Ámalo por mi

Capítulo 3

 Laia abrió los ojos, estaba recostada nuevamente en su habitual cuarto de hospital.
   —¿Qué sucedió? —dijo con señas.
   —Todo salió bien hija —dijo su madre con los ojos cristalinos.
   —Ya no llores —sus manos ya no pesaban tanto, pero aún así estaba cansada y adormecida por la anestesia —¿Quién fue el donante?
   —No lo se, debes preguntarle a Marta.
   Pasaron dos días y nada extraño ocurrió. Laia al fin podía salir del hospital. Su madre llegó con ropa limpia y acomodó todas las distracciones que habían en la habitación, después de todo había vivido cuatro años en ese hospital. Laia se veía al espejo, noto un ligero cambio en ella: su rostro tenía color nuevamente. Detrás de ella vio una silueta observarla por el vidrio de la puerta, que desapareció al momento de voltearse. Terminó de atar sus zapatillas negras y salió luciendo un vestido naranja.
   —Te ves hermosa hija —dijo su madre con la misma sonrisa de hacia tres días atrás.
   —Gracias —contestó Laia con señas.
   —Debes hablar cariño, ahora puedes hacerlo.
   —Gra-cias —contestó con una voz extraña y con mucha dificultad pero sin dejar de reforzarlo con señas.
   Era tan difícil acostumbrarse nuevamente a hablar, había usado sus manos para comunicarse por más de tres años, no reconocía su propia voz y no estaba segura si esa era la suya debido al trasplante. Caminaron por el pasillo, las enfermeras la saludaban de salida. En la recepción Marta lloró al despedirse y antes de dejarla ir le entregó una carta.
   —Aquí está todo lo que debes saber.
   Salió de allí con una sonrisa, sintiendo el calor del sol y los alaridos de su familia en la vereda. Miró hacia atrás una vez más tocando su pecho, no había duda, ese no era su corazón, no eran los latidos que había sentido por dieciséis años. Pero estaba agradecida por ellos.