

Esclavo peligroso MELIZABETHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora