Los recién llegados

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CAPÍTULO UNO:

"Bienvenidos a PeersBurg."

Es lo que dice en el arco de la entrada del pueblo, con mayúsculas negras, puedo oír una melodía proveniente de un cafetín cercano "when the storm clouds gather round you, and heavy rains descend, just remember that death is not the end". Mi hermana, se acomoda en el asiento de copiloto, mientras que yo cruzo mis manos en mi regazo, y cierro los ojos.

-No hay que dormir, ya estamos llegando, - escucho decir a Kiera, mi madrastra.

-Es una mierda de idea mudarnos a casa de un familiar muerto, ¿acaso no sabes que sus fantasmas se quedan habitando? -opina Vera-¿Qué quieres? ¿Qué nos posean?

Espero la respuesta de Kiera diciéndole:

-Vera, modera tu lenguaje y deja de hablar así de los muertos, es de mala educación.

Pero no lo hace, en su lugar, suspira y lleva un mechón de su rubio cabello detrás de su oreja, y sigue manejando. Es una señora de cuarenta años, agradable, y cariñosa. Convivimos desde hace cuatro años y, aunque suene extraño, pareciera que ha sido más tiempo. Considerando que tengo dieciocho años y Vera, veinte.

Mi hermana vuelve su vista hacia la ventana y, por el espejo lateral, me mira y sonríe, yo le devuelvo el gesto.

-Hemos remodelado una habitación para que sea adecuada para Sergio -indica Kiera refiriéndose a mi padre.

Escucho a Vera bufar, y la rubia me mira a través del retrovisor, me encojo de hombros.

Nadie dice nada más. Por la ventana puedo ver a algunos niños jugar en el parque junto con sus padres, en una de las esquinas visualizo a dos chicas besándose desenfrenadamente, una es pelinegra y la otra tiene el cabello color fuego, muy ondulado, me les quedo observando, hasta que la pelirroja abre los ojos, y estos se topan con los míos, ella continúa el beso sin vergüenza alguna. Decido quitar mi vista y concentrarme en la pequeña bolilla del aro de mi dedo índice izquierdo, cuando cruzamos el parque doy vuelta para mirar y me doy cuenta que todas las personas han detenido su acción para observarnos. Inquieta, me acomodo en el asiento ignorándolos.

No sé cuánto tiempo pasa, pero el auto se detiene frente a una enorme mansión.

-Llegamos -anuncia la rubia, pero no hay necesidad de hacerlo.

-Ya me di cuenta -dice mi hermana irónica.

Bajamos del auto.

Frente a nosotras, se presenta toda la extensión de la mansión Bouvier, propiedad que le pertenecía a mis difuntos tíos, quienes, a falta de hijos y demás familiares cercanos, dejó como heredera a mi familia. Me sorprende que la casa es todo lo que contrario a lo que imaginaba, sinceramente pensé que la casa tendría un impresionante estilo lúgubre victoriano. Pero, por el contrario, se caracteriza por tener tres pisos rodeados por un jardín insultante, lo cual me parece lamentable, dos personas viviendo en una casa tan grande debió haber sido solitario. También tiene rejas altas, muchas ventanas y una colosal puerta de entrada.

-Qué lindo -hablo por primera vez.

La mansión fue motivo suficiente para que mis tíos jamás salieran de este pueblo, con una casa como esta, un pueblo alejado y dinero, ¿Quién querría dejar un lugar así e ir a la ciudad moribunda y maliciosa?

-¿Verdad que sí? -suena una Kiera entusiasmada, asiento, y miro a Vera, ella se encoge de hombros.

-Mientras que las camas sean grandes, no hay problema.

Líbranos del mal ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora