Cap.19 Aprovecharse...

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* E L I Z A B E T H   P O V *

Serví los platos en la pequeña mesa del comedor, también sirviendo un tazón de ensalada verde que se me antojó por hacer, para darle una textura diferente al plato. Gilthunder leía algún libro policíaco, esos le encantaban, pero no estaba segura de lo que estaba haciendo el señor Meliodas en ese momento. Por eso me quité el delantal, lo colgué y caminé en dirección a su habitación.

— ¿Meld? ¿Estás despierto? —le llamé, improvisando un nombre ficticio para él en ese momento, tocando antes algunas veces la puerta para avisar de mi presencia, no escuché una respuesta, pero podía sentir su presencia desde ese lado de la puerta—. Voy a entrar.

Giré la perilla, abriendo la puerta de la habitación, lo encontré sentado al borde de la cama, con los brazos cruzados y la cabeza gacha. Reí a lo bajo, mientras me acercaba. Pero me detuve, no quise seguir avanzando, pues al fijarme bien pude notar que sus orejas estaban rojas al igual que sus mejillas.

Meliodas, acaso tú estás... ¿Sonrojado?

Pensé, mientras me alejaba la misma cantidad de pasos que me acerqué, no estaba segura si él estaba al tanto de mi presencia, di por hecho que no, pues Meliodas parecía sumergido en sus pensamientos. Quise salir, retrocediendo algunos pasos más para poder dar con la puerta, pero en vez de hallarla choqué con ella, ocasionando un chirrido que me pareció exageradamente alto, tanto que fue suficiente como para llamar su atención. Rápidamente el fijó su mirada en mí, dejándome ver por completo su rostro, y de por sí su expresión.

Mi respiración se cortó.

Sus mejillas estaban completamente rojas, el Meliodas que yo apenas conocía desapareció, estaba viendo una faceta nueva, su faceta tímida. Sé que antes la mencioné ante Gilthunder, pero mentía, nunca tuve la dicha de ser testigo de ella y para ser honesta, no creía que esa faceta siquiera existía en él, estamos hablando de Meliodas después de todo. Sentí como la sangre se acumulaba en mis mejillas, mi garganta se secó, su expresión tímida estaba teniendo efecto en mí.

Estaba sorprendida, pero igualmente fascinada.

Pero al tiempo de que Meliodas volteó el rostro hacia otro lado, la burbuja en la que nos encontrábamos se rompió y la incomodidad se hizo sentir en el aire.

— Y-yo... ¡La cena está lista! —grité sin razón alguna, haciendo que el pobre chico diera un respingo, luego con estrépito caminé a la salida y cerré con fuerza la puerta.

Respiré.

Soltando un suspiro, dejando que ahí mi sonrojo se calmara, mi corazón latía rápido, tanto que podía sentir como martillaba en mi pecho, ¿Qué clase de reacción era esa? Pensé, caminando en dirección al comedor, al llegar, encontré a Gilthunder devorando su plato, estaba hambriento, se notaba. Lo imité y también comencé a comer, esperando que Meliodas también viniera.

Siendo honesta, no quería que viniera.

Las cosas en tan sólo segundos se habían vuelto demasiado incómodas para ambos, la atmósfera de por sí ya era pesada, ¿Por qué complicar más las cosas?

— ¿Dónde está tu novio?

— ¿Ah? Estaba durmiendo, él comerá después... —dije, evitando el tema—. Oye gil, ¿tus compañeros vendrán a visitarte mientras el caso se resuelve?

El levantó una ceja, un poco confundido.

— ¿A qué viene esa pregunta? —dijo mientras metía en su boca otra porción de ensalada verde, suspiré, queriendo ocultar el nerviosismo que comenzaba a invadirme, no quería que las cosas se salieran de control.

Esclavo peligroso MELIZABETHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora