Un nuevo puzzle en el rompecabezas

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Este capítulo aún no está editado y en unos minutos comienzan mis clases, así que, si ven horrores de ortografía, no duden en avisarme porfi:( 


CAPÍTULO SIETE:


Huyo.

Sí, huyo.

Me despido con un: Lo siento, se me hizo tarde, y salgo de la mansión lo más rápido que mis piernas pueden permitirme, cruzando el jardín oculto con gallardía todo mi nerviosismo y desconfianza. No sé si él lo ha notado, pero mi instinto — las voces—, me decían que no debía quedarme en ese lugar por más tiempo, y yo tampoco pensaba contradecir aquello, el aire se había tornado extraño. El chico que siempre me provocaba ganas de golpearlo por su manera tan despreocupada de ser, en este momento me provocaba escalofríos.

El hombre que resguarda la mansión, abre las rejas y me despido de él agradeciéndole por nada, froto mis brazos con mis manos y decido subir el cierre de mi casaca y colocarme la capucha. 

El ambiente, como ya es costumbre, nebuloso, frío y lúgubre, me acompaña en todo el trayecto a casa, esta vez no escucho gritos de auxilio, al contrario, silencio es lo que habita, pareciera que las casas están abandonadas pues ni un ápice de luz se ve desde fuera. Tomo otra ruta, aún desconozco los callejones del pueblo, pero prefiero ahorrarme otro juego de mi mente e ir por un camino distinto al de la vez anterior.

Cuando llego a casa, me detengo a unos pasos y admiro toda la mansión Bouvier. Algo que llama la atención a primera vista, es lo hermosa que es su estructura, su diseño y color. Es atrayente, misteriosa y...

—Demasiado grande para dos personas,— susurro. 

De inmediato, recorro con mi vista toda la extensión, las ventanas, los tres pisos y la terminación de estos, me doy cuenta que al lado izquierdo, en una especie de torre, hay una ventana sellada desde adentro, lo sé porque la madera que la cubre ha sido puesta desde el interior, entrecierro los ojos. No sé si esa es la realidad o es la oscuridad de la noche que no me permite ver con claridad. Mientras camino hacia el interior de la mansión, pienso varias veces en si buscar aquella habitación en el último piso, o ir a descansar y olvidarme de todo esto.

Kiera me recibe con un abrazo acompañado de un rostro preocupado y la cena servida en la mesa. Me pregunta dónde he estado y le respondo con palabras breves. Me lavo las manos y el rostro, me siento junto a ella. Cuando devoro la mitad de la comida, dejo el cubierto en el plato y miro directamente a mi madrastra.

—No quiero sonar malcriada y tampoco quiero faltarte el respeto,— comienzo a decir, ella asiente tomándome atención,— lo que te dije hoy en la mañana era algo íntimo, no debiste comentarlo con otras personas, yo te dije que él me gustaba mas no que fuera recíproco, fui avergonzada en Levitt.

Bajo la mirada hacia mi plato y juego con la comida.

—Querida, disculpa,— lleva una mano a la mía, — no quise entrometerme, solo hice un comentario, no pensé que se haría más extenso el tema. Puedes  seguir confiando en mí, no se volverá a repetir, ¿está bien?

Asiento con una sonrisa.

Termino de cenar y llevo los trastes al lavadero para luego dirigirme a mi habitación, me doy un baño y salgo con cuidado para no resbalarme, llevo una mano al espejo y limpio la humareda que lo cubre por completo, una imagen distinta a mí me brinda el reflejo, retrocedo atónita provocando que la toalla se me resbale de las manos y caiga al suelo, observo el espejo con perplejidad. 

Líbranos del mal ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora