Capítulo 7

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   Al despertar al día siguiente, a las seis de la mañana, decidió iniciar una nueva rutina, se coloco ropa deportiva y salió a caminar, también para conocer su alrededor y ver que negocios tenía cerca. Encontró negocios de todo tipo y muchos restaurantes. También había una gran plaza, llena de árboles coloridos y gente caminando. Compró un sandwich y se sentó cerca de la fuente. Pensando en sus cosas y emocionada por estar a días solamente de comenzar la universidad un poco del pavo de su sandwich se calló al suelo y unos segundos después un pequeño perro labrador se acercó a comerlo. Tenía una placa y el collar estaba roto.
   —¿De donde te escapaste? —dijo Laia y el cachorro reacciono sacudiendo eufóricamente su cola y ladrando. Lo tomó en brazos —ven vamos a buscar a tu dueño.
   —Disculpa, ese es mi perro —dijo una voz masculina.
   Laia volteó a ver al joven rubio del hospital. Su mandíbula marcada y cejas definidas lo hacían ver siempre enojado. Ella se quedó congelada, reaccionó cuando el cachorro se retorció para bajar e ir con su dueño.
   —Emm... Me llamo Laia —dijo con una sonrisa estúpida en su cara.
   —Derek —contestó él cortante.
   —¿Eres de por aquí?
   —Si.
   —Ammm... Yo soy nueva aquí y no conozco mucho. ¿Te molestaría si te invito a comer algún día para que me muestres la cuidad?
   ¿Desde cuándo eres así Laia? Pensó
   —Si, de hecho si —dijo sin ninguna señal de remordimiento y se fue caminando.
   Laia quedó boquiabierta, no podía creer lo que acababa de ocurrir. ¿Cómo puede ser tan grosero? Estaba enojada por su actitud y sus sentimientos empezaron a opacarse, pero su corazón no dejaba de latir por él.
   Los días pasaron y Laia comenzó en la universidad de música. Era como el primer día de clases de la primaria, se sentía tan vulnerable y nerviosa. Llegó vistiendo un jean azul con una remera olgada. Se sentó casi en el fondo y así sus estudios comenzaron. Conoció a un par de chicas en su clase y juntas fueron a almorzar al comedor. Laia estaba tan feliz de haber hecho amigas que no podía ocultar si sonrisa aniñada. Sus amigas comenzaban una clase antes que ella por lo tanto salieron primero del comedor. Laia se quedó un rato más hasta terminar de comer tranquila mientras leía su libro. Al salir por la puerta trasera, aún con el libro en la mano y sus ojos en las páginas, chocó con alguien de frente estampado el libro en su cara.
   —Lo siento —dijo una voz masculina que ella conocía. Levantó muy levemente la vista sobre el libro y otra vez él estaba ahí, Derek.
   —Estoy bien —respondió ella apartando por completo el libro. Derek vio su rostro y su cara de pocos amigos regreso. Hizo una mueca de repulsión y se alejo sin decir nada.

Ámalo por miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora