A puerta cerrada

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CAPÍTULO CINCO:



Golpeo el lápiz contra la ventana, otra vez.

Muerdo el borrador de este y sigo golpeando, mis ojos se pierden a través del cristal y lo único que veo es la oscuridad que abriga el campo verdoso del enorme jardín que rodea esta maldita mansión. Si no fuera por los postes de luz asignados dentro de este, no podría notar cómo las hojas de los árboles se mueven debido a las fuertes brisas que azotan en el exterior. 

—Joven.

La voz de una de las sirvientas sonando detrás de mí, irrumpe mis pensamientos, tuerzo la cabeza para mirarla. Baja la mirada al suelo, y cruza sus manos adelante.

—El señor Sechtman requiere de su presencia,— dice, formo una sonrisa ladeada con mis labios, recordando todas las veces en las que me la he cogido y ella ha cedido sin dudar.

—Dile que iré en unos minutos.

Ella asiente y se retira.

Sé lo que mi padre dirá, sé que está molesto por lo que hice, eso no formaba parte de sus planes. Pero los planes son algo que no me interesaba seguir en absoluto. Dejo el lápiz en mi escritorio y salgo de mi habitación para dirigirme al despacho de Francis Sechtman, el líder de este pueblo y el único que se preocupa por salvarnos.

—Padre. 

Hablo una vez me encuentro dentro del despacho con él.

—Cierra la puerta,— ordena.

Lo hago.

Se encuentra sentado, con los lentes puestos, leyendo algunos papeles, levanta la mirada hacia mí y se coloca de pie, avanza hacia mí. Tomo una honda respiración, veo la furia en sus ojos y cuando apenas llega a mí, me golpea. Su palma hace contacto fuertemente con mi mejilla izquierda, retrocedo sosteniendo mi mandíbula.

Mierda, eso dolió.

Vuelvo a mi posición de descanso y lo miro.

—¡¿Se puede saber qué carajos estás haciendo?! — grita perdiendo todo hilo de neutralidad.

Suelto un suspiro soporífero.

—Sé que fue Marcuse quien dio la idea.

—Estuve de acuerdo con él,— acepto,—Él dio la orden, yo la ejecuté.

Me toma del cuello de la camisa,—¿Haces todo lo que se te ordena? — pregunta entre dientes—Aprende a elegir qué órdenes seguir,— me suelta con fuerza y ordeno mi uniforme.

El saco se ha arruinado, grandioso.

—Qué extraño padre,— ladeo mi cabeza una vez he planchado con mis manos mi uniforme,—Me has enseñado que siempre debo seguir órdenes, por qué te sorprende ahora.

—Porque eso no era parte del plan.

—Hice lo que querías que hiciera,— defiendo.

Suelta una risa irónica y relame sus labios,—Te pedí que la asustaras, no que la traumaras, ¿crees que mostrándole cómo murió Winona va a ayudarnos?

Presiono mis labios y me siento en uno de los sillones soltando un bufido.

—No supuse que los ángulos le mostrarían eso, fue aleatorio.

—Esto no se trata de suponer o adelantar, se trata de controlar, Eion. Nos pones en peligro a todos por tu jueguecito con esa chica, ¿qué es lo que pretendes?

Líbranos del mal ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora