Encuentros casuales traen sucesos extraños

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CAPÍTULO DOS:


Me encuentro de pie frente a Levitt Hersen, un instituto para nada educativo, ni normativo, integrado por hijos de papi, caprichosos, y nada respetuosos que, seguramente ya saben que soy miembro de la intendencia, y puede que no les limite el no conocerme para murmurar cosas de mí.

De todos modos, qué sé yo, solo he estado un día aquí, además me perdí.

Cuando ingresé al aula luego del intercambio de insultos verbales de parte de Isis, y el pelinegro, Samuel, de eso me enteré gracias a la pelirroja, me le acerqué para preguntarle la ubicación de los servicios higiénicos, ella me dio una vaga respuesta como: Saliendo a la derecha. Fui hacia donde me dijo, y no encontré más que aulas, y pasadizos.

Mi primer día en Levitt fue buscando el baño. Así de absurdo fue.

—Un día aquí, y ya eres parte de la intendencia, — tuerzo mi cabeza, y veo a Isis acercándose, la falda la tiene mucho más alta de lo permitida, y juega con su corbata en la mano. Me pregunto si yo sería capaz de hacer eso.

—Hola, — saludo, y ella levanta el mentón solamente.

—¿Realmente fuiste al baño o fue solo una excusa?

—Me perdí, — digo mientras comienzo a caminar hacia Levitt, ella anda a mi lado riendo.

—¿Y cómo es eso de que ahora eres hija de la Intendencia?

—No lo soy.

—Ya.

Ingresamos, y los alumnos de diferentes grados se movilizan de un lugar a otro.

—No me interesa lo que sea que signifique estar dentro de.

—Qué tonta, — la miro con el ceño fruncido, —Los Sechtman son dueños de las empresas que extraen los recursos de este pueblo, — comienza a explicar, — Los Marcuse son los industriales, y los Bouvier bueno, ahora tu familia, son el sector terciario, es decir, se encargan de los servicios, de las exportaciones.

—¿Y quiénes son ellos? Sé que los vi en la ceremonia, pero no sé quién es quién, — pregunto, y veo nuestra aula a unos pasos.

Me da una mirada cansina, —No puedo creer que no sepas nada de esto.

Sorpresa, no sabía que este pueblo existía hasta que el notario tocó la puerta de mi casa, y le informó a mi familia que nuestros nombres aparecían en el testamento de los Bouvier, en donde nos heredaban su mansión.

Levanto ambos hombros.

—Ya los conocerás, — ingresa al aula, y la sigo detrás.

Mientras recibo más información de Isis, me entero que en este pueblo se extraen los recursos, los transforman, y luego los exportan. Eso es totalmente infestoso para el pueblo y para el mundo, teniendo en cuenta la central nuclear que se encuentran en este pueblo y que, diariamente, expulsa residuos tóxicos.

Lo que provoca el dinero, y el poder.

Pregunto nuevamente a Isis la ubicación del baño, y le ruego que me dé una exacta, lo hace. Dejo mi mochila en una carpeta por el centro del aula y, a casualidad, piso una negra.

Líbranos del mal ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora