Capítulo 14

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   Al finalizar las clases de ese día Laia caminó por el estacionamiento hacia la parada de colectivo ya que su motocicleta estaba en el taller y no pudo usarla ni un día desde su llegada, levantó la vista y vio a Derek apoyado en su auto. Sintió tantos nervios que su estómago dolía un poco y tenía una sensación extraña en la garganta. Él estaba con su celular y ella esperaba que la mirara para poder entablar una conversación. ¿Debía ir a darle su gorra? ¿O simplemente pasaba de largo y fingía no haberlo visto? Optó por esta última y camino con la frente en alto y el pecho firme. Pasó a su lado y el ni se inmutó. Fue una completa decepción y su pecho se desinfló como un globo.
   —Laia —se volteó para verlo acercarse a ella.
   —Oh hola.
   —Hola —ambos se notaban nerviosos.
   —Cierto tu gorra —dijo quitándosela y extendiendo su brazo.
   —Oh gracias —la acepto—. De hecho no era por esto que te esperé.
   —¿Me estabas esperando?
   —Bueno si —se veía extraño, ahora no era el chico amargado de siempre. Se veía tierno y simpático al estar tan nervioso. Tomó aire y continuó—. De hecho te espere para pedirte perdón.
   —¿Perdón? ¿Por qué?
   —Porque actué como un idiota frente a ti y nunca te dije por que te odio tanto.
   —¿Me odias?
   —No quise decirlo así, es solo que...
   —Que...
   —Me cuesta estar contigo y hablarte... Sabiendo que... tienes... parte de mi pequeña hermana en ti.
   —No entiendo.
   —Hace tres años mi hermana se suicidó y... —sus suspiros seguían cortando la historia—. Y tu recibiste un trasplante de ella. Te dieron su corazón —sus ojos empezaron a lagrimear y parpadeaba muchísimo para evitar derramar lágrimas—. Y no entiendo por qué cada vez que tu me hablas se siente muy parecido a ella.
   —Tu, eres el hermano de Evelyn.
   —¿Cómo sabes su nombre?
   —Ella me escribió una carta.
   —¿Qué? ¿Cómo es posible? Quiero leerla.
   —No se si sea buena idea.
   —¡Demonios quiero leerla! —gritó, sus ojos se desbordaron pero se contuvo antes de derramar una tercera lágrima—. Por favor.
   —De acuerdo —dijo Laia—. Está en mi casa.

Ámalo por miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora